El viernes 27 de setiembre se desarrolló la cuarta conferencia del Ciclo 2019 a cargo de Roxana Galeno, María Celia Daraio, Jorge Quiroga y Raúl Otoya, quienes compartieron sus aportes ante un atento y participativo público.
El encuentro comenzó con la intervención de Roxana Galeno, quien definió al bienestar como “el estado de la persona cuyas condiciones le proporcionan un sentimiento de satisfacción y tranquilidad en sus ámbitos físico, mental, emocional y social y constituye un modo de vida, de desarrollo personal y autorrealización. El cerebro, que es el órgano más complejo del universo, con sus 100 billones de neuronas, se especializa en llevar mensajes a través de procesos neuroquímicos, está vinculado con todo lo que hacemos y, además, está la posibilidad de modelarlo y de construirlo. Se ha ido descubriendo que sus neurotransmisores tienen que ver con nuestros sentimientos, emociones, el estrés y el sobrepeso, entre otros”.
Bienestar, cerebro, alimentación y sedentarismo
Respecto del estrés, Galeno especificó que “es útil para nuestra vida y se manifiesta tanto en las exigencias internas y externas, los estímulos positivos o negativos que aparecen de una forma repentina, masiva o intensa y la persona no puede reaccionar de manera adecuada, o cree no poder hacerlo. Las situaciones de riesgo psicosocial laboral como, por ejemplo, el desbalance entre el esfuerzo y la recompensa, la baja autonomía, el conflictos de roles, la inseguridad en el empleo, la falta de apoyo social o el desgaste profesional, entre otros, pueden llevar al burnout. Frente a una situación de estrés agudo se genera la liberación de cortisol, la hormona de estrés que nos pone en acción. Las reacciones más frecuentes son las de huida, la de atacar o paralizarnos, que dependerá de cómo funcione un centro que tenemos en el cerebro llamado amígdala y se manifestará en lo físico, lo psicológico y lo emocional. El problema es el estrés al que estamos acostumbrados, el que es crónico y no percibimos, que aparece como amenazante o desbordante y pone en peligro al bienestar. Lo importante es cómo nosotros interpretemos a ese estresor, ya que el estrés crónico tiene que ver con el proceso mental que hacemos frente a una situación externa. Por eso es que hay herramientas para poder manejarlo de una manera diferente”.
Su intervención también abordó la depresión, sus síntomas emocionales y las alteraciones físicas y cognitivas: “Lo importante es diferenciar la depresión de la tristeza, a la que entendemos como el descenso del estado del ánimo y una respuesta a sucesos negativos que desaparece con el suceso. Según estudios de resonancia, el cerebro funciona parecido en el momento de la depresión y de la tristeza. La diferencia es que la tristeza es reversible, mientras que la depresión se sostiene en el tiempo”.
Para las Neurociencias, en cuanto a la alimentación, hay un impacto en la grasa corporal, en nuestras neuronas y en nuestras conductas: “La obesidad -especificó la especialista- se vincula con la adicción en la imposibilidad de abstenerse y detenerse frente a la sustancia adictiva con ciertos tipos de alimentos, generalmente los que tienen hidratos de carbono, harinas, azúcares y almidones, junto con las grasas. Estos hábitos de consumo se refuerzan a pesar de que nos perjudiquen físicamente, ya que activan el sistema de la dopamina, el químico vinculado al sistema de gratificación y placer inmediato, y es lo que tenemos que manejar. A más estrés, más obesidad y alteración de todas las hormonas. El sedentarismo y la falta de actividad física son más culpables del sobrepeso y la obesidad que las calorías que una persona ingiera en su dieta. La actividad física secreta endorfinas, un neurotransmisor que regula a los demás, genera bienestar y es el primer antidepresivo. A través de la neuroplasticidad, el cerebro tiene la capacidad para adaptarse y cambiar, como resultado de un hábito, una conducta o de la experiencia, a través del aprendizaje”.
Sueño, afrontamiento de estrés y Neuroeducación
El panel sobre "Abordajes para el mejoramiento de la salud en el trabajo" dio inicio con María Celia Daraio, quien sostuvo, entre otros conceptos, que “los tiempos del sueño dependen de la edad y hay rangos de horarios en los que hay personas que necesitan menos horas y, otras, más. La gran mayoría, en un adulto, está entre 7 y 9 horas. Despertarnos antes que suene el reloj, mantenernos con energía la mayor parte del día y dormir la misma cantidad de horas en la semana nos ayuda a darnos cuenta si hemos dormido lo que necesitamos. Existen dos tipos de sueño, el NO REM (en el que nos recuperamos) y el REM (en el que soñamos), que se van alternando, en ciclos, durante la noche”. Para la especialista en sueño, mientras dormimos se ven favorecidos el cerebro, las hormonas, las defensas, la piel, las células, el corazón, los huesos y los músculos. La disertante también se refirió a los trastornos del sueño más comunes como los respiratorios, las apneas, del movimiento, las parasomnias, el insomnio y la somnolencia, junto con sus tratamientos. Respecto del aprendizaje, para Daraio, “el sueño lo facilita. Dormir adecuadamente ayuda a aprender de manera más exacta y contundente y a la creatividad, junto con el ejercicio, una rutina, evitar el alcohol, las comidas abundantes y los somníferos, entre otros. No hay buena salud sin sueño saludable”.
La intervención de Jorge Quiroga acercó a los asistentes estrategias para el afrontamiento del estrés. Según el especialista, “el no resolver es la puerta de entrada a una situación de estrés, como un problema vincular, de organización de tiempos o de hábitos. El cerebro, cuando hay estrés, empieza a perder habilidad para hacer una tarea atencional y hay información que omite, lo que da lugar a errores, problemas de memoria, y resuelve mal. Para el docente, el estrés se afronta con límites hacia uno mismo, y hacia los demás, organización para aprender a administrar mejor el esfuerzo, aprender a asumir un rol, resolver para pensar, decidir y actuar en consecuencia y el autocuidado, a partir del descanso adecuado, la alimentación, la actividad física y la ejercitación cognitiva”.
Raúl Otoya cerró el panel hablando de la importancia de la Neuroeducación: “No podemos enseñar sin conocer el funcionamiento del cerebro. Las Neurociencias nos permiten elaborar herramientas pedagógicas efectivas para educar a nuestros chicos. La matriz de aprendizaje de nuestros alumnos es completamente diferente. Toda la información el cerebro se encuentra en cuatro sistemas básicos (sensorial y atencional, ejecutivo, afectivo y de memoria) y la Neuroeducación puede modular el flujo de información entre estos sistemas y optimizar el proceso de aprendizaje. En la era del conocimiento, sobre todo debido al impacto que están teniendo las tecnologías de la información y la comunicación en la forma en que nos movemos diariamente, esta enorme explosión de información nos obliga a replantearnos muchos conceptos tradicionales como qué es aprendizaje y qué es necesario aprender, cómo podemos acceder a la información, qué es útil y qué impacto tienen nuestras emociones como docentes, en nuestros alumnos, en el ambiente y en los procesos de enseñanza y de aprendizaje”.
Opiniones de los asistentes
El público evaluó la conferencia destacando el valor del cuidado de la salud y las diferentes estrategias que pueden mejorarla: “Las temáticas expuestas fueron de gran interés, muy actuales y presentadas con un gran nivel académico” –opinó una de las asistentes-. “Muy novedoso el abordaje de Neuroeducación. La conferencia fue muy productiva e interesante” –fue otra evaluación de una docente participante-. “Fue muy importante el mensaje de la conferencia, el de cuidar nuestra salud y bienestar para dar lo mejor a nuestros alumnos” –destacó otra docente-.
El próximo evento, organizado en conjunto con el Colegio Tomás Alva Edison, será el sábado 5 de octubre a las 9.30, con el IX Encuentro de docentes que emplean las TIC en el aula.