Santiago Tavella
,
Ricardo
y
Roberto Musso
iban al mismo colegio. Pero no se conocieron hasta cuarto año, cuando los presentó un amigo en común. O en rigor de la verdad: cuando les dijo a los hermanos Musso que un tal Tavella quería integrar la banda que agitaban en el garaje de su casa.
“Era una cuestión de capricho”, asume a la distancia, Santiago Tavella, cuando piensa en el origen del Cuarteto de Nos, el clan que integra desde hace más de tres décadas.
-Claro, era el sueño del pibe...
-En realidad todo quedó ahí. Recién cuando terminamos la secundaria, un día cayeron a casa para mostrarme las canciones que tenían. Eran versiones de los Beatles.
-¿Ya estudiabas música?
-Había empezado a estudiar pero muy rudimentariamente.
Los tímidos y adolescentes coqueteos con la música tenían una razón: Tavella se llevaba mejor con las artes visuales. “A los doce comencé a tomar clases de pintura con un maestro importante. A esa edad yo pensaba que ya era un adulto (risas), así que, en esa época y hasta una edad más avanzada, tenía muy definido que mi orientación venía por el lado de las artes visuales. Tenía el grupito con Robertito y Ricky porque era súper divertido pero eso fue el germen de hacer cosas en serio de manera divertida”.
Pensamos: ¿de qué otra materia sino de humor podía estar constituida la piedra fundacional del Cuarteto de Nos? El asunto fue caer en la cuenta de que el círculo festivo se podía ampliar puertas fuera de las zapadas de entrecasa. Tavella, el memorioso: “Al principio pensábamos que aquello que a nosotros nos parecía divertido en realidad no le interesaba a nadie (risas)”.
Pero siguieron tocando, mientras cumplían con el mandato familiar de estudiar una carrera universitaria: Roberto, ingeniería; Santiago, arquitectura. Todo Uruguay era dictadura.
-¿Por qué elegiste arquitectura?
-Porque no había una escuela de bellas artes en Montevideo y tenía que estudiar algo. La arquitectura era un tema que interesaba mucho, incluso antes de ir a la facultad. Empecé en un momento difícil, como estábamos en plena dictadura, toda esa arquitectura moderna que tanto me gustaba -Le Corbusier, Brasilia- estaba siendo cuestionada. Algo de eso está plasmado en la muestra.
Este catálogo (recientemente inaugurada en el Centro Cultural Recoleta) no sólo muestra una de las facetas menos conocidas de este uruguayo sino que, además, le permite conciliar, a través del color y las formas, sus “conflictos internos”.
-¿Catarsis, digamos?
-En definitiva, cuando uno es creativo, lo que hace es volcar sus vivencias en producciones simbólicas, sean éstas puras o fusiones.
-Volcarlas en canciones, por ejemplo...
-Siempre nos preguntan qué fue lo que nos llevó a hacer tal o cual canción; si lo que dicen las letras es verdad. Tal vez no sea verdad rigurosamente pero sí remiten a algo que nos pasó o sentimos, en un algún momento.
En el caso de Tavella, el registro emocional de la experiencia (inmejorable musa) recorre varios caminos: la composición, las artes visuales y la escritura. Porque el integrante gracioso del Cuarteto de Nos (basta verlo en vivo para comprobar su talento para el stand up) tiene un “librito” editado: “Yo a este lo ablando hablando”. “Es un libro muy musical: cuando lo leés en voz alta aparece el juego de palabras”.
Esa búsqueda lúdica, en la familia de las figuras literarias tiene un nombre: antanaclasis (del tipo “elsa lame el salame”).
-¿Cuándo comenzaste a jugar con palabras?
-Hay una anécdota curiosa y divertida sobre eso. A fines de los ‘80 era el chiste interno de la barrita de amigos; por eso íbamos anotando y recopilando estas ocurrencias aunque no sabíamos bien qué tipo de figura literaria era. A mediados de los ‘90 cuando hicimos el video de "Otra Navidad en las trincheras" (N de la R: el disco más vendido en la historia del rock uruguayo), llamamos a Elvio Gandolfo (escritor, traductor y periodista argentino radicado en Uruguay) para que explicara ésta y otras figuras retóricas. Tiempo después, buscando por el lado de las artes visuales, me enteré que Marcel Duchamp usaba esta figura (‘calambur’, en Francia) para nombrar sus cuadros.
Santiago Tavella es amigo de las palabras. Le sobran anécdotas. De aquellos años datan sus primeras performances, moldeadas con diálogos grabados y proyecciones con los textos. Muy pronto, los juegos de palabras se instalaron en los escenarios del Cuarteto. “La gente se doblada de risa. Hasta que en 2004 sentí que los diálogos me pedían un libro”.
-¿Te hablaban?
-Sí (risas). Me decían: “¡Queremos un libro!” (risas). El material fue editado por Yauguru y cinco años después lo reedité por Santillana (N de la R: el libro sólo se consigue en Uruguay).
El tono jocoso del bajista comprueba aquello que se intuye en los recitales en vivo: Tavella, esencialmente, es un tipo divertido.
-En los recitales sos el que aporta el toque de stand up...
-Sucede que, a veces, cuando estamos sobre el escenario, me dejan cosas servidas en bandeja. Imaginate que no voy a dejar pasar la oportunidad de gastar a Robertito. Él ya está acostumbrado, sabe que no se va a librar tan fácilmente (risas).
-¿Tienen guiños previstos?
-Hay algunas cosas que, más o menos, están pautadas pero otras que simplemente ocurren. Como eso de tratarlo de usted y de contarlo algo de manera ceremonial; algo, que en realidad es una pavada.
-“Pavadas” acorde a sus recitales, que son aptos para todo público. ¿Siempre tuvieron tanta llegada en el público joven?
-No es una cosa nueva. Cuando en el Uruguay nos hicimos masivos, allá por el ‘94, uno de los principales componentes de esa masa eran los ‘chiquilines’. También sucedía que, en ese momento, éramos una banda más pop y transgresores en el lenguaje. Creo que, más allá del vocabulario o el lenguaje, las rimas tienen un impacto fuerte. Esta es la parte en que debería decir: “Sucede que nuestras rimas son muy buenas” (risas).
-Hablás de los ‘90 y me pregunto cómo eran esos primeros toques fuera de Uruguay.
-Tirando al arco, pateábamos en el palo. Por esa época cruzábamos a Buenos Aires y dábamos recitales para no más de 80 personas. Todo cambió a partir de “Raro” (2006), disco que marca un nuevo período en la historia de la banda. Aunque seguimos siendo los mismos, las canciones y la forma de trabajar -acaso más profesional- marcaron un quiebre. A partir de ahí, decidimos seguir en ese plan. Siempre creí -y creo- que, desde todo punto de vista, hay que tirar a más. Cuando llegás a algo y repetís la fórmula, ese proyecto tiende a caer.
Después de “Raro”, el Cuarteto de Nos editó
“Bipolar” (2009)
y
“Porfiado” (2012)
, creando una suerte de tríptico que los posicionó como una de las bandas más sólidas del Río de la Plata. Incluso lograron la hazaña de llevar a Uruguay dos Grammy Latino (Mejor álbum pop rock y Mejor canción de rock).
-¿Cómo los modificaron interiormente los Grammy?
-Son el resultado de un proceso. Hay casos de artistas en que el éxito les viene y no saben de dónde, y por eso se marean. Pero a nosotros, todo nos costó mucho. Cuando sacamos las cuentas los Grammy no sólo son el resultado de buenos discos (“Raro” y “Bipolar” también estuvieron nominados) sino de todo el trabajo y el tiempo que invertimos. Seguimos siendo unos muchachos de barrio.