Cuando la crítica deviene intolerancia

El ex senador nacional y ex candidato a gobernador Adolfo Bermejo manifestó a través de Twitter su opinión sobre la discusión en el Congreso del proyecto sobre los fondos buitre. A raíz de ello recibió fuertes críticas de parte de sectores kirchneristas,

Cuando la crítica deviene intolerancia

No se puede pedir que en tres meses se diluya una metodología que se potenció a lo largo de una década. Pero lo sucedido días pasados, con el tenor de las críticas que dirigentes kirchneristas dejaron caer sobre el ex candidato a gobernador por el Justicialismo, Adolfo Bermejo, son realmente preocupantes. Porque no solo se mantiene aquella actitud de crítica hacia quien no piensa como ellos, sino que se potencia el posicionamiento, lo que lleva a pensar que se pretende profundizar la grieta de la que tanto se habló y que tanto mal hizo a los argentinos.

El ex senador nacional por Mendoza conoce profundamente los problemas por los que atraviesa el país, gran parte de ellos originados por una deplorable gestión del kirchnerismo y que quedó como herencia a quienes tienen actualmente la responsabilidad de conducir los destinos del país.

Por su banca en el Congreso y también por su condición de candidato a gobernador, Bermejo es consciente de que, si no se acuerda con los acreedores, existiendo inclusive una sentencia judicial, la Argentina se queda sin posibilidades de acceso al crédito. En ese marco, el dirigente justicialista maipucino demostró una fuerte dosis de responsabilidad política al señalar, a través de Twitter que el Congreso debía aprobar el acuerdo con los denominados fondos buitres.

Las críticas hacia su posición cayeron con rudeza, también a través de las redes sociales. Pero lo llamativo del caso es que surgieron de parte de quienes fueron los verdaderos responsables de que la situación llegara hasta donde llegó, adoptando un criterio que se acercaba más a la campaña electoral que a las verdaderas necesidades del país.

Porque la Argentina durante la gestión kirchnerista destinó miles de millones de dólares en el pago por la estatización de YPF y de Aerolíneas Argentinas y “vendió” como un logro el acuerdo con el Club de París. Pero en el caso de los fondos buitres adoptó una posición política, desoyendo una orden judicial y planteando el posible acuerdo casi como una actualización de aquel Braden o Perón de 1945.

También inquietan los términos que utilizaron los defensores del kirchnerismo en su ataque a Bermejo. Lo llegaron a calificar de “traidor”, de “pedir tres sanguchitos” o de “ traicionar con pragmatismo o chequera aleccionadora”, olvidando también que la “chequera aleccionadora” fue la que utilizó el anterior gobierno para alinear a los gobernadores rebeldes.

Muchos de esos jóvenes dirigentes críticos de las palabras del ex senador nacional deberían considerar que gran parte de su acceso a las bancas o a los cargos públicos que lograron no se debió a la tarea desarrollada dentro del justicialismo sino al “dedo” de Cristina, que decidió designar en los primeros lugares de las listas de legisladores, especialmente nacionales, a dirigentes afines y “leales”, con el objeto de entorpecer desde el Congreso la gestión de Mauricio Macri o de ratificar el liderazgo de Cristina Kirchner en caso de que en las elecciones de octubre se hubiese impuesto Daniel Scioli.

En democracia todos tienen derecho a opinar, incluyendo especialmente a aquellos que desarrollaron o desarrollan una función pública. Adolfo Bermejo ejerció ese derecho y también es aceptable la posición de quienes no coincidieron con el ex senador planteando su opinión con respeto, como ocurrió con el diputado provincial Tanús. Lo que no se puede aceptar es la crítica despiadada y hasta malintencionada que surge desde los sectores kirchneristas, con actitudes que se alejan de la democracia y se acercan al autoritarismo.

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