Cuatro estadounidenses, entre ellos dos soldados, murieron ayer en un atentado con bomba reivindicado por los talibanes en la mayor base militar de Estados Unidos en Afganistán, situada cerca de Kabul.
“Un kamikaze mató a dos soldados estadounidenses y a dos contratistas estadounidenses” en la base aérea de Bagram, informó el secretario de Defensa, Ashton Carter.
“La explosión hirió a otros 16 soldados estadounidenses y a un soldado polaco que participaba en la misión de la OTAN” en Afganistán, agregó el funcionario estadounidense.
El ataque se produjo en plena ofensiva de los insurgentes islamistas en todo el país antes de la llegada del invierno, que suele ir acompañada de una tregua en los combates.
“Un artefacto explosivo estalló en la base aérea de Bagram”, declaró la OTAN, tras el ataque.
El portavoz de los talibanes, Zabihula Mujahid, reivindicó el ataque en la base, y afirmó haber infligido “fuertes pérdidas a los invasores estadounidenses”.
La explosión evidencia la degradación de la seguridad casi dos años después del fin de las operaciones de combate de la OTAN en Afganistán y en momentos en que las fuerzas afganas tienen dificultades para frenar a los insurgentes islamistas.
Desde la retirada de la mayoría de las tropas occidentales a finales de 2014, la operación Resolute Support (Apoyo Decidido) cuenta con 12.000 hombres, entre ellos unos 10.000 estadounidenses, que se encargan de formar, aconsejar y asistir a los soldados afganos en su lucha contra los talibanes y el grupo Estado Islámico (EI).