Primero ocurrió con la reunión por el presupuesto 2009 entre el presidente Macri y los gobernadores, de mayoría justicialistas. No se firmó ni se acordó nada, más que la voluntad de llegar a un acuerdo. Sin embargo, para seguir conversando era necesaria una foto conjunta a fin de que el FMI y el mundo vieran que se está conversando. Fue un pacto sin firma. Un pacto para la foto y nada más.
Ayer en Mendoza ocurrió otra reunión para la foto entre el gobernador Alfredo Cornejo con Ernesto Sanz y Alfonso Prat Gay, dos de los ministeriables prestigiosos que casi se incorporan a un gabinete remozado de Macri. Algo que al final no ocurrió porque en vez de cambiar ministros sólo se cambiaron los nombres de la mitad de los ministerios, haciéndolos secretarías con rango, de hecho, ministerial.
Dicen las informaciones oficiales que Cornejo, Sanz y Prat Gay hablaron de la situación económica nacional y del debate con los gobernadores del PJ por el presupuesto. Se presume que además de ello deben haber platicado de ese fin de semana donde se decidió el cambio de gabinete y ellos se quedaron sin nada. Pero quizá no haya sido ni una cosa ni la otra, quizá no hayan conversado de nada porque lo mismo da. Lo importante del evento es la foto que dice más que mil reuniones. Y que sólo con verla se la puede interpretar políticamente, por el lugar donde ocurrió (la tierra santa radical), el momento en que ocurrió (el de inicio de la poscrisis, cuando se analiza con algo más de tranquilidad por qué ocurrió la crisis), y los políticos que participaron (radicales que apoyan firme pero críticamente al gobierno nacional. No como Mario Negri que lo apoya sin fisuras o como Ricardito Alfonsín que está desesperado para que el radicalismo deje de apoyarlo).
Los tres piensan que Macri debió efectuar un cambio de rumbo mucho más importante del que hizo. Y que tarde o temprano deberá hacerlo.
Ese cambio de rumbo implica darle sentido político a un gobierno al que le falta gestión (diría Cornejo), estrategia (diría Sanz) y plan (diría Prat Gay).
Y que para eso, de lo que se trata no es de darle más cargos a los radicales sino más protagonismo en las decisiones. Algo que con los cambios efectuados, no está en absoluto garantizado.
Cornejo no tiene dudas de la importancia de la alianza del radicalismo que él preside con Macri, pero más por una visión negativa (lo que se puede evitar) que positiva (una unión a largo plazo).
Hoy lo que más le interesa es que no vuelva el pasado kirchnerista y que el radicalismo forme parte de un gobierno que desde 1928 a la fecha, sea el primero en terminar su mandato. No lo une con Macri el amor pero tampoco el espanto, sino el pragmatismo.
Sanz se siente conceptualmente más identificado con Macri que Cornejo ya que es uno de los padres de la criatura llamada Cambiemos, pero le critica al presidente lo mal que anda la política. Y cree -igual que Cornejo y Prat Gay- que Marcos Peña, al haberse transformado en el alter ego de Macri, hoy debería pagar su desgaste propio y el del presidente, para así cubrirlo a éste. Que para eso los ministros son fusibles.
Sanz considera que cuando Macri se decida a nombrar un nuevo jefe de Gabinete, éste más que de la confianza personal del presidente debería ser una especie de primer ministro con autonomía política para que tenga autoridad política. Sanz, jamás lo dirá, muy probablemente se imaginó, desde el inicio del gobierno, como ese jefe de Gabinete independiente (también se lo imagina Cornejo para sí mismo en un eventual segundo gobierno de Cambiemos), pero hoy por hoy ni siquiera le hubiera molestado que ese jefe de Gabinete hubiera sido Rogelio Frigerio y él ser ministro del Interior.
Por su parte, Prat Gay sigue a la espera de que Macri se decida a tener un ministro de Economía en serio, también con poder propio, aunque no sea del palo. Como Menem con Cavallo, Duhalde y Kirchner con Lavagna, y Cristina con Kicillof.
En síntesis, la foto lo dice claramente: el radicalismo quiere algo más que cargos e incluso algo más que participar en las decisiones. Quiere ser la pata política de Cambiemos porque supone que esa pata, en el gobierno nacional, hoy está rota.