Cuadros dentro de cuadros

“Leyendo historietas”, uno de los primeros trabajos académicos acerca del cómic en la Argentina, vuelve a las librerías 35 años después de su publicación. Del mismo autor, Oscar Steimberg, también se reeditó “Semióticas”. En esta entrevista habla sobre el

Cuadros dentro de cuadros
Cuadros dentro de cuadros

Oscar Steimberg comenzó de un modo atípico el 2013: dos clásicos suyos volvieron a ser editados, como para confirmar la actualidad de un modo de entender la semiótica y el lenguaje que tiene sus raíces en la década de 1960. Semióticas.

"Las semióticas de los géneros, de los estilos, de la transposición" y "Leyendo historietas" fueron reeditadas por el sello Eterna Cadencia, con ampliaciones en ambos casos.
 
Se trata de dos de los trabajos más importantes de la teoría semiótica argentina: el primero actualiza los debates en torno a la producción de significación en el campo de las ciencias sociales, la literatura, el arte y los géneros de la información; el segundo, un libro pionero sobre la temática, suma nuevos textos de Steimberg acerca de la historieta desde 1979, año original de edición.

-Además del formato y el criterio de ordenamiento de los textos, ¿qué cambió, con el tiempo, en su modo de aproximación a la historieta?

-Se trata a lo sumo de cambios de acentuación... Tal vez había en mis trabajos iniciales una mayor focalización de los personajes y del relato los incluía, y en los textos y los motivos visuales recurrentes la presencia de ideas o conceptos que hacían el discurso social-político de una época. Ahora me parece tanto o más interesante la representación del contexto, los modos de arreglárselas de cada personaje con el entorno en que vive o trata de vivir. Como si me importara más los recomienzos de lo cotidiano, los cambios y los accidentes de los puntos de vista...

-¿Qué herramientas de análisis podría haber perdido actualidad o pertinencia?

-Más que las herramientas de análisis cambia su uso. Con el tiempo se descubre, o más bien se termina de descubrir algo que es difícil no haber intuido siempre, que los recursos analíticos tienen que adecuarse, y a veces mezclarse o cambiarse, de acuerdo con las novedades, las dificultades, los misterios del objeto.

Si aparece una historieta en la que el personaje nunca puede terminar de decir ni hacer nada, el análisis narrativo tendrá que cambiar en sus esquemas de aproximación y tal vez terminar por dejar el lugar a una poética de la conversación o de la anticonversación.

-¿Qué período histórico cree usted que ha marcado de manera más intensa a la historieta argentina?

-Hablaría de distintos períodos, y es seguro que dejando afuera parte de lo más importante, y que incurriría en injusticias históricas, el panorama es inabarcable. Y depende de los géneros de que se trate: en la historieta de aventuras hay desarrollos diversos, el de la aventura "clásica" de Salinas, que comienza con sus grandes producciones de la década del '30, el de la gran novela historietada que tuvo una marca de origen imborrable en las novelas dibujadas de aprendizaje comenzadas en los '50 de Oesterheld...
 
Y la complejidad narrativa, política, estética que se instala desde que Breccia empieza a trabajar con Trillo y con Sasturain, y después Sampayo con Muñoz... Mientras que la historieta costumbrista, la tira cómica de diarios, estuvo durante mucho tiempo marcada por el humor sainetesco de las primeras décadas del siglo en El Negro Raúl, Sarrasqueta, Pancho Talero.
 
En las décadas siguientes esos rasgos del relato y la representación -incluyentes siempre de los motivos un grotesco social- llegarían a las creaciones de Quinterno, Ferro o Calé. Y habrá otra refundación con Quino y sus personajes ya no grotescos sino sujetos de una mirada crítica psicopolítica, a menudo tragicómica. Con otra palabra también en Caloi, Trillo-Maicas-Altuna, Copi, Kalondi, Oski, César Bruto, después Maitena, Sanyú... Y hay un cambio en la historieta humorística más reciente que no entra, creo, en ninguna de esas tres categorías, y que va a haber que estudiar mucho, y que remite a un momento ya no reciente, como el de Sábat en La Opinión.

-¿Qué nuevos historietistas le han llamado la atención?

-Justamente los de esta nueva etapa, los que cambiaron las secciones de historietas... Creo que, por ejemplo, en la página de historietas de La Nación conviven un tipo de comicidad tipo sátira de vieja sección de "humor vecinal" (en otras páginas políticas también a la vieja usanza), como el de Nik, con las construcciones patafísicas de Liniers, cercanas aunque sea con todas las distancias temáticas del mundo de lo que en otros medios hacen -a veces uniendo relato urbano con humor poético-político-filosófico- Rep, Gustavo Sala, Reggiani, Agrimbau, Max Aguirre, Tute, Laura Vázquez, Lucas Varela, Max Cachimba... Favor creerme si digo que estoy seguro de que en todas estas listas estoy dejando afuera nombres tan representativos como estos.

-¿Cuáles han sido sus autores (teóricos) fundamentales en la formación de su dispositivo de lectura de la historieta?

-Una lista de nombres sería inevitablemente insuficiente. Puedo decir que empecé con Masotta, que hacía una lectura crítica para el caso de Eco y Barthes, entre otros. Pero estuvieron los múltiples fundadores, iniciadores y continuadores del análisis del relato, de la búsqueda intertextual, de la teoría de la imagen y el diseño, de los cambios y fracturas en la teoría de la novela, de las discusiones y extensiones que compusieron la relación entre semiótica y psicoanálisis...

Hay una frase de Paolo Fabbri que, creo, cabe en éste y otros casos: "la semiótica debe mantener su vocación empírica". Es decir: que debe reconocer la opacidad y singularidad de todo objeto de estudio, y que toda práctica de análisis de la significación debe empezar por una organización también singular de las herramientas de trabajo.

-¿En qué sentido es político el análisis crítico de una historieta?

-Seguramente en varios, pero uno de ellos se conecta con la inevitable internalización, en todo relato historietístico, de una dimensión metatextual, es decir, de palabra sobre él, sobre su decir y sus modos de decirlo y de mostrarse y de extenderse. Un relato es, en algún nivel, una postulación acerca de sucederes posibles de los seres en sus paisajes y en sus cosas, y el relato historietístico muestra, por un lado, la infinitud de sentido de los contextos y los cuerpos (porque los muestra en imágenes) y por otro una posibilidad de cerrar ese sentido en un relato: ese cierre tiene un componente político en la medida en que habla de adónde conducen las acciones, qué está bien y qué mal, que puede pasarle a alguien entonces, qué puede o debe hacerse... Y si muestra imposibilidades o vacíos de sentido, bien, puede pensarse que la política está en cuestión...

-¿Le parece que con cierta moda de "análisis de medios" en la Argentina, la semiótica ha recuperado una dimensión política?

-Puede que haya crecido su dimensión política por la expansión de su presencia, hay entradas semióticas que se reconocen como tales en diversos soportes, géneros, espacios institucionales... Creo que más que de recuperación podría hablarse entonces del efecto político de un crecimiento en la producción y la circulación.

-¿Te llama la atención el humor político gráfico en la Argentina? ¿Qué autores?

-En este momento, me interesa especialmente ese que incluye específicamente un componente de humor, y no únicamente de comicidad proyectada sobre el oponente. Quiero decir: de humor en el sentido de que una parte de lo cómico aparece como autorreferido (así lo definían de Pirandello a Freud), como lo cómico que hay en lo que uno mismo es o hace.
 
En lugares diferentes como son Página 12 (con Rudy y Paz, Rep...) y Barcelona (especialmente en sus tapas) hay ese humor: un enunciador muestra a su mismo grupo social como algo que debe mover a risa, y no únicamente al oponente.

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