Crónicas de Di Benedetto en Los Andes: Pantallas y escenario de Londres

El escritor mendocino, en ese momento jefe de espectáculos, describe la noche londinense.

Crónicas de Di Benedetto en Los Andes: Pantallas y escenario de Londres
Crónicas de Di Benedetto en Los Andes: Pantallas y escenario de Londres

La primavera se presiente y es una certidumbre de calendario. Pero todavía no ha sido dada a los pobladores de la isla. Deben esperar, y entretanto la actividad aplaca a las 6 de la tarde. El día se recoge quedamente al paso del ganado que vuelve al establo por caminos de verde parejo. En la ciudad, el día se guarda de prisa, colmando de gente un momento el subterráneo de asientos tapizados de damasco y los rojos ómnibus de dos pisos.

Aquí y allá, en los campos de pastoreo sumergidos en la noche o en la edificación compacta, empinada y antigua, la vida se aposenta de la misma manera: en la parte del hogar donde el calor irradia de la sopa de tomates, del "curry" y la copa de Oporto, de la taza de té y la reunión de la familia. Naturalmente, el mundo ajeno -el que no ha vivido cada cual- penetra y se comunica en ese momento: por la conversación, el diario vespertino y la pantalla de televisión.

Desde luego, se halla el otro costado de la ciudad, ese que en todos los países representa el porcentaje menor de la población (porque sólo funciona ampliando el rubro individual de gastos), el de los teatros, los conciertos, el cine, el club popular o aristocrático, el bar con licencia. "Spirits", previene el cartel exterior, y eso es resumir una lista que comienza con el whisky, aborda el gin y el rhum y concluye en vodka. Si no hay licencia, el alcohol está interdicto y de tal modo la cena típica en un restaurante hindú -con "muttonaloo", "paratha", arroz largo y postre de jellaby-, para que se vea una bebida en la mesa, debe admitir la compañía heterodoxa de la "coca cola".


Las luces de Piccadilly Circus, tal como las que mostró Los Andes. | Archivo.
Las luces de Piccadilly Circus, tal como las que mostró Los Andes. | Archivo.

Romance y música junto al puente de Waterloo

¡Ah, cómo gustan los ingleses del teatro y de la música!

De siempre tienen erigidos para la música o el ballet sus monumentos tradicionales: Covent Garden, Royal Opera House, Sadler's Wells, Albert Hall (con enorme órgano y su piso circular, que de pronto se retira y abre la mirada a las arenas y el boxeo). Pero desde más cerca en el tiempo posee también el Royal Festival Hall que de Waterloo forma un ángulo que se vuelve rincón, desmesurado rincón abierto al muelle para la juventud enamorada.

Bruma azulada sobre el río; los autos de disparada sobre Waterloo Bridge; del otro costado la película horizontal de ventanillas de tren por encima del Támesis, llegando o partiendo de Waterloo Station; más arriba de todo eso, el ojo luminoso del Big Ben; aquí atrás el respaldo de la música y en el muelle cascarudo y fuerte, adonde alcanza plenamente la claridad plateada de las luces de neón, unas manos apretando otras manos, un beso silencioso y largo: un poco de amor en tierra.

Concentración orquestal y solistas “tournée”

¿Y a quiénes escuchan los ingleses en estos días?

En el Royal Festival Hall, esa arquitectura moderna concebida en función de la música, la riqueza de órganos concita un desfile de instrumentistas (Helmut Walcha tuvo tres presentaciones en marzo). London Philarmonia Orchestra, con Sir Malcolm Sargent al frente y Ruggiero Ricci de solista. La Royal Philarmonia Orchestra conducida por Sir Eugene Goosens y Andre Tchaikowsky al piano. La Philarmonia Orchestra, la BBC Symphony Orchestra, London Mozart Players, Philomusica of London y London Choral Society (Haendel, "Messiah").

También el cellista Pierre Fournier, entre otros artistas que la Filarmónica o la Universidad han hecho conocer en Mendoza; el pianista chino Fou Ts'ong, que está triunfando con Chopin; el quinteto Chigiano y el cuarteto Smetana, y el ya crecido Pierino Gamba como director de la London Symphony Orchestra, en Prokofieff, Rachmaninoff Respighi y de Falla.

Una noche, asimismo en el Royal Festival, para los "Young artists": Brenda Cullitu (violín), Jeonette Hill (soprano) y Susan McGaw (piano).

¿Cómo dar idea de todo lo demás que hay en música? Sólo este apunte: una noche cualquiera de semana, con la lluvia derramada no sé si en todo Londres, pero sí, sin tregua, sobre el sector que tiene de eje a la lujosa Oxford Street. Frío y agua, pero una cantidad de gente aguarda disciplinadamente en la vereda. Las puertas se abrirán algo más tarde, quince minutos antes del concierto. En el momento debido, la sala se cubre rápidamente. Aparece un señor de cabello blanco y traje de etiqueta. No es muy estirado; todo lo contrario, hace bromas al público hasta que llega el segundo exacto y él, para que su voz recorra el mundo, debe decir: "This is the BBC…". Enseguida vienen los músicos: The Melos Ensemble, solista Julián Bream (guitarra), para hacer el Concerto, op.30, de Mauro Giuliani. (Hoy la guitarra es amada en Europa, suene popular o clásica; pero casi nunca se oye guitarra o música argentina, en todo caso, paraguaya).

Graham Greene, teatro musical con ocho artistas

Teatro. Los ingleses tienen "en casa" a Graham Greene y por lo tanto disfrutan de sus primicias. Y cuentan asimismo con Ralph Richardson, Phyllis Calvert y Paul Scofield para que hagan "The complasaint lover" en el Globe. Margaret Lockwood interpreta con mucha fortuna una comedia, "And suddenly its Spring" y Nigel Patrick está en el Haymarket con "The pleasure of his Company".

En el Old Vic, "The merry wives of Windsor", "The importance of being Earnest" y "Saint Joan".

El gran teatro, el teatro serio, el teatro de ideas, la comedia inteligente y los artistas finos y expertos se hallan rodeados de devotos conscientes y aun dentro de la juventud producen una atracción que a veces iguala o supera a la que se profesa por el cine.
Pero más seduce, a la mayoría, el teatro con música. "My fair lady" e "Irma la douce" complacen el gusto de las edades medias. "West Side story" pone sobre el escenario, entre luces pintoras y decorados sumarios, un pelotón de muchachos, con un argumento realista y un ritmo musical tajante y dinámico. La "pantomime" titulada "Humpty Dumpty", en el Palladium, tiene vendidas las localidades más baratas hasta mayo. Comporta más espectáculo, sin duda, que "Pieces of eight", en el Apollo; pero ésta posee un joven astro de la risa. Kenneth Williams, que divierte sin pausa con su aire ingenuo, sus diálogos victoriosos por el lado de la debilidad y su mímica que viene puesta en la cara desde antes de subir el escenario.

La compañía del Apollo está formada solamente por ocho personas. Aun cuando los equipos se multipliquen por tres y por cuatro, en otras salas, nunca alcanzan la vistosidad y el despliegue de recursos de los espectáculos musicales franceses.

“The Royal Ballet” y una película argentina

Cine. Esto, en Londres, es relativamente secundario, frente al teatro, el ballet y la música. Pero, ciertamente, hay cinerama y todd-ao.

Ya entraron "Ben Hur" y "Solomon and Sheba" (Gina Lollobrigida y Yul Brynner); recién se conoce la infortunada versión de "Gigi" con Leslie Caron, "The brothers Karamazov", "Cabirla" y "Witches of Salem". Está en cartel "Hiroshima mon amour", el film que ha entusiasmado en Europa a los exigentes y a los no exigentes, y se hace considerable ruido en torno de otra película francesa, la última de Brigitte Bardot, "A woman like Satan".

"The Royal Ballet" es una producción inglesa, actualmente en exhibición, que registra parte del repertorio de la famosa "troupe" tal como lo hace en teatro. (Largometraje de filmación velocísima: dos días). Y a propósito del Royal Ballet: en el Covent Garden está dando "Ondine", "Antigone", "Les rendezvous", "Petrushuka", "Ballabile", "Giselle" y "Le lac des cygnes".

Tuvo buena permanencia en el Curzon un film argentino, "La Caída", hasta el 6 de marzo. En las estaciones del "tube" continúan los afiches con el retrato y el nombre de Elsa Daniel junto a la leyenda: "The fall", directed by Leopoldo Torre Nilsson.

Al costado del Royal Festival Hall, también con acceso como si uno descendiera al Támesis, se halla, con edificio tan propio como nuevo, el National Film Theatre. Está en una "French season" presentada por la Cinemateca Francesa.

“God save the Queen” y “Domingo no hay función”

El telón desciende. Toda vez que eso sucede, cada noche, cada tarde, en cada sala, sube la música de "God save the Queen". El público la escucha de pie, delante de su butaca.

El homenaje a sí mismo, ese homenaje sencillo que consiste en no trabajar una vez por semana, el artista de teatro inglés se lo brinda los domingos. De manera que el domingo las carteleras se achican: cine, música, ballet o circo, nada más.

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