Ellas no querían “aparecer” porque aseguran que historias como la que protagonizaron, suceden todo el tiempo en las escuelas mendocinas. Mónica y Carolina son docentes rurales de Tupungato, de esas que nunca eligen la comodidad de quedarse ‘al margen’.
Apenas conocieron a Antonio Barrios (11), un alumno del otro turno, y la seria desviación de la pierna que le impedía caminar, comenzaron a indagar y a involucrarse con la situación.
Acompañaron a la familia a las consultas médicas y estudios de complejidad en Tunuyán y Mendoza. Consiguieron -involucrando a la asociación civil por la infancia de Tupungato Enredando- los turnos en el Notti, los traslados, algo de dinero para ayudar a costear la batería de informes que se requiere en la etapa de diagnóstico y hasta libros y juegos didácticos para que pasara lo mejor posible la internación.
Pero lo más importante, como señalan los Barrios, es que “no se apartaron en ningún momento”.
Después de años de recorrer hospitales, clínicas y sanatorios públicos y privados de la provincia, a principios de octubre, Antonito fue finalmente intervenido quirúrgicamente en el Humberto Notti. Aunque se cree que es la primera de varias operaciones que tendrá, los profesionales son optimistas en que pronto no necesitará más las muletas y que llegará a caminar casi sin dificultad.
“Fue como que Dios las puso en mi camino en el momento justo”, confiesa Natalia Fernández, mamá del pequeño, quien reconoce que estaba algo cansada de golpear puertas y necesitaba ese “empujoncito de las seños”. Ellas se ríen y -mientras comparten unos mates en la casita del barrio Arco Iris- intercambian bromas y comentarios que denotan su camaradería. Ya son como unas tías también para los hermanos de Anto: Jazmín (15), Katy (11) y Agustín (6).
El accidente
Antonio se cayó de una yegua a los cinco años. Aunque al principio no presentó malestar ni lesiones serias, con el tiempo la pierna se le fue encogiendo y doblando hasta quedar inhabilitada para caminar. “Ese día en la guardia del hospital sólo le curaron un tajo que tenía en la frente, pero no le hicieron radiografías”, recuerda Natalia.
Sin cobertura social ni facilidades económicas, los papás comenzaron como pudieron un tratamiento de rehabilitación. Fue el kinesiólogo del hospital de Tupungato, Ezequiel, quien le dijo que “había algo más grave, que no se recuperaría sólo con fisioterapia”, dice. Entonces, los Barrios comenzaron a consultar médicos para conocer el origen del problema.
Después de años, el diagnóstico traumatológico llegó: se requería una operación, pero era muy costosa. Por ese entonces, se sumaron a la ‘lucha familiar’ las maestras Mónica Videla y Carolina Gutiérrez, quienes ya conocen al dedillo el historial médico del ‘Anto’.
“Había un equipo médico de primer nivel en el Scaravelli, que se ofrecía a operarlo sin ningún costo, con tal de que no siguiera pasando el tiempo. Pero el hospital no podía, porque los pacientes menores de 15 años tienen que operarse en el Notti”, relata la seño ‘Moni’.
Fue así cuando comenzó el traslado de información al otro hospital, de viajes a Mendoza, de ateneos que debían estudiar el caso, de turnos que se caían porque los médicos estaban de paro en reclamo salarial. A mitad de este año, el equipo del Notti puso fecha de cirugía y el 9 de octubre pasado se llevó a cabo.
“Son unos ángeles. Esperaron en los pasillos del Notti mientras duró la operación. Nos decían que no importaba si no lo veían, que sólo querían estar cuando salieran los médicos para ver cómo había resultado todo”, destacó Celeste Barrios, madrina de Antonio.
“Hubo mucho roce y desgaste del hueso por años; por eso, los médicos tienen que volver a operarlo para ir reconstituyendo el sector afectado”, puntualizó Mónica. Pese a los meses de reposo y las cirugías que vienen, el tener que buscar una maestra domiciliaria y toda la rehabilitación que queda por delante; Antonio, su familia y las seños están tranquilos porque “la solución está en camino”.
Vocación de alma
“No somos las únicas. Muchas maestras acá están comprometidas con la difícil realidad que viven algunos barrios de esta comunidad rural”, aseguran las seños. Lo cierto es que toda la escuela Tomás Silvestre, del distrito de Villa Bastías, se movilizó por el caso. Incluso los directivos fueron quienes consiguieron una ambulancia de Defensa Civil para que Antonio regresara a Tupungato sin alterar su postoperatorio.
Mónica lleva 14 años en la escuela y Carolina sólo 4, pero conocen cada familia y las cosas que les preocupan y las problemáticas que afectan al lugar. Ambas también participan de grupos de oración con las mujeres del barrio y de una misión que lleva a cabo la parroquia Nuestra Señora del Socorro. “La escuela ha tenido una apertura y los papás han respondido con un trato más ameno, con más diálogo”, sostiene Carolina.