La verdad que al arrancar esta columna todavía tengo la piel de gallina. La emoción que causan los Juegos Paralímpicos hace que uno le tome otra dimensión a la vida. Cuando tenés la oportunidad de ver la superación constante que tienen estos atletas, a los que sus capacidades diferentes no lo frenan por nada, es cuando todos deberíamos frenar un poco esa carrera alocada que tenemos en el día a día y comenzar a disfrutar de las pequeñas cosas.
Más allá de que muchos medios lo tomaron como una competencia menor, quizás porque acá no están en danza los millones de los Juegos Olímpicos o porque estamos acostumbrados a que lo bueno se relaciona con la belleza estética, los Juegos Paralímpicos se robaron la atención de una semana que arrancó con la ausencia de Messi en la Selección Argentina, la que tuvo una muy floja labor en Venezuela.
Rápidamente, con las medallas que nos dieron los atletas Yamila Martínez y Hernán Barreto, y apoyado en ese exitismo que nos caracteriza, comenzamos a descubrir a estos verdaderos héroes. Héroes porque no sólo luchan contras las limitaciones que les impuso la naturaleza, sino también contra una sociedad que mira siempre para otro lado. Y lo digo con conocimiento de causa por una situación familiar, que no viene al caso.
Los discapacitados, personas con capacidades diferentes o como quieran llamarlos, bregan constantemente por vivir en ciudades accesibles, mientras que sus conciudadanos sólo se preocupan por situaciones menos importantes y hasta no respetan al prójimo. Nunca falta el que se estaciona en los lugares reservados “especialmente” en calles y supermercados.
De hecho, una de las críticas más férreas que se le hizo a Río de Janeiro para el comienzo de estos Juegos fue la poca accesibilidad que tenía. Algo que el Comité Olímpico nunca tomó en cuenta, pero sí se preocupó por la baja cantidad de entradas que se habían vendido hasta la semana pasada. Otra vez, el dinero reina por sobre todo. Personalmente creo que los Paralímpicos deben ser tomados como el aporte del deporte profesional a la sociedad y no como un negocio, pero eso, está claro, es una quimera.
A estos hombres y mujeres, el deporte le ha dado una oportunidad más de vida. Lo contaba en la edición de ayer Hernán Barreto, quien tiene una parálisis cerebral, y se crio en una familia en la que faltaba la comida y había violencia de género. Si no se hubiera acercado al deporte, otro hubiera sido su destino.
“Había días que no se comía en casa. El pan y la leche eran nuestra comida. Pero a veces ni siquiera. Hoy por hoy, gracias a las becas, estoy bien económicamente como para sostener a la familia que formé con mi señora y mi nena”, cuenta.
En el caso de Yanina Martínez, su mamá contó que fue en el deporte donde su hija pudo integrarse a la sociedad. “Es un lugar donde comenzó a reír y divertirse. A descubrir que su vida es igual que a la del resto”.
Para tomar dimensión de la importancia que se le debería dar a estos Juegos en nuestro país, vale recurrir a las estadísticas y allí nos encontramos con que nuestros paralímpicos han ganado 30 medallas de oro contra sólo 22 que han conquistado los olímpicos. Pero también más de 60 preseas de plata y la misma cantidad de bronce.
El gobierno de Alfonsín le quiso dar un estímulo a estos atletas con un proyecto de ley que impulsaba que los ganadores de medallas mayores de 40 años recibieran una pensión mensual. El mismo, por cuestiones obvias, quedó cajoneado, y recién en el 2004 se puso en marcha. Este programa se denomina, con justicia, Maestros del Deporte.
También es muy importante el apoyo que el Enard le da a los paralímpicos. En las últimas manifestaciones de los expertos en deporte adaptado, estos recomiendan que en las categoría de bases, los atletas no se discriminen por sus capacidades. Hay que ir hacia la integración, dicen. Todavía recuerdo a ese fenómeno de nuestro deporte que es Emilio Distéfano, quien es ciego y se ha destacado en natación y como impulsor del goalball en la provincia, cuando en una conferencia dijo: “no soy no vidente. Soy ciego”, como una forma de demostrar que la realidad no es discriminación.
La integración se ha empezado a hacer en nuestro país con la inclusión de los paralímpicos al Cenard, pero de todas maneras queda mucho para hacer y esto lo admitió el Secretario de Deportes de la Nación, Carlos Mac Allister en una nota que le dio al sitio Paradeportes.com.
“En el deporte adaptado tenemos muchísimo por hacer. Tenemos que intensificar la búsqueda de ex deportistas que hayan tenido algún tipo de inconveniente y hoy tengan algún problema para que podamos incorporarlos a los equipos, encontrar a los muy buenos deportistas que hay en el interior, mejorar a los capacitados, mejorar a quienes van a determinar qué problema tiene cada uno para determinar en qué categoría van a participar… Lo importante es que termine este ciclo paralímpico, hacer la evaluación y enseguida planificar el nuevo ciclo y cómo lo vamos a desarrollar entre todos: nosotros poniendo mucha más economía y muchas más ideas, las federaciones aportando su sabiduría y la capacidad que tienen para darle más energía a este proceso nuevo que vamos a iniciar”.
Ojalá estos éxitos sirvan para que ya nadie vea como cosa rara la habilidad de una persona con discapacidad. Que, al menos en el deporte, seamos “accesibles” y que los Martínez, los Barreto, los Accardi (el mendocino que juega para Los Murciélagos), se conviertan en verdaderos ejemplos y tratados con la misma pleitesía que se les da a los Bolt, los Messi y los Phelps...