Su recorrido en el Mundial despierta el fervor de Croacia, nuevamente. La selección de fútbol desde hace un cuarto de siglo juega un papel crucial en la afirmación de la identidad nacional de este joven Estado.
En caso de victoria el sábado frente a Rusia, los croatas volverán a las semifinales de una Copa del Mundo 20 años después de aquella gesta de Francia 1998, en la que acabaron en tercer puesto con una generación dorada liderada por Davor Suker.
Desde la muerte en 1980 de Tito, hombre todopoderoso de Yugoslavia, la federación de pueblos eslavos del sur se desintegra. Los estadios "se convierten en sitios de expresión de oposición al régimen", explica el francés Loïc Tregoures, profesor de ciencias políticas y autor de una tesis sobre "Fútbol, política e identidad" en la ex Yugoslavia. En Croacia, principalmente, se va al estadio a reivindicar un "nacionalismo croata reprimido".
La rivalidad entre el Hajduk Split y el Dínamo Zagreb está a flor de piel, pero frente a los clubes serbios “ellos hacen causa común”. El 13 de mayo de 1990, la visita a Zagreb del Estrella Roja de Belgrado genera trastornos. El croata Zvonimir Boban se transforma en héroe nacional al pegar una patada a un policía al intentar ayudar a un hincha que era reprimido.
Ese episodio fue el más célebre, pero hubo otros tantos en ese año precedente al estallido de la guerra de independencia contra las fuerzas serbias (1991-1995, 20.000 muertos).
Sería falso decir "que la guerra vino de los estadios", relativiza Loïc Tregoures. Esos hechos dicen "que la federación yugoslava llega a su fin", no forzosamente “por la guerra”.
La paz vuelve, la selección afianza la identidad nacional. Y a eso contribuye la participación en la Eurocopa 1996, pero sobre todo en el Mundial de Francia 1998, en el que termina en el último escalón del podio.
"Nos reencontramos con nostros mismos a través del fútbol. Juega mi Croacia. Cuando te veo, mi corazón se enciende", cantan los hinchas presentes en Rusia.
Para el seleccionador de aquel entonces, Miroslav Ciro Blazevic, cercano al difunto Tudjman, "ninguna nación se identifica tanto con su selección como Croacia”.
“Nos reencontramos con nosotros mismos a través del fútbol. Juega mi Croacia. Cuando te veo, mi corazón se enciende”, cantan los hinchas .
Los resultados empeoran. Algunos hinchas denuncian el dominio absoluto sobre el fútbol croata de Zdravko Mamic, un hombre de negocios turbios que huye a Bosnia después de su reciente condena a prisión por malversación de fondos.
La situación se normaliza, la guerra de independencia se aleja, y se trabaja para superar las dificultades económicas de Croacia, que luego ingresa a la Unión Europea en 2013.
“Los croatas ahora están seguros de sus fronteras, seguros de su fortaleza, ya no es más el país de la época de Tudjman”, explica Loïc Tregoures.
En el plano internacional, los hinchas son señalados por sus excesos, como en Francia durante la Eurocopa 2016, o cuando los más ultranacionalistas voluntariamente entonan el saludo pronazi “Za dom spremni”. En junio de 2015, hinchas dibujaron una esvástica sobre el césped del estadio de Split antes de un partido contra Italia.
El Mundial ruso despierta el fervor nuevamente. Para el legendario Robert Prosinecki, los croatas aspiran “a la felicidad de estar otra vez juntos, de dejarse llevar por la euforia, de estar unidos”.
En Zagreb, el júbilo es el de cualquier capital que celebra el triunfo de su selección. Aunque el domingo, la multitud coreaba el nombre del general Ante Gotovina, figura central de la guerra de independencia.