Nuestro país tiene que afrontar varios temas, que son claves para reencauzarse en el desarrollo y la reducción drástica de la pobreza, que en la “década ganada” ha pasado a ser estructural.
Muchos sostendrán que la prioridad es la inflación, otros la educación, algunos la infraestructura vial o la energética, o tal vez el déficit de viviendas.
Todo eso es válido, pero a juicio del que esto escribe y como resultado de algunos diálogos al respecto, con personas de probada vocación por lo público, hay cuestiones o temas que son previos y de cuya solución depende encarar esas demandas insatisfechas.
La primera prioridad es cerrar "la grieta", promoviendo la unión nacional, que no es imponer la unanimidad, sino auspiciar la evolución hacia formas superiores de convivencia civilizada, entre personas, grupos, partidos con distintos puntos de vista y diferentes percepciones de la realidad.
Esto no implica la impunidad para los corruptos. Es sano e indispensable para la sociedad que recuperemos los valores éticos y dejemos cierto relativismo. Premios y castigos son esenciales para recrear la cultura del trabajo y el esfuerzo.
Abandonar la ley del odio que imperó y ensangrentó durante muchas etapas de nuestra historia a nuestro país, es vital para mirar hacia delante y lanzarnos a recuperar el lugar, en la región y en el mundo, de un país respetado, estable, educado y de dinamismo social.
La "reconstrucción del Estado" es un segundo tema o problema a encarar.
La Argentina construyó un Estado fuerte, consolidado en la década de los ochenta del siglo XIX que fue capaz de triplicar el territorio, absorber casi cuatro millones de personas que migraron hacia este país cuando teníamos dos millones de habitantes, lograr el mayor nivel de educación de los países latinos junto con Francia, dotar al país de una red de transporte ferroviario y en los treinta del siglo XX una red vial única en Sudamérica, promover una clase media pujante, educada y culta y hace setenta años facilitar la integración social y política de los obreros argentinos.
A mediados del siglo pasado comenzó un avance sectorial sobre el Estado que poco a poco lo fue deteriorando.
En los últimos doce años ese proceso se aceleró, Hoy el Estado es un problema, no una solución.
Ha sido colonizado por grupos que lo han saqueado como la patria contratista con los fondos del Fonavi; la utilización como botín electoralista que lleva a la designación de funcionarios incapaces de ganar un concurso y cuyo único mérito es la militancia partidaria. El saqueo de gremialistas que dificultan la modernización y reaccionan en defensa del “ñoquismo” y el ausentismo que en casos como la docencia es escandaloso.
Dos millones de empleos innecesarios en el Estado se han repartido en estos años entre la Nación, las provincias y los municipios, disimulando la incapacidad de la economía para general empleo privado genuino. Para eso se incrementan los impuestos que ahogan la producción. Por otro lado hay escasez de policías, enfermeras y mucamas de hospitales y en los cargos de responsabilidad se multiplican los inservibles y los corruptos.
La decadencia de la educación pública, el deterioro del sistema de salud, la incapacidad para construir y mantener las infraestructuras de transportes, agua y cloacas, los problemas energéticos como la ineptitud para controlar contratos y concesiones por la inoperancia o la complicidad de los organismos de control, son claras muestras del deterioro estatal como lo es el problema de la inseguridad y la pérdida del monopolio de la violencia en manos de todo tipo de bandas.
No se trata de reemplazar adictos al kirchnerismo por dirigentes de Cambiemos. Se trata de promover una burocracia profesional, competente, con sentido del servicio público. Se requieren funcionarios reclutados por concursos y con acceso a la capacitación permanente. Un modelo es el Instituto del Servicio Exterior, que también se intentó degradar en la gestión de Timermann.
La tercera cuestión es "la corrupción".
Ese flagelo debe ser combatido con tesón. Las tentaciones son inherentes a la naturaleza humana, siempre existirán intentos de sobornar y funcionarios que carezcan de entereza para resistirlos. De lo que se trata es que se establezcan normas y procedimientos que eviten la impunidad y que "el hilo se corte por lo más delgado".
Esto implica reformas legislativas y judiciales y encarar el tema de la justicia federal, verdadero antro al servicio de empresarios corruptores y funcionarios inmorales.
Ha quedado claro en estos últimos 25 años que la corrupción no es sólo un tema de moral sino que también tiene implicancias económicas, pues cuando obras públicas se pagan cinco veces el valor real como hacía Julio de Vido con la complicidad de gobiernos provinciales como el de Santiago del Estero o el de Formosa, son menos recursos para otras necesidades de la población. Y por si esto fuera poco, quedó demostrado que la corrupción mata como lo muestran los accidentes ferroviarios de Once.
Como cuarta cuestión está la "renovación de la política" y de sus instrumentos insustituibles, los partidos políticos. Estos no han superado aún la crisis de 2001, aunque se están dando fuertes renovaciones generacionales.
El país requiere la existencia de fuerzas políticas que representen corrientes de opinión capaces de alternarse en el poder y de ejercer los roles de control cuando los ciudadanos los ubican en la oposición.
El sistema de elecciones primarias para elegir a los candidatos es una oportunidad para reorganizar partidos sin punteros pretenciosos que canjean fichas por postulaciones legislativas, rebajando la calidad de las representaciones tanto en los Concejos Deliberantes como en las Legislaturas provinciales y en el Congreso de la Nación, donde no siquiera el Senado se ha librado de la baja cualitativa de sus integrantes y se ha terminado con la categoría de los “ministeriables”.
En los ochenta, los partidos mayoritarios se preciaban de sus millones de afiliados; eso sólo sirvió para que ineptos y corruptos alcanzaran altas posiciones. En las democracias más fuertes del mundo, los partidos son de cuadros dirigenciales, donde se busca seleccionar hombres y mujeres capaces de gobernar o legislar, según sea el caso, y no meros recitadores de consignas y slogans vacíos de contenido.
La formación de Cambiemos es un paso positivo por la incorporación de muchas personas nuevas a la vida pública, junto a otros que tienen más tradición partidaria.
El Frente Renovador y la posible renovación del PJ puede conformar otra coalición capaz de formar parte de un sistema político competitivo y por otro lado la conformación de un centro izquierda democrático puede ser un elemento que complemente una adecuada oferta electoral.
Todo esto requiere que los agrupamientos se concreten en función de propuestas que nos inserten en el siglo XXI, dejando la historia para los historiadores. Juntarse en función del pasado, algo que tienta a los mayores de sesenta años, sería un error. Como en otros tiempos mejores, de las crisis se sale mirando para adelante.