Por Mario Fiore - mfiore@cimeco.com - Corresponsalía Buenos Aires
La salida del histórico Juan Carlos “Chueco” Mazzón del gabinete nacional es un mensaje directo, sin ambigüedades, de la presidenta Cristina Fernández a todo el PJ. La jefa de Estado no permitirá que nadie construya electoralmente en el oficialismo bajo la idea de un fin de ciclo, de modo que seguirá siendo ella quien digite las principales listas nacionales.
El gran pecado que cometió Mazzón fue permitir que sus aliados en Mendoza anunciaran no sólo una lista de consenso del PJ ortodoxo (que lidera Adolfo Bermejo) para enfrentar al kirchnerismo más duro, sino también dar por descontado que el intendente Rubén Miranda será candidato a senador nacional y el gobernador Francisco “Paco” Pérez encabezará la boleta de diputados nacionales. Como sucedió desde 2005, estos cargos serán decididos en el hermetismo de Olivos; Cristina Fernández no piensa permitir que den su poder como finalizado.
Mazzón no pudo hacer nada para evitar que la Presidenta lo despidiera, ni siquiera le reconocieron haber ideado el Congreso de Lanús de 2003 que habilitó a varios candidatos del PJ a ir a elecciones presidenciales y enfrentarse entre sí, lo que a la postre le sirvió al entonces duhaldista Néstor Kirchner llegar al ballottage con Carlos Menem. El “Chueco” sólo atinó a mandar a la mandataria un mensaje a través de su enemigo interno, Carlos Zannini, quien fue el portador de la mala noticia, que probablemente no llegó a destino: “Señora Presidenta, la están informando mal”.
Los gobernadores peronistas tomaron nota de lo sucedido. No fue casual que ninguno de los que representan a provincias vitivinícolas asistiera el sábado pasado al desayuno de la Coviar, el momento más álgido de la última Fiesta de la Vendimia, en donde además de tener que fotografiarse con dirigentes del PJ mendocino que han sido puestos en penitencia por la Casa Rosada, hubieran tenido que escuchar el durísimo reclamo del sector vitivinícola a la política nacional de Cristina Fernández. Tampoco fue casual que la Presidenta no saludara a Pérez durante la teleconferencia que la conectó con Lavalle y el secretario de Comercio Interior, Augusto Costa.
A nivel nacional, la salida del “Chueco” fue leída como un proyectil lanzado por la Presidenta a la liga de gobernadores que orbita en torno de la candidatura presidencial del bonaerense Daniel Scioli. En rigor, no fue éste el primer mensaje del año a la ortodoxia del PJ nacional.
A fines de enero, cuando el Consejo del PJ emitió un documento sobre el caso Nisman, la Presidenta envió a su lugarteniente Zannini a cambiar el texto consensuado por Mazzón y los gobernadores. Los cambios en el Gabinete, tras la salida de Jorge Capitanich, también fueron una muestra de que la Presidenta se reclinará aún más en los fieles, en especial los jóvenes de La Cámpora como Eduardo “Wado” de Pedro, hoy secretario general de la Presidencia.
El revuelo que provocó la eyección de Mazzón coincide por estas horas con un rumor que todo el peronismo bonaerense está dando por cierto: que la Presidenta se presentará como candidata a diputada nacional por el principal distrito electoral del país. En su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, el 1 de marzo, la jefa de Estado dejó esta idea flotando como una posibilidad cuando, en un pequeño cruce verbal con el senador radical Gerardo Morales, aseguró que volverá a ser legisladora nacional.
La confirmación de la candidatura de Cristina Fernández no sucederá antes del 20 de junio, cuando venza el plazo para anotarse para competir en las PASO nacionales del 9 de agosto. Como lo hacía su marido, el factor sorpresa será parte de una guerra de nervios que pondrá a la mandataria en el centro de la escena, por encima de quienes busquen convertirse en sus sucesores.
Esta estrategia tiene una lógica que va más allá de dar fueros parlamentarios a la Presidenta para cuando deje la Casa Rosada. Encuentra su principal razón de ser en el hecho de asegurarle la birome a la actual mandataria a la hora de armar las listas de legisladores nacionales y negociar con los precandidatos presidenciales del Frente para la Victoria.
Habrá que ver si ella decide usar su nombre y apellido para beneficiar a uno solo de los candidatos nacionales -éste es el sueño de Florencio Randazzo, aunque en este caso Cristina Fernández corre el riesgo de perder la primaria y de que el poder se le escurra más velozmente- o a todos -es lo que pretende Daniel Scioli, que está dispuesto a dar todos los gustos a la Presidenta si ésta no le pone más trabas-.
Pero en cualquier caso (también cabe la posibilidad de que se presente para el Parlasur), su opinión será decisiva para el armado electoral. “Se garantizará tener los bloques más importantes en el Congreso y controlar una parte del Consejo de la Magistratura”, explicó un peronista que tiene llegada a Olivos. En este esquema, el próximo presidente deberá negociar con ella sí o sí.
Es en este contexto que las promesas que hizo Mazzón a Paco Pérez y a Rubén Miranda -quien desistió de su candidatura a gobernador- para ser legisladores nacionales, pueden haber quedado escritas en el agua. Uno y otro podrían enfrentarse a los candidatos que designe Cristina Fernández en las PASO nacionales, pero se supone que deberán ir en las boletas de algún candidato presidencial para tener chances.
Hoy, el más cercano, Scioli, no está dispuesto a correr riesgos que terminen perjudicando su ambición de ser presidente de la República. Éste fue el mensaje que uno de los laderos del bonaerense hizo saber a los kirchneristas mendocinos en la Fiesta de la Vendimia. En la Rosada piensan que el “Chueco” y Carlos Ciurca hicieron creer al resto de la dirigencia mendocina que el “sciolismo” es “algo más grande de lo que es”.
Para bajar la espuma de la ola naranja, Cristina Fernández habría habilitado a Randazzo para que todos los días hostigue al mandatario bonaerense. La Presidenta necesita una primaria del FpV más equilibrada para que tantos sus acólitos como los gobernadores peronistas la necesiten por igual, para que su opinión sea desequilibrante y todos le teman.
Ante una situación de una presidenta digitando la estrategia electoral de todo el oficialismo, cuyo objetivo principal es conservar una cuota de poder post-2015, muchos dirigentes nacionales del PJ creen que la jefa de Estado está dispuesta a que el Frente para la Victoria pierda contra el PRO de Mauricio Macri. Hay un dato curioso en este sentido: tanto Scioli como la jefa de Estado han elegido de común acuerdo al intendente porteño como rival a vencer ya que creen que es más fácil de derrotar en un eventual ballottage que Sergio Massa.
Macri, consciente de que esta estrategia le ha venido como anillo al dedo para subir en las encuestas, se ha prestado al juego dialéctico y hoy figura primero en algunos sondeos nacionales. La entronización de Macri, producto de un pacto no escrito con el kirchnerismo para “correr” a Massa del escenario, ha servido al líder del PRO para avanzar en su armado nacional, que hasta hace sólo seis meses era débil y preocupante.
Hoy Macri está a un paso de quedarse con la estructura y el volumen territorial de la UCR gracias a un acuerdo cerrado hace meses en silencio con el mendocino Ernesto Sanz. Ante la implosión del polo de centro-izquierda, el Frente Amplio Unen, algo a lo que contribuyó nada menos que el presidente de la UCR, los radicales tienen este fin de semana la Convención Nacional y en ella, la propuesta de arrendar el partido al macrismo, llevaría las de ganar.
Se trata de la sobrevivencia de cientos de dirigentes radicales a los que Sanz les ha garantizado, uno por uno, lugares en el Congreso nacional y cargos en un futuro gobierno de coalición liderado por el PRO.
La duda que quedará es qué pasará con Julio Cobos.
¿Buscará pelear en la interna contra Macri? ¿O Sanz encontrará la forma de hacerlo deponer su candidatura, como viene insinuando en entrevistas periodísticas? ¿Sanz proscribirá a Cobos? Si esto último ocurriera, es dable hacer una reflexión a modo de pregunta final: el peronismo mendocino, que adelantó las elecciones por temor a enfrentar a Cobos ¿se arrepentirá de haber tomado esta decisión?
El costo hasta ahora ha sido nada menos que un PJ dividido en tres listas, la ira de la Casa Rosada y, como si fuera poco, (casi) toda la oposición unida detrás de la candidatura de Alfredo Cornejo.