Cuando se advierte que el mantenimiento de viejos y anquilosados parámetros entorpece o frena el desarrollo de un país, se echan por la borda a aquellos y se adoptan nuevos principios, aunque los nuevos se hallen en las antípodas de los viejos. El mundo es así y el quehacer político no se detiene en minucias, busca el éxito. En esta búsqueda atropella y masacra principios o valores, haciendo gala de un pragmatismo que sonrojaría al propio Maquiavelo.
Luego de esta breve introducción deseo referirme al paso dado por los EEUU y Cuba, luego de más de medio siglo de relaciones conflictivas o, mejor dicho, de carencia de relaciones, y sujeta la isla caribeña a un duro cuanto inocuo bloqueo. Advierten ambas la mutua conveniencia económica y estratégica de dejar de lado el pasado y enfrentar el futuro, en el contexto de un mundo nuevo y vertiginoso en sus cambios.
Cabría quizá recordar la famosa frase de la campaña electoral de Bill Clinton, en 1998, cuando el principal estratega de aquélla escribió: “Es la economía, estúpido”.
Además de las razones invocadas habría otras de orden estratégico.
El comandante de la marina rusa habría hecho público, el 27 de julio de 2012, la intención de su país de establecer centros logísticos, “no con fines militares por el momento sino para apoyo logístico de sus tripulaciones”, en Cuba, Seychelles y Vietnam. Además la intromisión de China en América Latina, considerada como área de influencia de los EEUU, también debe haber influido en la decisión norteamericana.
El ejemplo más grandioso es el de China, a partir de 1978, dos años después de la muerte de Mao. Lo sustituye un personaje que le acompañó en la “Larga Marcha”, huyendo de la persecución del ejército nacionalista comandado por el generalísimo Chiang Kai Shek. Deng Xiaoping, el vencedor, resultó ser un estratega tanto militar como político. En lo bélico derrotó a las mejores tropas del generalísimo obligándole a refugiarse en la isla de Formosa (hoy República China de Taiwán). En lo económico, impulsó el más formidable cambio en la economía de su país, pasando de un orden centralizado y cerrado al estilo soviético, a una economía de mercado de signo liberal. Justificó tamaño cambio con una expresión que denota el pragmatismo de esta reforma: “¿Qué importa si el gato es blanco o negro, con tal que cace ratones?”. Y vaya que cazó ratones. De una China empobrecida y hambrienta pasó a crecer a “tasas chinas”, y su comercio exterior superó al de todo el mundo.
Otro caso reciente que pone de manifiesto la prevalencia de las razones estratégicas y comerciales, se dio en el caso de Vietnam. Este valiente Estado fue dividido por la guerra civil, luego de que Ho chi Minh fundara el Estado comunista con capital en Hanoi y el longilíneo país de la península de Indochina quedó dividido en dos por el paralelo 17. El Sur, no marxista, con capital en Saigón, recibió la ayuda militar efectiva de los EEUU. El Vietcong recibió a su vez una gran ayuda de la URSS y de China, con la que limita al Norte. Pero lo que más prevaleció fue la conducción estratégica de Ho Chi Minh y la valentía de su pueblo, con una larga historia de luchas y sometimiento.
Pese al poderío de que hizo gala la primera potencia del mundo, no pudo doblegar al Vietcong, apoyado militarmente por China y la URSS. EEUU abandona el terreno, derrotado, quedando sólo el ejército del Sur que, al poco tiempo, se rindió. Los vietnamitas, pese a la gran ayuda recibida del Dragón asiático, no olvidan el largo sometimiento de China. He aquí la principal razón estratégica que llevó a los EEUU a restablecer relaciones con su ex enemigo: Vietnam constituía un aliado funcional a su política de contención de China.
Luego del triunfo, Vietnam se convirtió en un Estado desestabilizador al pretender que sus vecinos adoptaran el régimen marxista e invadió Camboya. Prácticamente la Asean (Asociación de naciones del sudeste asiático) nace para defenderse de su política expansiva.
Esta situación influye sobre su economía y, viendo el desarrollo alcanzado por sus vecinos, el sexto congreso del partido Comunista de Vietnam imprime un fuerte giro hacia una economía liberal de mercado, la que se conoció con el nombre de DOI MOI (Reforma), adoptando el socialismo de mercado. Se le abren, entonces, importantes fuentes financieras; llueven las inversiones extranjeras y comienza un camino semejante al de China.
He aquí otra acabada muestra del pragmatismo vigente en las relaciones internacionales. Además, EEUU nunca pagó las reparaciones de guerra a las que se había comprometido. Japón constituye otra muestra de ese pragmatismo. Sólo le bastaron diez años, luego del aniquilamiento sufrido en la Segunda Guerra Mundial, para transformarse en una extraordinaria potencia económica pero, como no podía destinar más de 1% para gastos de defensa, al crecer vertiginosamente su PBI, ese porcentaje pronto sumó mucho dinero. Incentivado por los propios EEUU pronto pasó de ser un gigante económico a una potencia militar, principal aliado de aquél y cancerbero de sus intereses en Asia Oriental.
Siguen las muestras de realismo político
Japón había roto las relaciones con China en 1937, cuando esta última fue invadida por el ejército japonés.
Muchos años después, en 1978, luego de la Segunda Guerra y del aniquilamiento del imperio, no por cariño claro está, sino por una apreciación realista de la situación estratégica y económica, aunque perdure la desconfianza y el recelo entre ambos, no pueden evitar una simulada y diplomática relación.
China, a su vez, solucionó sus problemas territoriales con las colonias inglesa y portuguesa, de Hong Kong y Macao, apelando a la diplomacia de Deng, quien posibilitó el retorno de ambas aplicando el principio de “un país, dos sistemas”. También quiere aplicarlo en el diferendo con Taiwán, pero éste -por ahora- se opone. Esto no impide que realicen grandes inversiones y un prolífico comercio. El Dalai Lama, jefe espiritual y político de el Tibet, el llamado “techo del mundo”, se exilió en la India cuando China ocupó, por la fuerza, el llamado “Techo del mundo”. En este caso también prevalecieron las razones estratégicas en la negativa de China.
Si bien adoptó una economía liberal, no echó por la borda el régimen de partido único y la ideología marxista de su gobierno.
En rigor, el pragmatismo en las relaciones internacionales es tan viejo como la prostitución. Si espigamos en la historia habremos de hallar muchos casos. En lo contemporáneo, otro gran ejemplo es el de Japón -renacido de sus cenizas luego de la destrucción sistemática de sus industrias y dos de sus ciudades convertidas en conejillos de indias para probar el poder destructor de las primeras bombas atómicas- que en menos de una década alcanzó el status de potencia económica y es el principal aliado de los EEUU y cancerbero de sus intereses en la región de Asia Pacífico.