Las tablas largas tomaron por asalto las calles, nacidas del movimiento surfer -a mediados de los '50- en California, hoy están estrechamente ligadas a la cultura urbana, a la música y también al deporte extremo. Velocidad, riesgo y destreza son los principales atractivos para los nuevos jinetes del asfalto.
La familia del skate (que debutará en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020), tiene en el longboard a uno de sus miembros fundadores. El Carving-Freeride (derrapes), Downhill (descenso en velocidad) y Cruising (transporte) son sus modalidades más desarrolladas.
Agustín Virgolini, un ex-jugador del Tala Rugby Club, cuando miró el velocímetro que llevaba en su pie izquierdo no lo podía creer. En 2011, el cordobés batió un récord de velocidad para un raider argentino al alcanzar sobre su longboard los 118 km/h en la mítica pendiente brasilera de Teutonia, ubicada a unos 130 kilómetros de Porto Alegre.
Virgolini, que esa temporada compitió en el Mundial (Maryhill Festival of Speed) disputado en Goldendale, Washington, Estados Unidos, había impuesto un hito para una disciplina que a mediados de los '90 había hecho pie en nuestro país.
El Downhill, que a fines de mes en Huallin (Perú) tendrá su clasificatoria mundialista, ya cuenta con su propia Federación Internacional (IDF) y un ranking en seis categorías. Hoy parecen remotas las primeras tablas hechas de madera, de los '60, de casi dos metros de largo.
Con la llegada de los '90, junto a la estridencia de la música, se vivió una verdadera revolución. Los equipos que ingresaban en Argentina y perfilaban la fisonomía del raider, eran provistos por pequeñas compañías que fabricaban las tablas a mano, como las de tamaño, pero con nuevas tecnologías (fibra de carbono) y requisitos específicos de los amantes del longboard.
Así el Downhill, que extiende sus fronteras en latinoamérica, sigue construyendo sus competencias regionales y también nacionales. Las bajadas empinadas de Potrerillos, El Challao, Villavicencio y Valle Grande fueron escenarios de grandes eventos de descenso y de boardercross (modalidad que se practica en un circuito con obstáculos, pendientes curvas y saltos).
Sin bajar los pies del skate, enmarcado en los deportes de inercia, los temerarios a centímetros del suelo tejen sus leyendas como la de Sergio Evans, un patinador español capaz de alcanzar grandes velocidades (92 km/h), con su longboard. Un asturiano que nació con una sordera muy severa, prácticamente total. Nada parece detenerlo y llegó a obtener un subcampeonato de Europa en Holanda, en 2015, además de practicar Surf, bodyboard y escalada.
Máxima Velocidad sobre cuatro rueditas
Entre las modalidades del longboarding, encontramos tablas desarrolladas específicamente para la práctica del downhill (descenso a altas velocidades). Es una variedad de riesgo y exige al rider el uso de protecciones: casco integral, mono de cuero, guantes para slide (técnica que se utiliza para reducir la velocidad al entrar en una curva).
Estas son tablas de 95 a 110 centrímetros de largo y más bien rígidas con los trucks (ruedas) en los extremos. Esto aumenta la distancia entre ejes y genera mayor estabilidad, además de disminuir el centro de gravedad.
En pocas líneas
Cultura Surfer: el longboarding se compara a menudo con el surf y también con el snowboard. Nació junto a la cultura del surf a mediados de los '50 y se comenzó a practicar en las calles de California. En los '90 desebarcó en la Argentina.