Un oficialista y tres opositores. Tres abogados y una docente. Tres legisladores y un intendente. Dos mujeres y dos hombres. Cuatro aspirantes a la Gobernación en las elecciones del 29 de setiembre. Y un debate, el primero de esta campaña electoral, que vieron casi 11 mil personas en vivo por YouTube.
Una cifra ínfima para el rating de los tinellis y susanas, pero un éxito para la política mendocina que hasta ayer se había enredado en discusiones entre candidatos que parecían escolares peleando por un caramelo y no dirigentes que podrían manejar los destinos de toda la provincia dentro de tres meses.
Quizás esa sea la lección de lo que ocurrió: cuando nuestros políticos se ponen a debatir sobre la inmediata realidad de sus votantes (salud, vivienda, empleo, seguridad) y no sobre sus pequeñeces inmediatas (reelecciones, listas electorales, candidaturas), la ciudadanía los escucha, los escruta y los aplaude. Porque en un espacio donde convivieron cuatro competidores de diferente color político, que incluso llevaron “hinchadas” propias, no hubo silbidos ni abucheos. Y hasta se vieron gestos distendidos entre los hasta ayer enemigos parados en los extremos de la grieta.
Los cuatro (Barbeito, Ramón, Sagasti y Suárez), hijos e hijas de la institucionalidad mendocina que es modelo nacional, le hicieron honor a una tradición provincial que se remonta a 1987, cuando José Bordón y Raúl Baglini se sacaron chispas en el prime time de la TV e inauguraron una era de debates entre candidatos que nadie ha podido romper. Ni siquiera los que le niegan a Mendoza que tenga una ley que los transforme en obligatorios, como ya lo exige la ley nacional 27.337 modificada en 2016 que logrará que por fin, este año, los presidenciables se sienten a debatir el 13 de octubre.
Hoy, seguramente, los ayer respetuosos candidatos se meterán otra vez en el barro de la descalificación del adversario. Pero a nosotros, sus votantes, no nos podrán quitar la imagen de dignos representantes de la institucionalidad política que queremos.