Cuando la violencia y la anomia conforman un cóctel explosivo

El Estado debe esforzarse en poner freno a los recurrentes ataques a los centros de salud, que ponen en peligro a los prestadores de servicios y a los pacientes. Porque los mismos tienen que ver con esos estallidos y saqueos que hoy proliferan a lo largo

Cuando la violencia y la anomia conforman un cóctel explosivo

Resulta en sí violento y subleva todo discernimiento posible pensar que un trabajador vaya a cumplir con sus obligaciones diarias y termine siendo agredido por uno o más desalmados, a veces drogados, a veces en pleno uso de sus limitadas facultades. Pero, lamentablemente es lo que ha ocurrido en distintos centros de salud del Gran Mendoza en menos de 10 días, al terminar noviembre y en el comienzo del mes en curso. En algunos episodios fueron amenazas, intimidaciones, y en otros se llegó a las vías de hecho.

Uno de los casos se produjo en el centro sanitario del barrio La Estanzuela (que en realidad se llama Dolores Prats de Huisi), en el oeste de Godoy Cruz, donde un médico de guardia y una señora aplicada a tareas de limpieza del local fueron golpeados por 2 malvivientes, que les provocaron lesiones que merituaron la atención en otro centro médico. El establecimiento no estaba abandonado a su suerte, sino que se ubica al lado de la comisaría barrial, situación que aún confunde más, ya que el sano juicio indica que esa condición de vecindad estaría otorgando implícitamente seguridad a la dependencia atacada.

Frente a esos hechos, la situación de rebelión y demanda de algunas policías plantea un delicado y preocupante cuadro para el ciudadano que quiere vivir tranquilo. Además de temer por una situación parecida en el medio, aunque aparentemente no habría campo propicio para su reproducción en nuestro territorio, en cambio están en proceso vigente estos ataques a centros sanitarios, que ponen en peligro a los ciudadanos más desprotegidos.

Una de las posibilidades analizadas por el gremio de los profesionales de la salud sería desactivar la atención en las unidades de prestación que no cuentan con el necesario control policial y trasladar el servicio a otros lugares más seguros. Quienes se verán perjudicados por una derivación de este tipo naturalmente serán los hogares más humildes, que tienen en la asistencia estatal la posibilidad de atender a sus hijos y a todos los componentes del grupo.

Las autoridades del Ministerio de Seguridad, con el apoyo del área de Salud, tienen que controlar estos desatinos que ponen en peligro a quienes están prestando el noble servicio de atender a la población. Lo mismo debe hacerse con los ataques a ambulancias en determinadas barriadas y debe asegurarse la esforzada atención que presta el servicio de guardia del hospital Central, también blanco de ataques de inadaptados en varias
oportunidades.

Desde estos ataques relatados a los saqueos que han surgido en estos días a lo largo y ancho del país, se puede vislumbrar una profunda crisis de valores por la cual, al dar todo lo mismo, son muchas las personas que se dejan llevar por la corriente y entonces deciden participar en actos ilícitos que en una situación institucional y culturalmente normal no lo harían.

Por eso es que se hace necesario un profundo replanteo cultural para tratar de atacar no sólo las consecuencias, como se viene haciendo, sino para centrarnos en las causas que están reiterando un estado de anomia latente en nuestra sociedad desde las aciagas jornadas de diciembre de 2001, que sólo está esperando el momento para proseguir con sus estragos.

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