Cuando el General San Martín cruzó los Andes

Hoy recordamos el bicentenario del momento - la jornada del 25 de enero de 1817- en que el General San Martín se pone en marcha hacia Chile para encabezar la fuerza principal del Ejército Libertador. Y es la ocasión propicia para revalorizar el aporte del

Cuando el General San Martín cruzó los Andes

La proeza del cruce de la cordillera de los Andes no tiene parangón en la historia militar del mundo. Aníbal, Julio César y Napoleón Bonaparte en los Alpes y Bolívar, en 1819, en el mismo cordón montañoso americano, no alcanzaron tan altas cumbres y tampoco afrontaron acciones bélicas en geografías tan difíciles.

San Martín fue el último soldado en partir desde El Plumerillo, el 25 de enero de 1817, pero estuvo entre los primeros en llegar al punto de reunión de la fuerza principal, entre el 7 y el 8 de febrero, en el valle del Aconcagua, previo a la batalla en la cuesta de Chacabuco.

Es, entonces, esta fecha -25 de enero- la que nos convoca desde esta columna editorial para plegarnos a la gran evocación del suceso libertador.

El ascenso al macizo montañoso y el paso de las fuerzas sanmartinianas al territorio chileno fue una epopeya táctica de relevancia.

También asombra la estrategia política, económica y social efectuada por el Gobernador Intendente de Cuyo, que significó plasmar un esfuerzo de conducción, transformando un entorno sin recursos -pobre, como eran las provincias cuyanas- en un territorio fuerte, extrayendo todas las posibilidades disponibles y poniéndolas al servicio de la guerra del Ejército Libertador de los Andes.

Otra idea fuerza importante es que Cuyo, ese estado en armas, se erigió a partir del apoyo y fervor popular, pese a algunos contratiempos y deserciones, en la base de sustento de la independencia política y administrativa declarada en el Congreso de Tucumán de 1816.

En este sentido rescatamos la posición fijada por el ex magistrado e historiador Enrique Díaz Araujo (82) sobre la presencia de los hombres de esta tierra en la fuerza militar. El catedrático citado sostiene que está pendiente el reconocimiento del Estado mendocino a los miles de soldados locales que formaron la tropa en el frente bélico, merecedores de un monumento recordatorio que perpetúe su memoria.

Las crónicas de época y los libros copiadores del ramo de Gobierno y Hacienda de la Gobernación Intendencia de Cuyo dan cuenta detallada de todo lo que la población entregó. Las familias cuyanas cedieron, además, los brazos armados de sus hijos y los de padres de familia para completar la milicia emancipadora.

Este ejército libertador planeado así por San Martín fue el baluarte de la libertad de América. San Martín siempre mencionaba en cartas, proclamas y oficios el sacrificio de la “Inmortal Provincia de Cuyo”.

Finalmente, nos urge a los argentinos actualizar los valores sanmartinianos en la sociedad actual e intentar apoderarnos del coraje, el patriotismo y la decisión que tuvieron aquellos sufridos habitantes que cruzaron la cordillera para luchar. Por mejores rumbos andaríamos si así lo lográsemos.

Un detalle más. Es procedente evaluar el uso funcional del poder por parte del prócer. Es decir, utilizarlo para cumplir con una misión tanto al tomarlo como al dejarlo. Cuando su plan lo requiere se desapega de la autoridad, renunciando a la Gobernación Intendencia de Cuyo para dedicarse a preparar la fuerza; en Chile deja el mando a O'Higgins e inicia la campaña a Lima; en Guayaquil traspasa el poder político y militar a Bolívar y emprende el exilio. Exhibe la gran virtud -poco común en los líderes de la historia- de no entretenerse con los halagos del mando. La historiadora Fabiana Mastrángelo lo precisó en una de sus obras, de esta forma: “Tiene la sabiduría de renunciar y de no competir por ambiciones militares, políticas o personales. Hizo un uso responsable del poder”.

Por esa misma razón, de regreso a la Argentina, se aparta de los intereses sectoriales y de las divisiones políticas. Esta actitud de desapego por el poder ennoblece y libera su ser. Y lo erige en el ámbito americano como un arquetipo de hombre que desafía al destino y cumple un mandato interior y una misión exterior.

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