Cuatro décadas y una gira por cuatro ciudades

Cuatro décadas y una gira por cuatro ciudades
Cuatro décadas y una gira por cuatro ciudades

En el año que cumplí los 40,  acordamos con dos  amigos, Rodrigo López y Rodrigo Bonilla (que también redondeaban las cuatro décadas), festejar con  un viaje y volver a encontrarme con Fede Samartano, un amigo de la infancia que vive en Madrid desde hace años. Hasta allá partimos, en el otoño de 2012.

Fede nos pasó a buscar en auto alquilado por Barajas y los cuatro nos trasladamos directo a la medieval y acorazada Toledo. La ciudad entera es un museo al aire libre y se percibe en cada escalera que sube hacia los castillos. En mi caso, quedé exhausto, pero lo valió. 
Luego de dos días, seguimos viaje a los paisajes hermosos de Torrevieja, en Alicante, donde caminamos por las playas mediterráneas y por su famoso puerto.

El itinerario se iba planificando mientras transitábamos las rutas. No teníamos nada demasiado prefijado pero desde el principio la meta era visitar Barcelona, donde nos instalamos otros tres días, para hacer una especie de previa de Madrid.

Pero mientras hacíamos el carreteo de bares, los cuatro decidimos casi compulsivamente volar a Londres a través de una de las aerolíneas menos recomendables y criticadas pero de las más baratas de Europa: la irlandesa Ryanair.

Fue toda una aventura: compartimos el vuelo con cuanto inmigrante legal o ilegal se paseara por el continente. Era un circo de colores y la tripulación no podía ser más pintoresca. Mientras nosotros entrábamos por las escaleras de la cola, otros viajeros salían por la cabina.

Éramos pasajeros de tráfico intenso y riesgoso. Es la cara oculta del "low cost". Mientras volábamos por el Canal de la Mancha nos enteramos que cada avión sale con el combustible justo. Si ocurre alguna emergencia, algún desvío imprevisto, no tendrá otra opción que estrellarse. Ooooops. 

En fin. Londres fue muy impactante. Como teníamos poco tiempo, alquilamos al principio los pintorescos "city tours", que te pasean por las bateas de los routemaster, los buses rojos de dos pisos. Fueron tres días muy ajustados e intensos pero con varios paseos iconográficos para mí, un beatlemaníaco incurable.

Visitamos Abbey Road  y con mis amigos nos sacamos la típica foto de la famosa tapa del álbum de 1969.  También fuimos a ver el musical "Les Miserables", aunque sólo pudimos conseguir una entrada de 160 libras, ¡Carísima! Al final, no sabía qué era más impactante; el musical en sí o el espectacular Queen's Theatre, una joya arquitectónica inaugurada en 1907, en el corazón de West End.

Es muy recomendable alquilarse un cuarto en algunos de los hotelitos de Norfolk Square, cerca de la estación Paddington y Hyde Park, donde casi ni ves ingleses, un tip al que se le puede adjuntar comer en el barrio Chino, con restaurantes de menú libre a 9 libras por persona.

El recorrido fugaz también incluyó el Soho y su agitada movida de discotecas y bares y de bandas buenísimas de todo tipo tocando en las veredas. En uno de los boliches gays más famosos, recuerdo haber visto un cartel que decía que cada viernes allí actuaba el cantante pop libanés Mika. Un nivel...

Pero dejamos esa ciudad rockera, multiétnica e hipnotizadora, para volver a Barcelona y de allí tomamos el tren de alta velocidad, el AVE, a Madrid, para unir las dos ciudades en dos horas y media. Un flash de confort y tecnología, directo al aeropuerto.

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