Muchos fueron los sacudones fuertes que hemos tenido los mendocinos, incluyendo los mayores terremotos que sucedieron aquí; desde el más trágico de 1861, pasando por el de Lavalle (1920), el de Villa Atuel (1929) y el último, hace exactamente 30 años.
En octubre de 1894, sucedió un gran sismo en la zona cuyana que produjo graves daños y causó temor a la población por varios días.
Siesta a la mendocina
Aquella tranquila y calurosa tarde del sábado 27 de octubre, cuando el reloj marcaba las 16.35, el suelo se estremeció violentamente e hizo que la mayoría de la población saliera despavorida desde sus viviendas hacia las calles.
Fue muy fuerte. Tanto, que a varios sobrevivientes de la fatídica noche del 21 de marzo de 1861 les hizo recordar aquella horrible sensación de pánico y muerte.
Se vivieron momentos de confusión absoluta entre los ciudadanos, al tal punto que, cuando la gente salió de sus moradas, muchas madres se veían aferradas a sus hijos más pequeños.
Luego del primer movimiento, se produjo otro de igual intensidad, lo que causó aún mayor pánico. Parecía que las casas se caerían de un momento a otro.
Se cayó todo
El epicentro del movimiento sísmico fue al norte de la ciudad de San Juan. Su intensidad se calculó entre 8,6 a 8,9 grados, lo que lo convirtió en el temblor más intenso sufrido en nuestro país. Hubo decenas de víctimas fatales entre los pobladores sanjuaninos y riojanos.
En La Rioja, el movimiento empezó con un fuerte golpe, que destruyó parte de esa ciudad. Los edificios cayeron en todas direcciones envueltos en una nube de polvo que cubrió súbitamente por completo el horizonte.
El temblor comenzó con un movimiento ondulatorio de sur a norte.
La capital riojana tenía en aquel entonces unos 14.000 habitantes. Las casas de adobes y cantos se habían convertido en trampas para sus moradores.
El primer recuento de daños ocasionados y de crónicas posteriores arrojó un panorama desolador. Y se dijo que, de las iglesias, sólo la de Santo Domingo resistió el temblor. No así otros templos y edificios públicos que se desplomaron.
En la provincia de San Juan, el sismo afectó mayormente el norte (como Jachal y Angaco) que dejó como saldo varios muertos y ruinas en ambas localidades.
En la ciudad, el terremoto provocó daños en iglesias, viviendas y edificios. Mientras que en el Albardón y Caucete se cayeron casas, dejando unos 20 muertos.
Escombros y rajaduras
En Mendoza se produjeron destrozos en muchísimos edificios y casas, pero hubo solamente dos víctimas fatales. Las viviendas y edificios públicos sufrieron grietas, derrumbes de paredes y también el desprendimiento de cornisas.
Uno de los edificios más afectados fue el templo de San Francisco. La gran torre del centro había oscilado a la vista de la multitud, con verdadera y notable inclinación; la cúpula última que la corona parecía colapsar, y cuando el sacudimiento terminó y aquella fue observada, se constató que solamente la poderosa construcción pudo mantenerse firme.
La cúpula de la iglesia sufrió la rotura de sus dos arcos y las paredes se agrietaron de tal manera que varios ladrillos quedaron a la vista y otros cayeron al suelo.
Durante los segundos interminables que duró el temblor, las campanas del templo se golpearon sin cesar, lo que hizo aún más tétrico el momento. Otra zona afectada fue la plazoleta Barraquero.
A las 17 y a las 17.30 hubo otros dos movimientos, y nuevamente las calles se abarrotaron de gente. Por ese entonces el miedo era tal que las familias decidieron pasar la noche fuera de sus casas.
Inmediatamente, el gobierno tomó importantes medidas para salvaguardar a la población. La asistencia sanitaria de la provincia acudió a curar a los heridos, también miembros de la Cruz Roja local auxiliaron a los que necesitaban ayuda.
Además, se creó una comisión de auxilio, que prestó su ayuda a las provincias más afectadas por el movimiento telúrico.