Cuando el exigir es un problema

Cuando el exigir es un problema

No es primera vez que me acontece. Recién participé en una jornada sobre educación a distancia en Argentina. En conversaciones de pasillo con diferentes colegas, surgió el tema del “exigir”. Les comenté que en mi trabajo de aula era bastante exigente. A lo que se me respondió, eso es aplicable en tu país, acá si exiges tendrán problemas con los alumnos, eventualmente con sus organizaciones, y posiblemente con las autoridades universitarias.

Me di cuenta de que estábamos hablando de distintos significado del vocablo "exigir". Pensaría que la asociación que hicieron fue con la dimensión sociológica del "exigir", esto es, referida a las relaciones entre los actores sociales en los escenarios de aprendizaje. 
En este plano, el tema ciertamente tiene sus complejidades. Pero a lo que me estaba refiriendo era al "exigir" desde el punto de vista epistemológico.

Cada disciplina que se enseña tiene sus axiomas, reglas, enunciados, y formas epistemológicas específicas que “deben” ser aprendidas para actuar desde la experticia. En general, las disciplinas requieren aprender a argumentar para poder elaborar escritos académicos, filosóficos, matemáticos, jurídicos, estéticos, entre otros. Sí es preciso aclarar que la argumentación toma forma de concreción en las distintas disciplinas. Algunas disciplinas se basan en la oralidad, otras en la resolución de problemas, y así sucesivamente. Unas aplican procedimientos algorítmicos, otras heurísticos. Cualquiera sea el caso, para aprender necesariamente se tiene que practicar. Hay que practicar: escribir, argumentar, resolver problemas, realizar mediciones, observaciones, etc.

Esto significa que la naturaleza misma de la construcción del conocimiento genera exigencias epistemológicas que no guardan directa relación con la dimensión sociológica. En el primer caso, la generación de conocimiento a aprender, el “exigir” deriva del objeto de conocimiento mismo, y “minimizar” o “claudicar” ante el “exigir” significa lisa y llanamente que no habrá aprendizaje experto. Eso sí, esto requiere ser transparentado, dialogado con los alumnos, en caso contrario se caerá en el dominio de lo sociológico.

Esto quiere decir que al no transparentar el “exigir”, éste podría ser entendido como un “capricho” del docente”. También pudiere ocurrir, y realmente ocurre, que se usen “códigos sociolingüísticos restringidos”, sustentados en una mera verticalidad de las relaciones alumnos-docente, esto es, hacer un “exigir” que pudiese colocar al otro en una posición de inferioridad sociológica: un sujeto sin atribuciones. Lamentablemente esto sí ocurre, y es una de las causas por las que ante la expresión “exigir” se produce una demanda social, generándose el conflicto como algo negativo.

Aclarado esto, me permito postular que a lo que no se puede renunciar es al “exigir” como cuestión epistemológica, a la que surge del objeto mismo de conocimiento. Es un tipo de exigencia que depende del contexto en el que está inserto, de las reglas y axiomas que lo regulan, y no del contexto de las características sociológicas y culturales en la que ocurren los intercambios de conocimiento de los actores sociales.

Finalmente, podría extrapolar lo anterior a lo que ocurre en la escuela, donde “el exigir” también presenta los rasgos descritos más arriba, y por lo tanto, es algo que pudiere representar un problema. En ambos casos, se requiere una reflexión profunda, porque de la manera que se interprete el “exigir” dependerá si se aprende o no, y nuestros sistemas culturales requieren de ciudadanos cada vez más reflexivos, con capacidades para discriminar lo correcto de lo incorrecto, lo válido de lo no válido, lo confiable de lo no confiable.

Ahora en cualquier caso, el “exigir” debe integrar como componente esencial al “acompañamiento”, esto es, a la solidaridad epistemológica (base de la construcción del conocimiento en un mundo complejo) y afectiva (base de la construcción de lo humano). Esto se sustenta en la “disponibilidad” (estar-abierto-a, estar-disponible-para), en su sentido heideggeriano, para orientar al alumno, a través de la palabra oral y escrita, a través de los recursos clásicos y digitales, en fin, a través de lo que significa la construcción de lo cultural y lo humano.

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