Los recuerdos de Jorge Julio en el fútbol mendocino comienzan en aquella casa grande de seis dormitorios de la calle República del Líbano, apenas a media cuadra de la cancha del Atlético Palmira. Aquel hogar de los primeros sueños, proyectos y desafíos que el popular Turco recién llegado de Junín, entonces compartía con el Flaco Zuvialde, el Loro Allende, el Reca Traverso, el Ruso Dubrowszczyk y Chiche Lutman, los jugadores que había traído a Mendoza al asumir en 1969 la DT de los Aurinegros del Este, cuando sinceramente era un ilustre desconocido.
“Aquél resultó un año duro y difícil. El club no tenía un peso, se atrasaba en los pagos y se cobraba salteado. Vivíamos con lo justo, muy apretados, con muchas carencias y necesidades, pero rodeados de un pueblo maravilloso como el de Palmira. Los vecinos y pequeños comerciantes nos ayudaban con mercadería que guardábamos en una pequeña alacena, porque nos traían de todo: café, azúcar, galletas, sal".
"Hacíamos de comer en una vieja olla donde echábamos el arroz o los fideos, las papas y la verdura. Los pucheros y guisos que nos habremos comido cuando el carnicero del barrio nos convidaba algún pedazo de carne. Cada uno se lavaba la ropa y arreglaba su cuarto cada mañana. Como no teníamos ni para el carbón o la leña, cuando hacía frío calentábamos la estufa con pedazos de cubiertas usadas que nos regalaba un gomero que vivía frente al estadio. En ese ambiente de privaciones y necesidades, pero también de mucho esfuerzo, solidaridad y amor propio, se forjó aquel increíble equipo que me marcó para siempre y que me abrió las puertas del fútbol mendocino. Por eso tengo de aquel plantel el mejor de los recuerdos, de todos quienes lo integraron".
"En el campeonato local de 1969 ocupamos un honroso tercer puesto, con 29 puntos detrás del campeón Gimnasia y Esgrima (39) y del sub campeón Independiente Rivadavia (38). Después llegó la hazaña de la Copa Argentina, cuando eliminamos a Independiente de Avellaneda tras dos partidos inolvidables (3 a 1 y 2 a 2), hasta que aquel Lanús de Ramón Cabrero y los Albañiles Silva y Acosta nos derrotó en una instancia decisiva”, cuenta el Turco cuando evoca su primera temporada como entrenador en Mendoza, donde dirigió durante 40 años, hasta 2009, sin faltar un solo día.
Julio íntimo
Jorge Julio, que el próximo martes 9 de julio cumplirá 80 años de edad (09-07-33), nació y creció en el barrio de Las Morochas en Junín, Provincia de Buenos Aires, a pocas cuadras del centro, de la cancha del club Sarmiento, el más popular de la ciudad y de la quinta de los Suárez, donde los chicos se trepaban a los árboles y robaban fruta en las horas de la siesta, según su nostálgico relato.
Su familia tenía un almacén de ramos generales y su papá, José Julio, también trabajaba en el ferrocarril, aunque falleció muy joven, cuando Jorge tenía apenas dos años de edad, por lo que el rol de padre lo asumió su hermano mayor, Alfredo. Eran cuatro varones y una mujer: Alfredo, Ángel, él, Domingo y Rosa.
Entre sus testimonios de vida, con aspectos poco conocidos porque nunca los había contado, Julio trae a la memoria a su mamá -María Saba- a la que nombra con especial cariño y ternura como “mi querida Turca”, la persona que más lo alentó y protegió cuando de niño empezó a jugar al fútbol: “En aquellos años sentía una profunda admiración por Taqueta Horacio Barrionuevo, mi ídolo de pibe, un número diez de Sarmiento, que después se fue a jugar al Nantes de Francia. Yo empecé en las inferiores de Defensa Argentina, donde llegué a jugar en el mediocampo en Sexta y Quinta división. Pero nunca fui un gran futbolista. Sinceramente era un desastre, salvo para mi querida Turca, porque mi viejita insistía en que yo tenía condiciones e iba a ser una gran estrella".
"Nunca lo fui porque nunca pasé de ser un jugador bastante mediocre, apenas uno más del montón. Del personaje que más me acuerdo es de Osvaldo Zubeldía, que trabajaba en un negocio de comidas y repartía viandas cuando nosotros jugábamos a la pelota en un campito. Se paraba y nos miraba en silencio, hasta que un día desapareció porque se había ido a jugar a Vélez Sársfield. Con el tiempo, cuando progresé como entrenador, nos encontramos un par de veces y siempre conversábamos de manera muy amable. Lo cierto es que empecé a dirigir muy joven en las inferiores de Defensa Argentina, cuando tenía 28 años, y en 1961 logré mi primer título en una Cuarta que jugaba muy bien. Nunca imaginé la larga trayectoria que desde entonces desarrollaría como técnico, y que con el tiempo me llevaría a trabajar con muy buenos resultados en Mendoza, en mi opinión la plaza más importante del interior del país en los ‘70 y los ‘80”.
Jorge Julio cumplió en su ciudad natal la etapa inicial de su exitosa carrera como entrenador, en la que se consagró campeón de Primera División con los clubes Defensa Argentina y General Viamonte, de la localidad del mismo nombre, a 50 km de Junín. También dirigió a la selección de fútbol de la Liga Deportiva del Oeste en el Campeonato Argentino, de cuando anualmente se disputaba la tradicional Copa Adrián Béccar Varela.
Los títulos
Cuenta el Turco: “Cuando tenía 18 años falleció mi mamá María, por lo que mi hermano Alfredo, que era el mayor, se hizo un poco cargo de todos nosotros. Busqué empleo en una zapatería muy grande del centro de Junín y hacía el reparto del calzado, que se había arreglado, en una bicicleta con canasto, hasta que a los 16 años ingresé al ferrocarril, donde trabajé en los talleres, que era el área más numerosa e importante, donde me relacioné con Luisito Artime y su papá, que habían llegado justamente de Mendoza.
Esos años también actué como dirigente gremial en una época en que resultaba bastante difícil representar a los trabajadores por la situación que vivía el país y porque existía mucha censura. En esos tiempos el dirigente gremial era clasista porque era más pobre que el trabajador que representaba. Por mi forma de ser y de pensar, por ser frontal y combativo, estuve preso en más de una oportunidad, pero nada cambió nunca mis ideales o principios.
En 1968 llegaron a Junín los dirigentes Manuel Cossio y Ángel Torti, con la intención de cerrar los pases del arquero Cambareri, Allende, Traverso y la China Oscar Ayala, al Atlético Palmira. Cuando comentaron que seguían viaje a Rosario para contratar a César Castagno como entrenador, el secretario de la Liga, de apellido Ravadán, me recomendó a mí: “¿Para qué van a ir tan lejos si acá hay un fenómeno que está para dirigir en Buenos Aires?”.
Cuando averiguaron mis antecedentes me ofrecieron el cargo y a los diez días ya estaba viajando en auto a Mendoza, en un Renault Gordini que había recibido como premio por clasificar a la Liga Deportiva del Oeste al Campeonato Argentino. Dejé mi ciudad, el ferrocarril y mi familia para iniciar un nuevo ciclo que nunca imaginé sería tan prolongado y exitoso”.
Recuerda que luego de dirigir al Atlético Palmira en 1969-1970, se incorporó al Club Atlético San Martín donde en 1971, en el lapso de una semana, su equipo se clasificó para el Nacional de ese año y el siguiente de 1972 como vencedor del torneo de “Los Cuatro”, All Boys de Santa Rosa, La Pampa, y Andes Talleres, el último campeón. En 1975 y 1979 resultó campeón con los Albirrojos del Este, entidad que dirigió en los Nacionales del ‘74 (ganó los nueve partidos que jugó como local) y del ‘76.
En el ‘72 terminó cuarto con 30 puntos en el Deportivo Maipú, con un prolongado invicto de quince fechas, y en 1973 aceptó el desafío de dirigir a Independiente Rivadavia, de donde se desvinculó por razones particulares luego de la primera rueda. En 1977 logró su primer título con Gimnasia y Esgrima, donde volvió a ser campeón en 1982 y en 1986, este último año en condición de invicto, con ocho triunfos y cuatro empates. En 1981 lo hizo en Andes Talleres, temporada en la que regresó al Lobo para dirigirlo en los Nacionales de ese año y de 1982.
También en el Sur
En 1983 inició su exitoso ciclo en Pedal Club de San Rafael y en 1985 llegó al Deportivo Guaymallén, equipo que bajo su conducción en 2000 se clasificó campeón por primera vez en su historial. Entre 1987-1988 asumió como coordinador de las divisiones inferiores del club Leonardo Murialdo, con la satisfacción de que la categoría de 14 años trajo el título del Mundialito realizado en Mar del Plata.
Entre el ‘89 y el ‘91 regresó a Pedal Club para ser nuevamente campeón, y tiempo después trabajó incluso con igual eficiencia en Huracán y Deportivo Balloffet de San Rafael. En 1994 volvió a su querido Atlético Palmira, donde salió en andas de la hinchada y con lágrimas en los ojos la tarde que lo llevó nuevamente a la Primera División como campeón del ascenso.
Entre el ‘95-’96 vivió otro regreso glorioso al hacerse cargo nuevamente del Atlético San Martín. En la década de 2000 resultó campeón dos veces más con el Deportivo Guaymallén al igual que con Juventud Unida Universitaria de San Luis, al que clasificó al Argentino A, llegó a una final con Cipolletti, en la época que ascendió Aldosivi de Mar del Plata, y perdió un título en los escritorios con la Asociación Atlética Luján de Cuyo, después de aquel polémico partido ante Tiro Federal de Rosario en el Argentino A, cuando no había perdido un solo encuentro.