El cambio de dibujo (Independiente dejaba atrás el 4-3-3 para pararse 4-2-3-1) dejaba una muy buena impresión en los primeros 25 minutos.
Se veía un equipo corto, uno más cerca del otro y, por sobre todas las cosas, un poco más de cariño con la pelota. El traslado se hacía más prolijo y por primera vez la Lepra desprendía aplausos en serie desde la platea. Fue bueno pero duró poco. Demasiado poco. Tan sólo 25 minutos ¿Motivos? No se pueden explicar en una lectura sencilla y el cuerpo técnico debe encontrarlos de manera urgente.
Independiente no logra hacer perdurable a lo largo del tiempo lo muy bueno que insinúa en ráfagas de partido.
Por primera vez comenzaba ganando en condición de local gracias a que Curuchet, que se equivoca mucho en el último pase, toma esta vez una buena decisión y mete un centro al segundo palo para que Cardozo, tras un gran anticipo ofensivo, meta la cabeza y haga vibrar al Gargantini a los 34 minutos, cuando ya el equipo había perdido esas buenas formas de los minutos iniciales.
Todo había comenzado a hacerse más forzado y, a decir verdad, las dos más claras hasta ese momento habían sido de Los Andes que lo tuvo en sendos cabezazos de Bordacahar, primero, y luego lo tuvo nada menos que Brítez Ojeda.
La Lepra había arrancado muy bien, bajó su rendimiento sobre el final de la primera etapa y el complemento fue decididamente malo por donde se lo mire. Sin mediocampo, el equipo se partió y no encontró la pelota. Empezó a tirarla sin sentido a cualquier parte y no se lo empataron porque enfrente estaba el último de la tabla.
Sólo por eso. Mendieta se lo perdió en dos oportunidades, luego Bordacahar y sobre el final Ramírez lo despilfarró de manera increíble. De contra también lo tuvo la Lepra, que no sabía cómo agarrar la pelota para hacer correr el reloj. Se ganó y casi fue una gesta histórica.
García, el pasado que condena
El hincha de Independiente Rivadavia no hizo pasar inadvertida las presencias de Walter García y Marcos Brítez Ojeda. Ambos exLepra, volvieron ayer al Bautista Gargantini con la camiseta de Los Andes por segunda vez.
Cuando se metían a la manga, finalizada la primera parte, sufrieron el asedio de un grupo de plateístas que casi se metían al campo de juego para lanzar al aire una catarata de vituperios, especialmente sobre Brítez Ojeda, quien, además, fue silbado cada vez que tocó la pelota. La temporada pasada, el hincha les colgó un trapo tratándolos de “traidores”.
