Con la humanidad confinada entre muros debido al coronavirus, conmemoramos un hito que desafió límites y distancias e hizo eco en el planeta. Esta semana se cumplen 110 años de la inauguración del túnel trasandino, el de mayor altura en todo el mundo.
En la revista porteña Caras y Caretas leemos al respecto: “Minutos después de las 12 m. del día 3 del corriente, salió de la estación Retiro el convoy que condujo al ministro de obras públicas, señor Ezequiel Ramos Mexía, y comitiva a la inauguración del túnel de la sección chilena del ferrocarril Trasandino (… ) A las 11.10 de la mañana del día siguiente llegaron los ingenieros a Mendoza. Los representantes de los poderes públicos de la provincia les saludaron en el andén de la estación. Una hora más tarde el tren siguió viaje”.
Tras dejar atrás “Las Cuevas” la comitiva argentina se reunió con la chilena al comienzo de “Los Caracoles”. Allí se realizó un emotivo acto que comenzó con los himnos de Argentina, Chile e Inglaterra, gran artífice económico de la hazaña. “Uno de los espectáculos más simpáticos de la ceremonia, lo ofrecieron, sin duda, los obreros del túnel, quienes, en número de mil quinientos se asociaron a la fiesta de la confraternidad chileno argentina”, leemos en el mismo texto.
La noticia dio que hablar al mundo. El periódico madrileño “El Día” le otorgó espacio en su portada del lunes 2 de Mayo de 1910 y bajo el título de “El trasandino, de Buenos Aires a Valparaíso” señaló:
“Ya no es aspiración, sino que es un hecho. No es un proyecto, sino realidad tangible. Para esta obra, más que magna, colosal ha sido preciso: primero el acuerdo de las repúblicas; después la combinación de los técnicos de ambos países para el desarrollo de sus respectivos proyectos, a fin de converjan en el punto indicado para la interacción de las dos líneas, luego de montones de oro para sufragar tan cuantiosos gastos; más tarde esfuerzos enromes de multitud de obreros, auxiliados por la mecánica (… ) la ciencia venció a la naturaleza. Y aquella barrera altísima, que parecía desafiar al cielo, y como que quería indicar al hombre qué ni la salvaría ni la vencería, fue perforada de parte a parte, para dar paso a los gigantes de hierro, que devoran carbón y respiran humo”.
Lamentablemente este logro colosal que nos colocó en la vanguardia mundial hoy es sólo un recuerdo del país que fuimos. Aquellos “gigantes de hierro” que supieron surcar los caminos de esta patria, gracias a la visión y el esfuerzo de dos grandes generaciones argentinas, dejaron de rugir totalmente en los años noventa del siglo pasado. Desde entonces, la clase dirigente se dedicó a generar pobreza para luego alivianarla a través de planes sociales, reteniendo así millones de votos.
Lejos están los actuales dirigentes de los hombres que realizaron cambios estructurales para incentivar la producción y el trabajo Argentina, hay una distancia infinita entre quienes construyeron vías por todo el país y aquellos que actualmente las “tapan” con espantosas bicisendas o ciclovias, sin respetar siquiera la historia de esos maravillosos rieles.
A nuestra permanente crisis, a la inoperancia de un Estado enorme que vive a costas de impuestos insostenibles sobre la espalda de una clase media a la que desprecian públicamente, se sumó una Pandemia. El resultado puede ser verdaderamente catastrófico, con estructuras económicas carcomidas durante décadas por una clase dirigente corrupta -como demuestran muchas causas- e inoperante. Nunca está de más recordar que no siempre fue así y que alguna vez estuvimos en manos de gente que tomó seriedad al pueblo argentino, madurez que debemos exigir hoy más que nunca.
