Cuando los animales crean nuevos horizontes

La Asociación La Celia, integrada por profesionales y padres de chicos con discapacidad, cuenta con sedes en Eugenio Bustos y La Consulta para el tratamiento terapéutico con caballos.

Cuando los animales  crean nuevos horizontes
Cuando los animales crean nuevos horizontes

Lázaro (14) se transforma cuando monta al caballo. Prefería las primeras clases, cuando lo dejaban usar la montura, "porque era más fácil". Sin embargo, no puede disimular la sonrisa que salta a su rostro cuando el animal comienza a andar y desde las alturas desparrama besos y saludos a sus terapeutas. "No se quiere perder una sesión. Yo creo que aquí se siente libre", confía su mamá Fany Sosa y se le iluminan los ojos.

Al igual que Lázaro, unos 40 niños y jóvenes de San Carlos con distintas discapacidades encuentran en esta hora semanal la estimulación, el contacto con la naturaleza y la dosis de energía que necesitan para fortalecerse física y emocionalmente. Pero las terapias en la Asociación de Equinoterapia La Celia también tienen mucho de vivencias compartidas, de mateadas bajo el radiante sol de la siesta y de lucha colectiva.

Esta entidad sin fines de lucro nació en 2006 por el sueño de un grupo de amigas sancarlinas que percibía la falta de este tipo de tratamientos en el departamento.

"Somos profesionales de la Educación y la Salud (fonoaudiólogas, psicólogas y profes de Educación Física) y cada una se enfrentaba    -en su ámbito laboral- con el dolor de ver que chicos con discapacidades no tenían un espacio terapéutico en San Carlos", expuso María de los Ángeles Sara, la presidenta y motor de la asociación.

Fortuitamente, una de ellas comenzó a acercarse al mundo de la equitación. Fue cuando -a través de cursos y capacitaciones- descubrieron el poder terapéutico de los caballos.

Así nació la entidad en 2006, en el predio que les cedió desinteresadamente y por comodato el Centro Tradicionalista La Celia, en Eugenio Bustos. No podrían haber iniciado su tarea de no haber sido por este gesto y por eso decidieron llevar el nombre de esa entidad.

Pero la institución apuesta a seguir creciendo y hace unos meses abrió una nueva sede en La Consulta, para los pacientes que viven en sitios alejados o que no pueden asistir a su terapia los sábados a Eugenio Bustos. "Recién estamos empezando. Ahora estamos en la campaña de juntar dinero para construir un quincho y sanitarios, como mínimo", acotó Sara.

En esta soleada cancha, cedida por Los Ecarabajos Rugby Club de La Consulta, practicaba con aros y pelotas Lázaro, montado sobre su preferida: la yegua Celia.

Tres colaboradores pasean junto al joven y, mientras intercambian chistes y chimentos, controlan que todo esté en orden. Sin embargo, uno es el terapeuta y quien le indica los ejercicios que debe realizar. "Ésta es la parte que me gusta", grita el chico de Pareditas abriendo los brazos y transmitiendo una inconfundible sensación de libertad.

Gimena (20) al principio tenía miedo a los caballos, pero ahora monta como una verdadera amazona. "No tenemos muchas actividades para que hagan en el departamento. Cuando terminan la escuela especial, se dificulta la integración en otros espacios", opina su mamá, Silvia Maturano.

La mujer no sólo colabora con la cuota de socio para el mantenimiento de la entidad, sino que ha asociado a toda su gran familia para que colaboren y así sea más fácil reunir los fondos para dotar de infraestructura y equipamiento el nuevo lugar. "Todos me gastan, que ellos quieren ver a Gimena corriendo carreras", cuenta la mujer.

Los promotores de este espacio están felices con la magia que cosechó en estos años de vida, pero sostienen que la prioridad es dar una atención de calidad y con resultados. En sus retinas han quedado grabados los momentos en que los chicos perdieron el miedo al caballo, lograron equilibrio, ganaron en motricidad y, sobre todo, en confianza en sí mismos.

Reciben pacientes desde los primeros años y no hay límites de edad. Morena tiene 4 años y un dominio del equino admirable. Sin preámbulos, tomó la mano del instructor y dio un salto para agarrar las riendas. "A los dos años se subió a un caballo y nunca más se alejó. Adora los animales", señala su mamá, quien comentó que la niña era súper introvertida y ahora está "mucho más sociable".

"Nosotros vemos el proceso, cambian al cien por ciento", señala Indira, una de las instructoras que lleva más en la institución. Rodrigo (18) es uno de los orgullos del grupo. Comenzó como paciente los primeros años y hoy abandonó el chaleco amarillo, para lucir el verde de instructor.

Un camino con grandes frutos

Para empezar el tratamiento, los pacientes deben tener una derivación del médico o el especialista, quien también acompañará la terapia. A las dos sedes de La Celia asisten chicos con parálisis cerebral, con síndrome de down, con trastornos del aprendizaje, la atención o de conducta y otras problemáticas. Incluso, hay algunos niños que están bajo programas estatales o judicializados.

"Les hacemos hacer otras prácticas deportivas, pero es el caballo el que hace la terapia. El calor corporal relaja los músculos, ayuda a manejar los impulsos y además colabora con la autoestima, por toda esa sensación de poder, de estar en la altura y manejar al animal", explica la profesora de Educación Física.

El lugar cuenta con especialistas de distintas áreas que acompañan el aprendizaje. Cada seis meses, el paciente debe hacer una consulta con el profesional de cabecera para que éste dé cuenta de cómo avanza la terapia.

Además, la Asociación tiene un gran número de colaboradores ad honorem. Como este trabajo no tiene honorarios, la tarea de estos agentes suele ser rotativa.

"Pero todos dan lo mejor de sí en el tiempo en que están", coinciden los referentes. Un convenio con la universidad virtual Siglo XXI, también les permite recibir a estudiantes universitarios para realizar allí una práctica solidaria que implica un compromiso con la comunidad. "La experiencia ha sido muy gratificante, hemos aprendido mucho", expuso la alumna Shirley Elly.

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