En la Mendoza de fines del siglo XIX, llegaron una gran cantidad de artistas ,prestidigitadores, payasos y trapecistas pero nunca había llegado un ilusionista del gran fama como el conde de Castiglione.
Su estada, causó furor entre la gente quien lo esperaba con gran expectativa. El conde realizó dos funciones repletas en el teatro Municipal de la ciudad. Y los espectadores que concurrieron a sus presentaciones quedaron más que satisfechos de aquellos encuentros mágicos.
Radiografía de un conde
Se llamaba Enrique Patricio, conde de Castiglione. Se sabe muy poco sobre sus datos biográficos, pero desde muy joven se dedicó a la magia y al ilusionismo.
Viajó por todo el mundo y visitó por primera vez la Argentina en 1875. En ese año, realizó un duelo de magia con otro famoso ilusionista llamado Nicolay.
La prensa porteña publicitó este acontecimiento con bombos y platillos. A principios de 1885 estuvo de gira en España con su compañía y un tiempo después llegó a Buenos Aires, para seguir hacia el interior de nuestro país y luego hacia Chile.
Conde Patrizio está considerado como uno de los magos e ilusionistas más importantes de todos los tiempos, como Fu Manchú, el mago Nicolay, Fassmann el 'Hombre Radar', Príncipe Misterix, Fantasio, el Gran Faluggi y, por supuesto el más grande de todos los grandes, Harry Houdini.
Magia blanca
En la calurosa noche de 1887, cientos de personas se agolpaban en la entrada del teatro Municipal para ver al mago e ilusionista.
La expectativa era muy grande entre el público que estaba haciendo fila a las puertas del teatro.
Los más rezagados se bajaban de los coches y súbitamente trataban de ocupar un lugar en la cola. Se podía apreciar a varios personajes de la sociedad mendocina que charlaban haciendo el comentario de la presentación.
Las puertas del establecimiento se abrieron y los parroquianos comenzaron a acceder al interior y se sentaron en los palcos y demás lugares.
En el escenario se podía ver algunos auxiliares del conde quienes acomodaban diferentes elementos para el espectáculo del mago. Detrás del escenario había un telón totalmente negro.
Faltaban pocos minutos para iniciar la función y se podía sentir las voces en toda la sala, hasta que se anunció la presentación de ilusionista.
De repente hizo su aparición el gran mago, vestido de frac negro con camisa blanca y moño del mismo tono, lo acompañaba una chistera muy brillante y un bastón.
Comenzó haciendo grandes trucos con los naipes de póquer. Luego le pidió a un espectador que subiera al escenario y lo ayudara. Anunció que adivinaría con su poder mental cuáles cartas tenía el ayudante. Inmediatamente comenzó a adivinar cada una de ellas. El público aplaudió con ganas.
Posteriormente, ejecutó otros pases de magia con cajas en las que aparecían conejos. Todos quedaron sorprendidos. Hacía desaparecer y aparecer todo tipo de objetos. Los ojos de los mendocinos no podían creer lo que estaban viendo. Lo mejor estaba por venir: con un magnetismo increíble pudo hipnotizar a un espectador; esto sacudió a lo que se encontraban en la sala.
Cuando la función terminó, la mayoría del público salió en estado de conmoción.
Un cronista escribió: "El conde de Castiglione es un verdadero diablo, un brujo consumado".