Culillos en casa

Culillos en casa

Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes

Y bien, señora madre, abnegada ama de casa, estoica gerenta generala de la empresa de responsabilidad muy limitada que tiene en sociedad con su marido, no le queda más que ponerle temple al asunto, aguantar, planificar estrategias de defensa: estamos en  las vacaciones de los culillos, los pibes están en casa tiempo completo.

¡Qué le vamos a hacer, doña Clotilde! Que los pibes no la vean llorar porque se aprovechan de los débiles los muy especuladores. Ya pasó medio año escolar con ese fervor que tiene, en la actualidad, el quehacer educacional en nuestro país.

Pasó el medio año con situaciones variadas: retos docentes que se justificaron con el tradicional – Yo no hice nada, la ligué de arriba -, llegadas tardes, alguito de bullying, delantales argentinos manchados con tintas extranjeras, algunos aplazos también con justificaciones endebles: - La bruja de Ciencias Sociales tomó una prueba sorpresa y nos agarró a todos sin estudiar – Y la notita de la maestra en el cuaderno de los más chicos: “La señora directora tendrá mucho gusto en recibir a los padres de Robertito a los efectos de coordinar cómo van a enderezar el mástil que dobló vuestro hijo y el piano que fuera o fuese incendiado colectivamente por el grado. La señorita”.

Ya pasó todo eso y son justas las vacaciones de invierno para que los queridos querubines descansen del diario de mayor tiraje: el diario trajín.

Entonces habrán de producirse los lugares comunes de todas las vacaciones: los electrodomésticos que entran a hacer horas extras, heladeras que se desocupan de una manera alarmante, equipos de música que a volumen barrio, televisores que participan activamente en el campeonato mundial de zapping y enfrentamientos familiares que pasan por madres que suavemente expresan: - ¡Todo el día tirado en el sillón, atorrante!– O vaguitos con esa anorexia de ánimo que exclaman. - ¡Toy aburrido, má! – aunque casi es preferible que estén, porque, que estén divertidos puede significar que armen un picado en el jardín y termine perdiendo el local por tres rosales contra dos vidrios; o se armen batallas campales en la pieza, en las que comienzan volando almohadas y terminan volando elásticos, colchones, partes del techo y ceniceros.

¡Eeeeeehhh! ¿Qué hace un cenicero en la pieza del nene?

Así que, lo más conveniente para las vacaciones es tratar de que los querubines la vayan a pasar afuera. Quiero decir a la casa de algún compañerito.

La fórmula sería: - Estoy podrida de verte aburrido en casa ¿por qué no te vas a aburrir a casa de alguno de tus amigos? – Nuca al revés, nunca. Nunca se debe permitir que ellos lleguen a efectuar la pregunta: - Mami ¿Esta noche puede quedarse a dormir el Juan? – Eso nunca.

La intemperie también puede aportar un club que alivie el ambiente familiar durante dos o tres horas y los canse lo suficiente como para que esa noche no se acuesten a las tres de la mañana, como siempre, sino a las dos y cuarenta y cinco.

Y si no queda más remedio, va a tener que aceptar que los pibes se queden en casa, nomás, alternativa que es la más cara, porque a lo que morfan , a lo que usan, a lo que rompen, hay que sumarle algunos pesitos para que su sicólogo trate de recuperar al menos una parte de usted, señora.

Las vacaciones de los culillos, esa institución anual que sufren las madres y disfrutan los alumnos y las docentes, salvo que las docentes sean madre, entonces, ¡Minga de vacaciones!

Un consejo: ahora que los tiene cerca, a tiro, a mano, trate de conversar con ellos, en una de esas, si les queda tiempo entre el celular y la Playstation, puede que la atiendan.

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