Se llama Universal City. Verdaderamente, los estudios de la Universal en Hollywood configuran una ciudad dentro de la ciudad del cine, que en realidad no es Hollywood con toda propiedad, sino Los Ángeles.
El autor en la Ópera
Una ciudad de edificios consistentes (sets, laboratorios, talleres, oficinas, etc.) y de ilusión (es decir, de materia vana para ser filmados); con parques, lagos, colinas y "selvas" donde a menudo se supone que está el África; de escasa población fija y mucha transeúnte con horario, maquillada, enmascarada, vestida tan divertidamente como si allí conviviera gente de los siglos transcurridos y los por venir, en asocio con criaturas de otros planetas. Una ciudad con departamentos ante los cuales el pavimento de la calle tiene las reservas que cuadran al privilegio estelar: "No parking. Lana Turner". ("No estacionar", el auto, se entiende). Y donde el sector de una galería donde se filma una moderna comedia de espionaje "Misión secreta" es asimismo un auténtico rincón de museo, pues se conserva intacto, salvo el visible agobio de los años, el decorado de "El fantasma de la Ópera", antigua versión.
Un fondo de recargados palcos de teatro y el dominio, en el aire, de la cuantiosa araña de cristal que Lon Chaney convirtió en instrumento de terror para la platea, forman, a primera vista -no cuando se observa mejor el segundo plano- el ambiente donde se halla el automóvil de ahora que lleva adentro, con los ojos vendados, a Rock Hudson. Esto es lo que aprecia quien presencia la filmación. Pero actualmente, en Mendoza, en la pantalla del Roxy, el automóvil se ve en marcha por azarosos caminos de la península de Florida entre multitud de árboles con tenues y siniestras colgaduras vegetales. Artificio y magia del cine. Una trasposición que representa un virtuoso "collage" de laboratorio (corriente por entero en el oficio).
Las transiciones
En la faena de actuar hay dos transiciones: la que se produce durante la interpretación y la que ocurre cuando el actor se retira del campo visual del público. La primera es elaborada. La segunda inconsciente. Suceden en teatro y en la filmación de cine. He aquí, con su contraste, algunos de mis testimonios:
París. Teatro de la encrucijada. Sale Jean-Louis Barraul, pero sigue enajenado, todavía palpitante adentro, tal vez, el personaje que estuvo viviendo y que seguirá en otra escena. Entretanto (también es director) se halla en tensión como si toda la máquina que maneja fuese un potro cuyas riendas, tirantes, estuvieran en el apretado y enérgico puño.
París. Un teatro de boulevards. Marcel Marceau ha inclinado a la izquierda el rostro blanco como de clown. Sus manos, unidas por la palma como en ruego o adoración, acatan la misma oblicua, y el torso igual, obediente a la analogía. El gesto, el ademán, la posición, son un epílogo. Transición: el gran mimo pasa entre bastidores. Ya no interpreta. Pero viene soñando.
Hollywood. Estudios de la Universal. Rock Hudson anima una situación divertida. Después porque la carcajada se reserva al espectador que va al cine, no al que presencia la filmación (si se ríe hace ruido y el ruido arruina el trabajo de grabación). Rock Hudson, como actor, está en el juego y la gracia del episodio parece fluir, principalmente, de él mismo. Viene la orden: "¡Corten!". El actor ya no actúa. Se escurre del nido de aparatos, luces, cables… Transición. ¡Corten!... Y se cortó el momento exultante. Rock Hudson regresa sereno e indiferente, como perdido en el recuerdo de la pasada alegría. Como ajeno a ella. Se va a jugar al naipe a su camarín, que es una casa rodante con aire acondicionado, anclada en el set.
En el rostro de algunos hombres y mujeres del equipo de filmación queda prendida la gracia de la escena, todavía la disfrutan. Lo perentorio de sus propias obligaciones –hay que preparar, con urgencia, otra forma diferente- la borrará muy luego.
(Tal vez, el público supone que el rodaje de un film risueño como "Misión secreta" mantiene en el estudio un aire constante de alegre entretenimiento. No.)
Ernesto, no Ionesco
Rock Hudson dice: "Muchos no quieren dejar de considerarme como actor de comedia cómica. 'Misión secreta' es mi película N° 50. Entre todas ellas, no recuerdo haber hecho más de media docena de comedias cómicas".
Le hago notar que este apego a su costado de comediante se debe a que el mayor impacto popular lo ha conseguido, en los últimos años, con algunos films de risa y le pregunto si para desenvolverse en el género ha elegido algún modelo o se basa en determinada escuela.
Manifiesta que no, que no copia a otros, y que sólo como entretenimiento es asiduo espectador de los films que hicieron Chaplin y los hermanos Marx.
Insiste en su espontaneidad, en que interpreta como a él le parece y hace notar que, aunque se permite algunas improvisaciones, en general se atiene al libreto elegido para el film, en cada caso. Como esto presupone que él mismo no se escribe partes o pasajes, procuro saber si es así en efecto.
Me responde con buen humor: "Yo no escribo. No puedo escribir ni una carta. Uso el teléfono".
-¿Y qué lee?
-Únicamente para buscar argumentos. No tengo tanto tiempo para leer otras cosas.
Se habla de teatro. Afirma: "Marcel Marceau es maravilloso". Elogia "La importancia de llamarse Ernesto". Una reflexión de él acerca de sus preferencias sobre la comedia moderna en cine me incita a preguntarle si cree que ésta puede hacerse aprovechando el teatro clásico. Considera que no, que por ejemplo Moltere es como es y nada más.
Entonces me corro al otro extremo: "¿Cómo ve a Ionesco?".
Dice: “No lo conozco”.
Reclamo: "¿No ha oído hablar de "Rinoceronte" y "La cantante calva"?
Me explica: "En Europa no voy al teatro. Trabajo".
Habla con mesura y con amabilidad muy natural. Es sencillo y simpático y, como se ve, dispone de una correcta franqueza para decir que no sabe algo, para declarar lo que sabe o no puede hacer.
(Muchos galanes de Hollywood tuvieron o tienen fama de presumidos, arrogantes y simuladores. Rock Hudson tiene en Hollywood prestigio de no ser nada de eso. La imagen que de él nos procuró la entrevista acuerda validez a tal concepto).
Publicado el 29 de mayo de 1966