Nadie vio en persona un partido que nunca debería haberse jugado. El Camp Nou vacío solo fue un gran agujero donde se escuchaban los gritos de los futbolistas y los rebotes de la pelota. La decisión de jugar sin público se tomó a última hora, pero en la ciudad corrió desde temprano el rumor de que no se jugaría. Todos estaban de acuerdo que ayer habían cosas más importantes que hacer.
El Barça salió al campo con una camiseta con la bandera catalana y con muchas ganas de ganarle a la UD Las Palmas, que tuvo la sensible idea de bordar la bandera de España en su camiseta. Un desencuentro más que en las calles estaba creando serios problemas.
Messi tuvo la primera con un tiro libre al ángulo que Chichizola, el arquero argentino de Las Palmas, sacó con las uñas. El Barcelona tenía la pelota y las ocasiones pero el gol se resistía. Mascherano volvía a ser titular y cerró bien las ocasiones contadas del equipo visitante, donde el más activo fue el delantero porteño Jonathan Calleri. Pero en general mucho eco de nada.
Parecía un partido de entrenamiento. Paulinho tuvo una ocasión clara de cabeza y sólo se escucharon diez uy! El tiempo pasaba, el gol no llegaba y nadie se impacientaba. Se escuchaba claramente a Masche corrigiendo la posición de Piqué y a los técnicos animando. Messi gambeteaba entre las piernas y el silencio. Justo antes del descanso Calleri estrelló una pelota en el palo. Todo parecía tener muy poco sentido.
En la segunda parte el Barça salió con la firme decisión de cerrar el trámite lo antes posible. Entraron Rakitic e Iniesta para irse con todo arriba. E igual que en la primera parte, la primera la tuvo Messi de tiro libre abortada con un vuelo espectacular de Chichizola, que empezaba a convertirse en el mejor de su equipo.
Pero pronto llegó el primero, de Busquets tras un saque de córner de Leo, que evidenció lo triste de jugar sin público. El mediocentro sonreía mirando a la grada con el puño en alto. A nadie.
Pero lo más difícil ya estaba para los locales y empezaron a dominar de verdad a Las Palmas. Suárez y Messi se alternaban las ocasiones claras y se llevaban mudos las manos a la cabeza. El gol de la tranquilidad no llegaba para los locales y tampoco el verdadero peligro para los visitantes. Los jugadores no tenían más remedio que animarse entre ellos.
Y llegó el de siempre, llegó el jugadón y la tranquilidad. Llegó Messi. Llegó el 10 para meter su décimo gol en el torneo. Como anécdota queda que siendo a puerta cerrada un espontáneo que nadie sabe de dónde salió saltó al campo para celebrar el segundo. Así que como Leo vio por lo menos a uno que podía disfrutar in situ de su magia, metió otro. Nunca un partido oficial de Liga se pareció tanto a un partido amistoso.
Barcelona ganó un partido más y mantiene la imbatibilidad, el liderato y todas las opciones. Pero con el campo vacío y su gente sufriendo en las calles, la sensación de los jugadores y del cuerpo técnico nunca fue de que importara demasiado.