Martín Miguel de Güemes fue hijo del funcionario español Gabriel de Güemes Montero, Tesorero Oficial Real de Cajas en Salta, por lo que su infancia transcurrió en la opulencia de cualquier familia pudiente. Esta excelente posición económica permitió al joven obtener una educación privilegiada. Por entonces, el solo hecho de saber leer presuponía un status social elevado ya que no existían escuelas públicas y aprender era sumamente costoso.
Desde pequeño se desenvolvió en los círculos patricios de su provincia, siendo considerado uno más hasta que comenzó a imponerse despóticamente sobre el resto con ayuda de los gauchos.
Sabemos que luchó por la libertad americana pero, mientras esto sucedía, generó cierta desconfianza entre sus pares patrios. José María Paz lo conoció aproximadamente en 1815 y desnudó su capacidad para arrastrar a las masas mostrándose como ellos, sin serlo. Para mostrarse como uno más, la ropa del caudillo era similar a la del gaucho en cuanto a la forma, pero sumamente lujosa. Por ejemplo, ostentaba cordones de oro o plata y tenía una nutrida colección de trajes. Sedujo a sus seguidores con un discurso antioligárquico, a pesar de pertenecer a dicho estrato.
“Cuando se proclamaba -escribió Paz en sus atrapantes memorias-, solía hacer retirar a toda persona de educación y aun a sus ayudantes, porque sin duda se avergonzaba de que presenciaran la imprudencia con que excitaba a aquellas pobres gentes a la rebelión contra la otra clase de la sociedad”. Continuó el cordobés haciendo referencia a las dificultades en el habla de Güemes, a pesar de las cuales su mensaje llegó a muchos: “Este demagogo, este tribuno, este orador, carecía hasta cierto punto del órgano material de la voz, pues era tan gangoso, por faltarle la campanilla, que quien no estaba acostumbrado a su trato, sufría una sensación penosa al verlo esforzarse para hacerse entender. Sin embargo (… ) tenía para los gauchos tal unción en sus palabras y una elocuencia tan persuasiva que hubieran ido en derechura a hacerse matar para probarle su convencimiento y su adhesión”.
A cargo del Ejército del Norte, Manuel Belgrano sancionó al caudillo y lo envió a Buenos Aires para ser juzgado. Según una carta del General en 1813, tuvo mucho que ver el modo indecoroso en el que Güemes se manejó con una dama de la zona. Pero no fue lo único. Belgrano agregó: “Las virtudes y servicios militares de este individuo (… ) no son tantas ni de tanto valor como se ponderan vulgarmente. Virtudes, ciertamente, no se le han conocido jamás, y sus servicios han sido manchados con ciertos excesos, o mejor diré delitos de los que tengo fundamentos muy graves para creerlos, aunque no documentos. Por lo que lo mismo considero que no podrá ser útil en este ejército que trato de depurarlo de toda corrupción a toda costa”.
A pesar de esto el salteño se reincorporó meses más tarde y trabajó por la libertad, como es bien conocido.