Los cuerpos de las mujeres no son tan suyos. Aunque parezca que les pertenecen, son territorio de otros, de miradas, juicios, mandatos, violencias hasta llegar incluso a la apropiación que se hace visible a través de un golpe o, peor aún, de la muerte. El femicidio es la expresión máxima de la expropiación, la visibilización escandalosa de otras "conquistas" previas sobre los cuerpos y vidas femeninos.
El manoseo en un colectivo, el temor a ser violadas en cualquier esquina solitaria, la sexualidad juzgada si es "demasiado libre" y la forma de parir establecida son sólo algunos ejemplos. La naturalización vuelve invisibles las imposiciones que muchas aceptan como parte del ser mujer en esta cultura.
"Hemos sido educadas para manejarnos con este cuerpo que no es individual sino social", señala Débora Robledo, socióloga especializada en Educación Sexual.
"El cuerpo se construye socialmente y desde las diferentes culturas del feminismo se ha visto cómo nuestro cuerpo, además de ser biológico, está atravesado por discursos sociales, médicos, judiciales", agregó. Y en este sentido -dijo- es que se habla de autonomía de los cuerpos, que es más de lo social que individual.
"El primer territorio que se trata de ocupar es el de nuestro cuerpo, por eso la insistencia en controlar la sexualidad y lo reproductivo", consideró Silvia Fernández, periodista y referente del colectivo Ni Una Menos Mendoza, que busca visibilizar el drama del femicidio, la muerte de mujeres por cuestiones de género. Y continúa: "amoldar tu cuerpo es también silenciarte, como si no valiese lo que tenés para decir, es una forma de mantenernos oprimidas". Destacó que se trata de un sistema cultural, político y económico que está tan bien armado que se naturaliza.
El vestuario elegido es cuestionado: muy corto, muy ajustado, muy escotado, inadecuado para la edad. Nunca falta la etiqueta que acompaña el juicio, incluso por parte de otras mujeres.Y hay que responder a parámetros de una belleza hegemónica impuesta e inalcanzable para muchas que desprecia la individualidad y hace sentir que el cuerpo es siempre imperfecto, advirtió Robledo. Se trata de algo impuesto desde la niñez con ciertas formas y conductas "de señorita".
Decidir qué hacer con el propio cuerpo en el plano sexual también tiene valoraciones externas. La libertad de las mujeres, si no está enmarcada en los mandatos sociales y culturales carga con valoraciones negativas, la de los varones, es una virtud.
"Muchas veces está la idea moral sobre los cuerpos que implica el castigo también moral sobre las mujeres que quieren vivir su sexualidad más libre", dijo la socióloga.
El mandato de la maternidad, implica el juicio sobre quienes deciden no ser madres y la necesidad de estar dando permanentes explicaciones.
Pero otros pueden decidir tocar el cuerpo femenino, incluso en espacios públicos,un atributo que se adjudican muchos. Basta ver conductas en bares y boliches. Incluso el consentimiento para una relación sexual por parte de las mujeres pasó a ser una cuestión secundaria y aún cuando existiese la negativa, el abuso y la violación parecen ser un permiso dado si se consideran la cantidad de casos.
Cuando el cuerpo femenino ingresa al sistema de salud, también suele dejar de ser de la mujer, en particular si está asociado a la reproducción y más a la maternidad, un mandato que hay proteger. Y en ese marco, el debate por el aborto en el Congreso y otros espacios fue dado por muchos que estaban alejados y desconocían las realidades de aquellas sobre quienes decidían.
Durante el debate "fue la sensación de la mayoría de las que estábamos en las movilizaciones y que escuchábamos a los senadores varones hablar de nuestros cuerpos sin tener idea siquiera de lo que es tomar la decisión, un fiel resumen de lo que es la apropiación de nuestras vidas con argumentos de gran desconocimiento", refirió Fernández.
El extremo
Este año fue asesinada una mujer cada 27 horas en un contexto de femicidio, en 63% de los casos cometidos por la pareja o ex pareja. Hasta el 30 de noviembre fueron 293 las muertes, muchas asociadas a separaciones que el varón no terminaba de aceptar. En Mendoza fueron 9, según contabilizó el Observatorio Ahora que sí nos ven. Una expresión de propiedad: algo como "sos mía y puedo tomar tu vida" o "si no estás conmigo no estás con nadie".
Fernández destacó que el movimiento Ni Una Menos, que marcó un verdadero quiebre porque visibilizó esta situación y sumó adhesiones masivas, fue un grito de "basta". Contó que luego aumentaron las denuncias de violencia de muchas mujeres que se sintieron acompañadas y que la respuesta fueron asesinatos cada vez más violentos.
Una encuesta realizada por la organización Mumalá mostró que 80% de las mujeres aseguran sentirse inseguras al transitar el espacio público, 84% lo sienten peor durante la noche. Esta percepción es mayor en zonas poco transitadas y con poca iluminación. Además 44% asegura haber sido acosada mientras esperaba el colectivo, 6% fue abusada físicamente y 25% fue víctima de arrebato. Pero también, 2 de cada 10 mujeres dicen haber sido abusadas dentro del colectivo con rozamientos o manoseos.
"Los varones sienten tener el derecho de apropiarse del cuerpo femenino, está naturalizado aunque en algunos planos haya una sanción social severa y en este sentido también hay que ver cómo se tienen que mostrar frente a sus pares", interpretó Robledo. Esto en tanto tienen que responder a un estereotipo masculino hipersexuado, que los muestre fuertes y en posiciones de poder.
Comentó que el cuerpo de las mujeres es un territorio de guerra: hay un mensaje moral de disciplinamiento del resto de las mujeres que quiere mostrar las consecuencias de no adaptarse a los parámetros establecidos.
"Hemos conseguido derechos civiles, sexuales, reproductivos pero cuando se trata de la autonomía del cuerpo de la mujer se observa que está atravesado por una trama de poder entre ellos el modelo médico-hegemónico o parte de la Justicia, cuando vamos tenemos que dar explicaciones permanentemente", afirmó.
Destacó que la lucha que hay que dar tiene que ver con esa autonomía, que es un proceso y una construcción, que no es algo natural. En ese sentido consideró: "hay que pensar cómo las instituciones se hacen cargo de la construcción de esa autonomía, que su palabra pueda ser escuchada marca la diferencia".
Estereotipo de belleza que se transforma en un mandato
La carga sobre el cuerpo femenino comienza desde la infancia y responder a un estereotipo de belleza se transforma en un mandato. Para perseguirlo se dedica tiempo y dinero y para muchas no responder a él vuelve el cuerpo algo vergonzante, como si tuviera fallas ocultables.
En una sociedad consumista, claro, el sistema no pierde la oportunidad de mercantilizar estas necesidades creadas culturalmente y pone a disposición un universo de productos y servicios.
"Es interesante ver cómo empieza a construirse ese cuerpo social, las mujeres empezamos a construir esa corporalidad atravesadas por esos mandatos heteropatriarcales que también establecen mandatos de belleza, ya desde la primera infancia aprendemos que las mujeres tenemos que ser atractivas", destacó la socióloga Débora Robledo.
Pero dijo que son pocas las que pueden alcanzarlo y eso las hace sentir que tienen un cuerpo imperfecto. Por el contrario, se asocia la belleza a cualidades positivas como el éxito, algo exaltado por los consumos culturales.