Por Fernando Iglesias - Periodista - Especial para Los Andes
Uno de los trucos favoritos del peronismo es apostar incansablemente por el incansable ombliguismo de la sociedad nacional. La culpa, se sabe, la tiene la geografía: pocos países más lejanos y aislados de los principales centros tecnológicos, económicos y políticos del mundo que nuestro país.
Viajar hasta ellos y ver lo que de veras pasa en el mundo es la mejor medicina contra el nacionalismo autoritario y populista, pero es muy caro para los argentinos; de manera que el peronismo se especializa en hablar de primeros mundos que se derrumban para tapar los terremotos locales que provoca, y en mencionar los únicos dos años de los últimos veintiséis en los que no gobernó para responsabilizar a otros de la decadencia del país.
Sin embargo, el mundo se ha reconfigurado a través del uso de las redes digitales, y una simple sucesión de clicks nos pone en contacto con la realidad. No ya de la realidad estadounidense y europea, ni de la de Canadá y Australia, países con los que supimos compartir tablas de riqueza y desarrollo social hace menos de un siglo
Tampoco de España o de Italia, que hasta hace medio siglo nos enviaban sus hambrientos emigrantes. Para comprobar los efectos de este cuarto de siglo de monopolio peronista del poder nos bastan hoy los vecinos.
Crucemos la cordillera. Hablemos, por ejemplo, de Chile, la mejor experiencia política de los últimos veinticinco años en América Latina. Demos un vistazo a los resultados obtenidos desde que la Concertación por la Democracia chilena tomó el poder en Chile allá por 1990, de manera casi simultánea al inicio del monopolio del poder peronista en la Argentina.
De acuerdo al Banco Mundial, desde entonces hasta hoy, en el cuarto de siglo transcurrido con predominio de la Concertación en Chile y del peronismo en la Argentina, los resultados han sido los siguientes.
El PBI chileno, que era 22% del PBI argentino en 1988 (último año completo de gobierno radical) representa hoy 45% de nuestro PBI; el doble que entonces en términos comparativos.
Y el PBI per cápita, que era menos de la mitad del argentino en 1988, es hoy superior; habiéndose multiplicado por 8,64 contra 3,76 del nacional. En cuanto a la deuda pública total de Chile, interna y externa, es 13,9% del PBI; unas tres veces menos que la Argentina si hemos de creerle al gobierno nacional.
¿Simple macroeconomía? Desde 1990, el desempleo masculino disminuyó 27% en Chile, mientras que en la Argentina aumentó 17%, si creemos los datos del Indec. La diferencia es aún más clara en las mujeres, entre las que la desocupación bajó 31% en Chile y subió 40% en nuestro país.
El consumo de energía eléctrica, gran indicador del nivel de desarrollo de un país, que era de 939 Kwh per cápita inferior en Chile, es hoy de 601 Kwh per cápita superior, sin cortes ni bajada de palancas.
El número de usuarios de internet (66,5% de la población chilena) es el más alto de Suramérica y 10% superior al índice de nuestro país. Además, 81,9% de los chilenos se atiende en el sistema público de salud a pesar de que la carga fiscal (20,2% del PBI) es aproximadamente la mitad de la carga fiscal argentina.
¿Tenemos patria? ¿Tenemos Aerolíneas? Pese a que la economía y la población chilenas son aproximadamente la mitad que la economía y la población argentina, la cantidad anual de vuelos de aviones de bandera chilena en todo el mundo es superior a la nacional (127.339 contra 95.485), sin línea de bandera ni déficit a cargo de los contribuyentes.
País de desigualdades ancestrales muy superiores a las de la Argentina, el 20% más pobre de la población chilena incrementó en estos años su participación en el ingreso nacional en 24%, mientras que en ese mismo período, en la Argentina gobernada desde hace un cuarto de siglo por el partido del primer trabajador, el quintil más pobre de la población vio disminuir sus ingresos en 4%.
Y la pobreza, que afectaba a 38,5% de la población chilena en 1990, afecta hoy a 15%; una disminución de más de 60%, en tanto las agencias estatales y privadas confiables señalan que la pobreza en la Argentina se sitúa en alrededor de 30%, es decir: el doble que en Chile.
De resultas de estos últimos veinticinco años, 99% de los chilenos tiene acceso a la electricidad (contra 88% de los argentinos), la mortalidad de bebés es de siete cada mil nacidos vivos (contra doce en la Argentina) y la de menores de cinco años es de ocho cada mil (contra trece de la Argentina), la esperanza de vida es dos años superior, las reservas del Banco Central son de U$S 41.000 millones disponibles contra unos U$S 30.000 millones declarados por el Banco Central de la Argentina, de los cuales están disponibles menos de la mitad; la inflación ronda 5% desde hace décadas, contra 30-40% en la Argentina, según la fuente a la que se desee creer.
En cuanto a la educación, supuesto talón de Aquiles del sistema chileno y paraíso de la igualdad del modelo nac&pop, Chile tiene una performance superior a la Argentina tanto en la base como en el tope de la currícula.
El informe PISA 2012 muestra a los alumnos chilenos como los de mejor desempeño de los ocho países latinoamericanos participantes, superando a México, Uruguay, Costa Rica, Brasil, Argentina (sexto lugar entre ocho), Colombia y Perú. A pesar de que el rendimiento latinoamericano es muy bajo (Chile, el primero de la región, se ubica 51º entre 65 países), el último informe PISA señala que Chile, junto con Brasil, Alemania, Israel, Italia, Polonia, Portugal, Túnez y Turquía, son los países que mayores progresos han tenido en los últimos años. Se trata de logros posteriores al año 2000, ya que en el primer informe PISA, de ese año, Chile no figuraba primero en ninguno de los rubros.
Según el último informe disponible de la Unesco (2010), 70% de los estudiantes chilenos ingresados al secundario terminan sus estudios, contra 50% de los argentinos, de los cuales sólo 43% lo hacen en el plazo establecido, sólo 35% aprueba todas las materias dentro del año escolar y sólo 48% logró superar el test de lectocomprensión PISA, y 40% el de matemática.
Detrás de la glorificación de la educación pública y el discurso del 6% de gasto educativo nac&pop se esconde la realidad: 250.000 alumnos menos en la matrícula estatal desde 2003 y suba simultánea de las matrículas en los colegios privados, que entre 2002 y 2009 aumentaron 18%.
La educación universitaria chilena, cuya gratuidad para el año 2016 es una de las promesas de campaña y uno de los principales objetivos del actual gobierno, fue la razón de grandes protestas estudiantiles que el populismo argentino aprovechó para destacar como un síntoma del elitismo de la sociedad chilena y el contraste con la gratuidad e igualdad que supuestamente rigen la educación argentina.
Lamentablemente, 73% de los estudiantes que ingresan en nuestras universidades estatales abandonan la carrera, y 58% en las privadas. De allí que sólo 14% de la población argentina tenga un título universitario, contra el 24% de la chilena, según la Unesco.
Con una carga fiscal que representa aproximadamente la mitad de la argentina, Chile gradúa anualmente cuatro profesionales por cada mil habitantes, contra 2,5 cada mil de la Argentina. La composición también es diferente: por cada 100 abogados, en Chile se gradúan 207 ingenieros, contra 37 ingenieros cada 100 abogados en nuestro país.
En cuanto a la igualdad, recientes estudios revelan que gracias al sistema de becas y créditos, 42% de los egresados de universidades chilenas son primera generación de graduados universitarios en sus familias, con un aumento de 15,5% desde 2006, clara demostración del ascenso social de los sectores populares chilenos, fenómeno directamente en contramano con la lumpenización general de la Argentina nac&pop.
Chile no es Norteamérica ni Europa, y está pasando por una difícil situación sociopolítica. Pero estamos hablando de un país con una superficie casi cuatro veces menor que la de la Argentina, de la cual un cuarto es un vasto desierto y otro cuarto una franja costera y unas islas heladas en medio de un mar inhóspito, conmovido por frecuentes terremotos, que a pesar de ello tiene una población por kilómetro un tercio superior a la de nuestro país; sin petróleo ni vastas pampas húmedas, que importa casi toda la energía que consume y que, pese a todo ello, está 41º en el Índice de Desarrollo Humano del PNUD, mientras que la Argentina retrocedió desde el puesto 34º al 49º durante los años gloriosos de la década ganada.
Imaginemos por un instante que un cataclismo redujese proporcionalmente el territorio argentino a las dimensiones del de Chile, llevándose las pampas y el petróleo, y calculemos después las horas que mediarían entre este acontecimiento y el desencadenarse de una guerra civil argentina, y tendremos una dimensión del horror que en este cuarto de siglo peronista los argentinos supimos conseguir.