Son más de 60 y están en ronda, concentrados en el ritmo acompasado de la respiración. Los conecta el silencio. Paradójicamente es en el silencio en donde comienza su ritual sonoro.
Porque después explotan. El cuerpo entero se les vuelve una caja de resonancia; una superficie dispuesta a entregar todo tipo de matices rítmicos. Y como si no bastara, las manos buscan otras superficies para arrancarle sonidos: tachos, tubos de PC, mangueras corrugadas. Incluso máquinas moladoras; sí, leyó bien.
Manuel Damia (músico, percusionista, artista autodidacta) es quien lleva la batuta en este proyecto musical que comenzó como un taller de percusión corporal y música con objetos reciclados, y que hoy, tras medio año de trabajo y búsqueda autogestiva, sube a escena su primer montaje: "Una masa" (en la sala 1, de la Nave; la próxima semana, en la apertura de la Fiesta Provincial del Teatro).
A priori, la descripción de materia expresiva con la que fue moldeado este espectáculo nos remite a los Stomp (los londinenses pioneros en el arte de fabricar sonidos) o los Choque Urbano (nuestros referentes nacionales). Sí, algo de eso hay.
Pero el ensamble que dirige Manuel Damia tienen un estilo propio; en todo caso, inspirado en la dinámica compositiva de La Bomba del Tiempo, el grupo que dirige el porteño Santiago Vázquez. Es que en "Una masa" también se practica la improvisación, se responde a un director y a un sistema de señas particular (el que inventó Vázquez).
La primera vez que llevó a la práctica este sistema de señas para dirigir (y también indagó en la improvisación) fue en En Clave a Tierra, el ensamble de cuerdas de tambores que condujo hasta 2011. Con esta experiencia como antecedente, el músico encaró un proyecto más ambicioso: crear un espacio de aprendizaje (musical, grupal, corporal) en el que no se requirieran "conocimientos previos", y en el que la percusión guiara los sentidos.
"La idea de este proyecto -dice- es poder vivenciar la unión, tanto en el plano de las disciplinas; como desde lo humano, compartiendo conceptos como el silencio, el respeto, la concentración, la escucha; y también el respeto por la naturaleza".
La puesta se basa en las posibilidades artísticas y expresivas que brinda una experiencia grupal (más de 60 personas tocan, bailan y actúan); y en la interacción de diversas disciplinas: danza, acrobacias, parkour, teatro y artes visuales. En escena, todos estos elementos dialogan siguiendo las secretas decisiones de la improvisación.
Damia explica: "Tenemos una estructura establecida, ciertas pautas, pero todo lo demás se va construyendo en tiempo real. Para coordinar este diálogo tomé el sistema de señas que creó Santiago Velázquez y lo traduje a otras artes como la danza, el teatro y las acrobacias (cama elástica, cintas para equilibrio, acrobacia de piso). Y otras sorpresas que es mejor no develar".
OK: en los aspectos formales hay algo de los Stomp, de Choque Urbano y de La Bomba del Tiempo. Pero sólo "algo". Todo lo demás tendrán que descubrirlo nuestros sentidos.
Cuando los cuerpos vienen sonando
Más de 60 personas participan de una experiencia inédita: entrelazar en tiempo real percusión corporal, instrumentos atípicos, acrobacia y visuales. Aquí el director del montaje habla sobre un proyecto que se afianza en la comunión artística y humana.
Lo Más Destacado
La edición impresa de Los Andes de hoy, para leer en tu celular, tablet o computadora
Sólo suscriptores
hace 17 minutos
Los corruptos son de los otros, nunca de los nuestros
hace 17 minutos