Cuando el sexo te pone triste

Puede haber sido un buen momento, o no. Aún así, hay personas que sienten una profunda angustia tras mantener relaciones sexuales.

Cuando el sexo te pone triste
Cuando el sexo te pone triste

Organizaste la noche ideal. Te pasó a buscar o, quizás, fuiste por esa persona con las intenciones de disfrutar de su compañía y contacto físico. Pero, luego de mantener relaciones algo inundó tus emociones; no podés explicarlo con palabras, solo con lágrimas.

Esa extraña sensación se denomina "distrofia postcoital" y se refiere al sentimiento de angustia que aparece en algunas personas luego de una actividad sexual. Esta sensación de tristeza puede aparecer, también, tras un orgasmo alcanzado por la masturbación. Otra forma de referirse a ella es "tristeza postcoital"; su terminología 'disforia' proviene como oposición al término euforia.

No importa qué tan bueno o malo haya sido el encuentro, la angustia que emerge incomoda a quien lo padece durante unos minutos después del orgasmo. Aunque, en algunos casos, se evidencia haber durado hasta horas. Pero esto no es algo de “estos tiempos”.

El siglo XXI puede quedarse tranquilo ya que desde hace cientos de años se estudia esta disforia, presente tanto en hombres como mujeres. El médico griego Galeno de Pérgamo fue uno de los primeros en hablar sobre esta tristeza luego de la práctica sexual. Pérgamo sostuvo que todos los animales entristecían después del coito.

En su investigación -que data del año 150 d.C.- afirmaba que la mujer estaba exenta de esta angustia pero, muchos años después -2004- una investigación, publicada en el International Journal of Sex Health, arrojó como dato que el 10 % de las mujeres padecen de disforia postcoital; estudio que podría justificar por qué hay mujeres que lloran luego de mantener relaciones sexuales.

Lo interesante fue que descubrieron que los hombres también sienten este vacío e, incluso, pueden manifestarlo hasta con mal humor. La disforia postcoital puede aparecer luego de una relación sexual poco satisfactoria, o al contrario, de una muy placentera, ya que suele estar asociada a sentimientos de culpa vinculados al placer.

Entonces "si la persona tiene creencias muy cerradas, religiosas por ejemplo, en las que sostiene que es pecado tener actividad sexual, es probable que aparezca el displacer, la culpa y la angustia después de una relación, independientemente de lo satisfactoria o no que sea la misma", sostiene el psicólogo Claudio Pilot.

“La aparición de estos síntomas no tiene relación directa con la percepción de la calidad de la relación sexual recién vivida, sino más bien con un aspecto de índole personal o en su defecto de la dinámica de la pareja y su vinculación afectiva en algunos casos.

Según estudios e investigaciones se presenta más en mujeres que en hombres, pero es indistinto también el género", aclara Romina Reta, psicóloga y docente.

¿Cómo percibir si sufrimos de disforia postcoital?

Esta sensación puede ser muy sutil, todo depende de cada persona. Lo cierto es que puede durar unos pocos minutos; aunque existen casos en los que el vacío tras el orgasmo ha durado varias horas.

"Es un síndrome que implica la percepción de síntomas relacionados con la ansiedad, tristeza, angustia, autodesprecio, melancolía, inquietud, desasosiego, necesidad de huir, malestar y emociones negativas; incluso irritabilidad o agresiones verbales luego de un encuentro sexual", enfatiza Reta.

No hay uno sino varios síntomas. "A nivel del pensamiento, aparecen ideas intrusivas, es decir, ideas indeseadas por la persona, que empiezan a generar culpa. Además, puede haber llanto, palpitaciones, respiración agitada, incluso ataques de pánico en casos extremos. También la persona puede comenzar a evitar el contacto sexual por miedo a que aparezca esta sintomatología", añade Pilot.

Nos damos cuenta de que estamos frente a esta tristeza pues "aparece inmediatamente después de finalizar las relaciones sexuales y el orgasmo, aunque, haya sido percibida como placentera en el momento en que se estaba llevando a cabo", recalca la profesional.

Por su parte, para Pilot es común que esto -la sensación de tristeza- pase en todas las personas en algún momento puntual o de forma esporádica, pero si ya se convierte en algo continuo y repetitivo, es necesario consultar con un/a profesional en el tema.  Hay investigaciones que sostienen que su origen es hormonal y radica en el funcionamiento de la amígdala, estructura del cerebro que regula nuestras emociones y sentimientos.

Ésta, durante la relación sexual, puede disminuir su funcionamiento y una vez concluida, volver a retomar su nivel de actividad. Esta teoría fue planteada por el doctor Richard Friedman en 2009 luego de tratar a pacientes con este malestar.

Sus resultados fueron muy concretos: la glándula –que regula las emociones- parecía no funcionar durante el acto sexual pero, una vez que éste concluía su actividad se restablecía provocando angustia y tristeza.

En pocas palabras, solemos olvidar nuestros problemas durante la práctica sexual pero, una vez que se llegó al clímax, está amígdala nos recuerda que todo sigue ahí, entristeciéndonos. Por otro lado, el factor distrés es otra variable frecuente a considerar en su etiología como así también factores sociales, culturales y religiosos.

"Muchas veces la percepción personal respecto del sexo afecta en la vivencia del mismo. Por ejemplo, personas extremadamente religiosas o con preceptos morales que consideran el sexo como una actividad "sucia" o "Indecente" o con una base de educación sexual restrictiva, luego de practicarlo se plantean reproches, cuestionamientos, que los llevan indefectiblemente a la angustia o tristeza. Cuando la sexualidad, como cualquier otra área de la vida del sujeto, debe ser vivida con plenitud, seguridad, confianza y bienestar", afirma Romina Reta.

¿Qué hacer? Ya sea que se viva esta tristeza a nivel personal o que notemos que quien nos acompaña en la vida padece esta disforia, es bueno saber que con abordaje psicoterapéutico es posible notar mejorías.

"Hay que trabajar mucho en relación a la autoestima y la autovaloración, y fundamentalmente con las creencias e ideas irracionales en torno a la sexualidad. Ya que es común que esta disforia sea producto de una educación restrictiva y religiosa, que ve como 'pecado' el placer sexual y genera sentimientos de culpa en las personas que lo sientan.

Por eso es muy importante la Educación Sexual Integral desde temprano, para ir incorporando ideas y conceptos científicos en torno a la sexualidad", dice Pilot.

Por su parte, Reta sostiene que los tratamientos para abordar esta disforia son "terapias de apoyo psicológico, individual inicialmente con la posibilidad de hacer partícipe a las pareja para hacerla parte de las posibles formas de resolución, considerando que involucra una práctica sexual compartida.

Otro tratamiento puede ser de índole sexológico en caso de que se encuentre alguna causa orgánica que pueda estar interfiriendo en el desarrollo de la disforia, aunque la mayor parte de las veces es plenamente emocional”.

En caso de estar en pareja, hay que evaluar cómo es el vínculo afectivo y emocional entre las personas, las formas de comunicación, si hay presencia de algún tipo de violencia. La pareja tiene que escuchar, acompañar, no juzgar ni presionar. Incluso en algunos casos es recomendable realizar terapia juntos.

"Es importante destacar que no sólo la penetración y el orgasmo forman la relación sexual, sino que son muy importantes los besos, abrazos y caricias que se conocen como 'juego previo' y también los posteriores a la actividad sexual. Es decir, no sólo es el encuentro sexual y ya; sino que hay que priorizar el vínculo posterior a eso, la contención y el apoyo mutuo", agrega el psicólogo.

Asimismo, la pareja inicialmente debe saber que esto es un trastorno de índole -mayormente- psicológica y como tal requiere de la intervención de un profesional idóneo. Por eso, “es necesario y útil hacer partícipe a la pareja en el tratamiento para lograr el entendimiento y que esto no se convierta en un motivo de conflicto dentro del vínculo afectivo.

Otro factor importante a considerar es que no depende del otro la percepción o no de estos síntomas, como así tampoco de la calidad de las relaciones sexuales", reflexiona Reta.

Quien concluye afirmando que este proceso implica también lo que se denomina psicoeducación “para conocerse a sí mismo, las emociones que sentimos, por qué las sentimos, la presencia y detección de emociones negativas y positivas, entrenar en resiliencia, y educación sexual para cambiar en algunos casos conceptos erróneos respecto de la sexualidad, arraigados a mitos, convicciones religiosas, creencias populares, estereotipos, etc.”.

Se dice que el órgano sexual más potente de todo ser humano es el cerebro. Si tanto es así, es hora de prestar atención a su funcionamiento y a cómo afecta a nivel emocional, para anticiparse a tiempo a malestares como lo es la disforia postcoital.

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