Cruzaron el océano para establecerse en Alvear

Aunque Silvina Fernández y Davide Mariani no pretenden vivir de lo que producen en su pequeña fábrica artesanal de bombones, están seguros de haber encontrado su “lugar en el mundo” en Los Compartos.

Cruzaron el océano para establecerse en Alvear

Clara prueba de que los opuestos siempre se atraen, Silvina Fernández (43) y Davide Mariani (46) optaron por dejar atrás un primer mundo de ensueño para la mayoría de los argentinos y pasar a un tercero cotidiano y sin escalas.

De la Costa Azul a una finca en Los Compartos, a casi 10 kilómetros del centro de General Alvear, aseguran haber priorizado en su búsqueda el contacto con la naturaleza, la calidad de vida, disfrutar de la familia y tener "lo suyo" a la hora de elegir su lugar en el mundo.

Miles de kilómetros atrás quedaron las postales paradisíacas de Niza, frente al mar Mediterráneo, y la urbe gigantesca del Milán natal de Davide, más cerca quedó La Carlota, Córdoba, desde donde Silvina decidió dejar su trabajo de visitadora médica y emprender la partida trece años atrás para recorrer Europa.

Tras un tiempo de viajes y como tantos argentinos en el exterior, Silvina pasó por distintos departamentos y trabajos en el Viejo Continente hasta que terminó viviendo con la familia de su hermana mayor, María Laura, radicada en Milán.

En la búsqueda de una compañera para compartir departamento, María Laura, a quien describen como "bastante Cupido", le sugirió el nombre de Davide, un ingeniero agrónomo que acababa de terminar una relación.

Sin grandes expectativas y sin conocerse más allá de mensajes de texto, ambos comenzaron a buscar un espacio para alquilar en conjunto y compartir los gastos, hasta que una noche María Laura organizó una cena en su casa con amigas solteras y el famoso ingeniero. Poco deseosa de asistir al evento, Silvina llegó tarde e informal -ella más bien se recuerda como "una Cachavacha"- y se encontró con un grupo de mujeres producidas, vestidas y con peinados de peluquería que rodeaban al sibarita.

El flechazo entre ambos fue inmediato, y después de salir un tiempo decidieron "probar" la convivencia. La prueba ya lleva dos exámenes aprobados que se llaman Nicanor (5), nacido en Niza y Lautaro (4), cordobés nacionalizado italiano.

Casados formalmente en enero de 2006, recorrieron varios puntos de Europa pero en ninguno llegaron a sentirse plenamente realizados. La llegada de su primer hijo fue el disparador que los alentó a buscar nuevos horizontes dónde criar a su familia en paz y en contacto con la naturaleza. "No fue tan difícil" dice Davide en un claro español que aprendió desde que conoció a Silvina. Profesor de buceo y maestro cervecero en Cremona en otras épocas, confiesa que no se sentía a gusto con trabajos de oficina.

Sin embargo, su llegada al país en 2008 no fue tan sencilla como esperaban. Desembarcaron primero en La Rioja y luego en Catamarca, donde Davide tenía ofertas para trabajar en su profesión, pero no hallaron lo que buscaban.

Recalaron en Córdoba y estuvieron a punto de afincarse allí, pero el destino (e internet) quiso que descubrieran el sitio online de una inmobiliaria de Alvear que vendía propiedades en pesos argentinos, y casi por curiosidad, llegaron al sur de Mendoza.

Igual que les pasó a ellos en Italia en la cena organizada por "la Cupido" de la familia, fue amor a primera vista. "Nos gustó la gente, la ciudad, la atención" detallan. Y aunque finalmente no hicieron negocio con la inmobiliaria que los atrajo, buscaron por su cuenta y se instalaron en una pequeña finca en calle G y callejón Victoria, en Los Compartos, donde montaron su "Bottega Italia", una pequeña fábrica de productos delicatesen cuyos bombones de nueces y dulce de leche ya están abriéndose camino en el mercado.

"Acá nos quedamos" dicen felices, en la casa que prácticamente levantaron con sus manos, una parte fundamental del sueño que los unió hace años. "Falta mucho para vivir de esto, pero lo elegimos porque nos da mucha satisfacción y nos permite experimentar y sumar la experiencia de nuestros viajes" explican. Para Davide, la Argentina "es un país para hacer, donde uno puede ser protagonista" y Silvina suma que "poder comer fruta recién cortada de una planta, allá (en Europa) era un sueño".

Hoy la vida de esta familia es su emprendimiento, con el que ya montaron una pequeña red regional participando de ferias de artesanos y que proyectan incluso al resto del país y a sus contactos europeos, y su idioma oficial es un "itañol" de factoría propia, fruto de hablar en italiano puertas adentro, en español hacia afuera, y un poco en francés para no perder la práctica.

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