La globalización ha creado nuevos mercados, coaliciones, alianzas, formaciones y relaciones sociales de alcance internacional, donde se incluye la actividad cultural, el arte, el espectáculo, el entretenimiento, los que se expanden más allá de las cada vez más porosas fronteras nacionales.
La diversidad de actores e interesados hacen muy dificultoso que las autoridades locales puedan dar un ordenamiento satisfactorio a sus múltiples manifestaciones y cumplir su rol esencial de proteger y velar por su comunidad.
Frente a ello, han surgido diversas iniciativas, principalmente de organizaciones de la sociedad, como la de desarrollar la RSC (Responsabilidad Social Corporativa) como mecanismo para minimizar los problemas negativos
La RSC engloba el conjunto de responsabilidades que la empresa asume ante la sociedad. Se vincula con diferentes contextos: económico, social, medioambiental y, desde luego, los usuarios, o "stakeholders", frente a los cuales la empresa es responsable. Muchas de las acciones son ejemplos a seguir, aunque otras asociadas a una peculiar "filantropía empresaria", no pocas veces, en nuestros países representan tan sólo otra modalidad del negocio.
En un análisis de mayor profundidad, la responsabilidad social es más que una nueva función empresaria, es un constructo social, en el que todos deben participar aportando sus conocimientos, capacidades e intereses, para evitar efectos nocivos individuales y sociales.
Este tipo de políticas no responden a una obligación legal, sino que son voluntarias e implican un planteamiento de estrategia empresaria, pero que informa la totalidad de la gestión del día a día y por ello debiera conformar el sistema de la toma de decisiones y de las operaciones de toda la organización, creando valor en el largo plazo.
Un aspecto no muy estudiado de la globalización lo constituye la emergencia del espectáculo, con la incorporación del público al acto artístico, deportivo o incluso en celebraciones particulares, en los que éste pasa a desempeñar un papel no menor dentro del show. La presencia de una multitud, en un espacio y tiempo determinado, unificada por una vinculación emocional con el artista o deportista, puede imponerse a la conciencia individual dando lugar a comportamientos colectivos más emocionales que racionales. Y también merecen atenta consideración las relaciones que se establecen entre los protagonistas del espectáculo artístico o deportivo y aquellos que lo miran, escuchan o "lo viven".
Dado que aquellos pueden inducir, provocar o aun generar reacciones o conductas potencialmente peligrosas para todos.
Frente a una extensa serie de grandes tragedias ocurridas en ocasión de espectáculos artísticos o deportivos, desde aquella puerta 11 del Estadio de River Plate a la disco Cromañón en Argentina o del Estadio Nacional en Perú a la aún humeante discoteca Kiss en Brasil, es preciso advertir que en varios casos han ocasionado más víctimas que tragedias causadas por la naturaleza.
Es claro que hay una responsabilidad primaria, inexcusable, de la autoridad administrativa y estadual. Si bien muchas normas regulan obligaciones respecto a la estructura de los inmuebles frente a contingencias como incendio, terremoto, etc., es preciso garantizar su efectivo contralor y cumplimiento. Por lo que completar los requerimientos de seguridad para proteger y garantizar la vida e integridad de personas y bienes es necesario, de acuerdo con la naturaleza peculiar que toman estos eventos hoy.
Otro aspecto a considerar y regular es el conductual, que se manifiesta en la prevención y control de acciones violentas y de vandalismo, como las usuales en los estadios de fútbol, donde se atiende la presencia de individuos y la introducción de elementos "potencialmente peligrosos". La respuesta a esto excede la vigilancia policial o las tecnologías digitales de localización e identificación de "barras bravas" u otros violentos, y debiera alcanzar a sus relaciones con "negocios irregulares" y vinculaciones con dirigentes deportivos o políticos.
El incendio de la disco Kiss no sólo afecta a todos los países de la región por la solidaridad y sentido humanitario de nuestra población, sino que revive con dramática intensidad las pérdidas y el dolor de la tragedia de Cromañón. Y es también doloroso que esta no hubiera servido para evitar otras situaciones dolorosas y dolosas en nuestro vecindario.
Lo que quiero señalar con claridad es que la responsabilidad de un espectáculo, evento deportivo o show alcanza también y fundamentalmente a los protagonistas: artistas, deportistas, etc. El reconocimiento de la banda que animaba el show en Kiss no debiera quedar solo como una expresión de dolor y arrepentimiento, sino que debiera ser parte de las obligaciones que éstos asumen cuando se comprometen en un espectáculo de esta naturaleza.
El acto artístico o deportivo no culmina con su ejecución, alcanza el contexto donde tiene lugar y a todos aquellos que de un modo u otro participan de éste.
El análisis de las eventuales consecuencias peligrosas o negativas que pudiera causar la actividad no solo corresponde a autoridades y empresarios, sino que es inexcusable la responsabilidad del artista, deportista o protagonista del encuentro. Podríamos decir que hay que generar una responsabilidad social artística o deportiva que comprometa a todos los actores del espectáculo.
La razón final de proponer pensar y desarrollar esta responsabilidad social artística es que, más allá de preservar el ámbito de libertad irrestricta de la creatividad individual, debiera establecerse con claridad cuando sus efectos devienen en sociales y afectan a grupos o colectivos. La causa central de la Responsabilidad Social Artística es de naturaleza ética. Lo que exige adoptar en forma explícita y permanente claros criterios de comportamiento de manera continua, que tengan en consideración valores esenciales del público participante, que en este caso reemplaza al usuario e interesado de la actividad económica.
Esto debiera constituir un factor no menor en el desarrollo de las capacidades de resilencia que el mundo actual exige tanto a países como a la comunidad internacional.