No es del todo cierto aquello de que soñar es gratis. De un día para el otro, aventado por esos buenos deseos, vos te sentís el rey del mundo, bien alto en la proa del Titanic, y unos segundos después te das cuenta de que el rumbo está lleno de glaciares. No es gratis soñar, digo, porque la frustración suele salir bastante cara.
Será que hay que soñar despiertos. Es decir, si queremos que la Mendoza del futuro tenga la mejor educación del país, por ejemplo, hay que “bancarse” situarla realmente entre las prioridades. Pedir, sin medias tintas, que a los que enseñan les vaya bien, en serio, y no quejarnos con mezquindades como “qué vivos, tienen tres meses de vacaciones” (cosa que tampoco es verdad).
Nos tenemos que indignar, pero conscientemente, cuando caemos en la cuenta de que en la escala de sueldos un chofer gana más que un docente. Más allá de las horas que el conductor le meta a la ruta, ¡un maestro conduce la mente de tu hijo! Porque para exigir todo lo que a los padres, todo lo que a la sociedad le gusta exigir, primero hay que dar, me dijo alguna vez... una maestra.
(Termino de escribir esto y digo: qué injusto que siempre se hable de los choferes y no de que los legisladores ganan varias veces lo que un educador. Esto sí es insultante).
Sigamos con la lista de deseos terrenales. Si deseamos seguridad, tenemos que saber que necesitamos educación (otra vez), dejar de discriminar, dar opciones reales de vida digna para todos, y una policía profesional, con retribución profesional, con formación profesional y con trato profesional (y otra vez hablamos de presupuestos y prioridades).
Sí, ya sé que suena a lugar común, a plataforma vacía de político light de turno. Pero la magia hay que dejársela a Harry Potter. Porque los problemas pueden suceder por generación espontánea, pero la solución nunca.
Otro tanto pasa con la corrupción. A fuerza de tanto “roba pero hace”, de dar tan malos ejemplos, de tener una visión tan permisiva para nosotros mismos sobre lo que está bien y lo que está mal, y tan tajante para con el otro, a fuerza de todo eso terminamos creando un caldo de cultivo como sociedad que nos ha convertido en el paraíso de los chorros, de los valijeros, de los que evaden (evaden guita y evaden su propia conciencia).
Y podríamos seguir con deseos relativos a la salud, la cultura, la violencia en el fútbol... Alguna vez alguien dijo “cuidado con lo que soñás, que se puede convertir en realidad”. Apostemos a otra frase, que parece de chiste, pero es lo más serio que se puede decir en este momento: “Cuidado con lo que soñás, que, para que se convierta en realidad, vas a tener que meterle parejo”.