Dice que ganó en la Antártida.
-¿Qué? ¿Ahí también compró a $ 7,50 el metro?
A diferencia del Almirante Irízar, que lo hizo a 140 millas náuticas de la costa, Cristina se incendió cerquita, al segundo párrafo: “¡Ganamos en la Antártida!” En Tecnópolis, las cinco dotaciones de aplaudidores, lejos de extinguir las llamas del ridículo, avivaron el fuego con sus palmas. La escena es una síntesis: ¿qué muestra? Que el Gobierno morirá con las botas de su personalidad puestas.
¿Para qué se suponía que era el acto? ¿Para salir a recuperar los votos fugados? Muy lejos de eso, la Presidenta negó la derrota, chicaneó y desafió. O sea, le dio más de lo mismo a su núcleo duro. Curiosa estrategia: hablarle al carozo mientras la pulpa se va con Massa.
Dicen que el carocismo discursivo tuvo un fin: disciplinar a la tropa y evitar que salten de corral. Pues a alambrar mejor: a menos de 48 horas de esas palabras, Omar Viviani dijo que “en 2015 la CGT va a acompañar a los que ganen”.
La Presidenta afirmó también que la gente “no tiene la culpa” de equivocarse con el voto porque está mal informada por los medios. En el colmo de la subestimación, lo que sugirió es que los votantes son llevados a la urna de las narices. Su pensamiento se resume en dos frases:
- “Si tan sólo el pueblo mirara más por la ventana que por la pantalla”.
- “El pueblo es feliz pero, por culpa de los medios, no se da cuenta”.
En otro pasaje casi bíblico, la jefa espiritual agregó: “Somos lo que somos. No engañamos. No mentimos. Tenemos honestidad intelectual” (dicen que a la mañana siguiente, a la Presidenta se le apareció la cara de Boudou en una tostada. Parece que le pasaba el cuchillo, pero no se iba el quemado).
El quemado no sólo no se va sino que se queda a sonreír sobre el escenario. Felisa Miceli, la condenada por corrupción, fue vista a mitad de semana en el Banco Nación, también sonriente y muy saludada por Lorenzino. Entonces no termina de quedar claro: ¿De verdad están bajando de Sierra Maestra a liberar al pueblo? ¿O en realidad el pueblo los baja a ellos, cargando en su lomo a Lázaro, a Amado, a Rudy, a Cristóbal, a los Cirigliano, y a tantos otros patriotas?
En todo caso, malas noticias para esta revolución. El domingo se empacó el caballo.
Por suerte, para invitar al caballo a seguir andando hasta la victoria siempre, apareció Axel Kicillof, que no sólo confirmó entero el rumbo económico sino que advirtió que, si algo no camina del todo, ¿adivinen por culpa de quién es?: “La economía se mueve a pesar de los presagios derrotistas y de la mala onda de la prensa dominante y de los profetas de la derrota que nacen en los charcos de podredumbre”.
Revisemos el charco: se imprimieron un millón de Cedin. Se usaron 664. ¿Qué marcan esos números? La distancia entre cómo el Gobierno se ve a sí mismo y cómo lo ve la gente. Por ahora, el Cedin no es más que una carta de amor no correspondido.
Tras las lágrimas derramadas en agosto, ¿cuál es la estrategia de la Presidenta para octubre? Profundizar la negación. Por ahora, mucho corrector de ojeras y poco corrector de ideas.
-Cristina, ¿usted quería “hacerse los rulos”? Mire que lo que se está haciendo es el alisado definitivo, dijo una peluquera.
-¿Por qué cree usted, señora peluquera, que Cristina, pudiendo cambiar algunas políticas para poder volver a soñar con los rulos, elige el alisado permanente?
La peluquera, en la infinita sabiduría que otorga la simplicidad, se encoge de hombros: “Porque es su cabeza”.