No hay caso. Maipú no puede cantar victoria ni cuando hace méritos de sobra. Porque contra el Lobo jugó su mejor partido desde aquel debut a toda orquesta que tuvo en San Juan cuando goleó a Unión 4-1.
Apabulló a un Gimnasia que fue sorprendido y por ende tuvo un rendimiento colectivo desconocido (la actuación más floja desde la que asumió el Lechuga Alaniz).
La premisa del Botellero fue presionar bien arriba, en campo contrario. De esta manera neutralizó los circuito de juego de la visita. No dejó pensar a los hombres desequilibrantes del Mensana y se adueñó del balón a gusto y placer durante los noventa minutos . Sin embargo, esa superioridad táctica no la pudo plasmar en la red del Lobo.
El Cruzado no define y la suerte no lo acompaña. Peloteó a Matías Alasia durante toda la tarde. El arquero cordobés fue la gran figura del partido. Tuvo un sólo error y cuando Gatto definió de zurda, Matías Villavicencio la salvó en la línea. Ni ese regalo pudo aprovechar.
Lo positivo: el Cruzado recuperó la memoria. Mostró un hambre de gloria que había perdido. Era un equipo anémico que no encontraba el rumbo. Contra el Lobo mostró otra cara. Desde lo actitudinal arrasó con nombres, presupuestos, historia y jerarquía. Ganó por goleada. Pero, la realidad dice que el partido terminó 0 a 0 y que cada uno cosechó un punto.
Quedan dos finales, y ambos persiguen distintos objetivos: Maipú sueña con la salvación y el Lobo, anhela la clasificación. Ninguno tiene margen de error.
Aliento y aplausos por silbidos
Desde la primera fecha del torneo, que el equipo Cruzado no se llevaba un reconocimiento como el de ayer cuando terminó el partido. Aliento y aplausos por silbidos, esa fue la consiga y la gente Botellera respondió con creces.