Horas después, Gualeguaychú retoma su ritmo lentamente. ¿Fueron 130, 150, 200 mil los que dieron "presente" en el Hipódromo? Quién sabe. Oficialmente, se dice menos. El pulso de los lugareños calcula más, pero nadie puede comprobarlo. Lo cierto es que el fenómeno Indio llegó y desató mareas humanas que caminaban sin cesar, sin detenerse rumbo al predio elegido. Y lo llenaron en todas sus 16 hectáreas, más los aledaños, calles, techos... La potencia del sonido cubrió por completo la ciudad, lo que multiplicó la presencia en cada ventana abierta hasta más allá de la medianoche.
A media mañana de ayer ya se habían ido los 1.700 colectivos que ingresaron entre viernes y sábado, y no quedaba ninguno de los incontables micros estacionados en doble fila sobre la ruta que une el puente Méndez Casariego con Pueblo Belgrano. También se fueron las 4.000 combis y los 20.000 autos, motos y camionetas que llegaron sólo para el recital. El operativo de tránsito, ejecutado entre el municipio y la Policía, fue impecable. No hubo accidentes importantes y, aunque a paso de hombre durante varias horas, se pudo entrar y salir de la ciudad.
Poco a poco, se levantaron los puestos de comida, de remeras, de banderas; a las 10 de la mañana de ayer humeaban todavía algunos puestos de choripán y se desperezaban unos cuantos dormilones dentro de las últimas carpas que quedaban en pie. Zapatillas embarradas, duras como cascotes, aparecían abandonadas aquí y allá. Y miles de bolsas y botellas de plástico se juntaban sobre el borde de las calles, bajo el cordón de la vereda. Tránsito, Espacios verdes y Limpieza municipal trabajaban como si fuera lunes, procurando volver todo a su lugar. Y se estima que seguirán así hasta el miércoles para dejar todo a punto antes de la nueva oleada de visitantes (aunque menos) en Semana Santa.
Quedan las historias, las sensaciones, los colores. Queda una ciudad entera desordenada, pero perfectamente en pie, mal que le pese a los agoreros. No hubo un pony asado a la parrilla.
Nadie quemó el Cristo del Parque (como voceaban algunos). Nadie hizo fuego al pie de los árboles (aunque sí, en las avenidas, los canteros, las veredas…). Claro que sí hubo algunos accidentes menores de tránsito, algunos robos (tres Toyotas robadas, una casa desvalijada y varios arrebatos en vía pública, que no necesariamente se deben ligar al recital con relación causal). Pero la sensación del domingo entre los gualeguaychuenses era "fue más tranquilo de lo esperado".
Lo más triste: la muerte de un hombre de 40 años durante el recital (infarto masivo). Lo difícil: soportar el barro, pegajoso, que impidió los saltos en el pogo. Lo mejor: los 150 ó 200 mil gritos de alegría.