La demanda de alimentos se acrecienta día a día tanto en nuestro país como en el mundo. Pero la demanda no es solo cuantitativa sino que comienza a ser cualitativa. Según la FAO hay dos muestras claras de mal nutrición: por un lado el hambre por carencia de alimentos y por el otro el sobrepeso u obesidad por exceso o mala calidad de los alimentos y hábitos alimentarios alejados de lo saludable.
La Argentina tiene una enorme capacidad de producción de alimentos de todo tipo en todas las estaciones dada la diversidad de climas y suelos disponibles. Si bien una gran cantidad de tierras se dedicaron a la agricultura y ganadería, hay otras extensiones dedicadas al cultivo de frutales y hortalizas. No obstante, los hábitos alimentarios de los argentinos están centrados en carnes e hidratos de carbono.
El problema grave se da en la etapa de la niñez, donde los chicos más humildes tienen poco acceso a las proteínas y mucho menos a frutas y verduras y cuando estos hábitos no se incorporan desde el hogar es muy difícil que ese niño, en su etapa de adulto, los incorpore y se los proporcione a sus propios hijos.
El gobierno nacional acaba de lanzar dos programas destinados a estimular la generación de huertas así como normas para asegurar localidad e inocuidad de los alimentos. Y para cuidar el medio ambiente, se creó el programa de carbono neutro en la producción de alimentos.
El programa de huertas busca que se propaguen en los alrededores de los centros urbanos para asegurar el abastecimiento de la población cercana y estimulando su mayor consumo, sacando de lado los complejos costos de logística que terminan encareciendo estos productos.
Dado que en muchos casos se trata de pequeños productores, el objetivo es acercarles todo lo concerniente a las buenas prácticas que se deben observar para asegurar la mayor calidad y la tecnología productiva a fin de mejorar el rendimiento, así como las reglas para asegurar la inocuidad, en cuanto a evitar el manejo de pesticidas que terminan siendo perjudiciales para la salud de los consumidores.
El objetivo de carbono neutro es más ambicioso y debe implementarse y sostener como un programa de largo plazo. Todos los seres vivos, humanos, animales y plantas emitimos carbono. Y dado que el carbono, en forma de CO2 es uno de los más presentes en el “efecto invernadero”, que acusa el cambio climático, el objetivo es llegar a neutralizar esas emisiones, al menos en la producción de alimentos.
El sistema deberá comenzar por un diagnóstico que permita saber los niveles de emisión y luego hacer un seguimiento para tener el registro de la “huella de carbono”. Lo ideal en estos casos es comprometer a toda la cadena de valor porque un esfuerzo individual, aunque valioso, se diluye si no es complementado.
Para esto hay dos formas posibles. Una es la cadena de carbono neutro, es decir, comprometiendo a todos los participantes de cada cadena. La otra forma son los denominados “círculos carbono neutro”, complementaria de la anterior, que compromete, además, a todas las actividades circundantes a cada explotación en un radio de 1 kilómetro a la redonda, como mínimo.
Dentro de estas políticas sería muy importante que Mendoza adhiera o tenga una propia ley que estimule las huertas, las buenas prácticas y la mejora en la calidad e inocuidad. Pero la provincia debería plantearse un objetivo más ambicioso. Con estas simples prácticas, y sin escalas, será muy difícil alcanzar objetivos que acrecienten la producción.
Mendoza debe ponerse como horizonte ser un centro de producción orgánica en materia de hortalizas y, en un futuro, de fruta. Conseguir el objetivo y lograr las certificaciones, le agrega mucho valor a los bienes producidos y abre mercados que posibilitan aumentar la producción, ya sea en forma individual o por sistemas asociativos.