Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar
Con la resolución de las PASO se pudo definir la primera gran batalla política de la era M, aquella por la cual se quería construir una profecía autocumplida: la de que Macri fuera De la Rúa. La ganaron quienes creían que la comparación no se sostenía, pero fue una dura lid.
En otras palabras, este primer gran combate público fue por el manejo de la dirección del viento. Acerca de hacia donde podían imponer que éste corriera. Si la presidencia Macri era un mero y efímero interregno que le daría tiempo a los peronistas para su eterno retorno, el cual demostraría que son los únicos capacitados para gobernar, o si, por el contrario, se trataba de la transición de un sistema político a otro, donde con los mismos o con nuevos actores, se debería barajar y dar de nuevo. La dirección hacia donde sopló el viento, definitivamente, confirmó la idea de transición. La mayoría de la sociedad, no sólo la parte que votó por el oficialismo, no quiere volver atrás, ni siquiera repetir la misma historia aunque fuera con otras caras e ideas.
Los aprendices de brujo trabajaron con ahínco inusual durante dos años para repetir en un tiempo nuevo los avatares de finales de 2001: un presidente débil, una elección perdida y una implosión donde aquel que Jorge Asís denomina “el tercer gobierno radical” terminara como los otros dos. Un poco por su impericia y otro poco porque lo empujaron. Hubo sectores políticos que se levantaban todos los días anunciando cómo el desgobierno al que nos conducía el gobierno de los ricos -incapaces de entender la mínima lógica de la política- llevaría al país al caos más voluptuoso. Y en esa tarea de transformar deseo en realidad, trabajaron frenética y arduamente.
Al final ocurrió que nadie logró un triunfo definitivo ni mucho menos, pero el único viento que sopló exitoso a lo largo y a lo ancho del país fue el que signaba la decisión social de seguir hacia adelante a pesar de que no existieran muchos logros que defender y que hubieran más dificultades de las que se esperaban. El gobierno prácticamente creció en todo el país y el viento a su favor sopló incluso en casi todos los lugares donde perdió, ya que las diferencias donde reina el peronismo más indomable se redujeron significativamente entre éste y las fuerzas de Cambiemos.
Pero ese resultado fue apenas el avatar circunstancial de una elección que ni siquiera era tal sino apenas algo más que una gran encuesta o censo para reordenar las fuerzas que recién combatirán en octubre. Por eso quien haya ganado más y quien haya ganado menos no es ni de lejos el tema principal. La cuestión esencial fue que el voto popular pudo acabar definitivamente con la idea de un gobierno débil destinado a repetir los infortunios de la vieja Alianza frepasista. O lo que es lo mismo, sufrieron un grave traspié los que hicieron lo imposible para que esta versión nacional del Apocalipsis deviniera realidad como en 2001.
Sin embargo, no por ello se rindieron. Fueron muy pocos, al menos hasta ahora, los que luego de las PASO decidieron repensar sus errores de diagnóstico y seguir compitiendo reconociendo que la sociedad quiere seguir el rumbo que eligió en 2015, al menos un par de años más y pese a todos los pesares que sigue arrastrando desde mucho antes de 2015.
Por lo tanto, la oposición que aún sigue con chances, decidió multiplicar su versión del Apocalipsis, pero ahora con un signo diferente, un signo que ya había intentado en estos dos años, pero al cual ahora le dará absoluta prioridad al tener que dejar de lado el síndrome De la Rúa: el de Macri, basura, vos sos la dictadura. Y para ello, los mismos que dicen que en Venezuela no ocurre el caos represivo que está ocurriendo, intentarán demostrar que en Argentina sí ocurre lo que dicen que no ocurre en Venezuela. Que Macri es un Maduro de derechas, un dictador pero de verdad. Paradoja de paradojas.
Entonces, de aquí en más, definida la batalla por la dirección del viento, aparece el combate por la imposición del clima. Vale decir, si estamos dentro de un país que aún con leves pasos viene entrando en algún tipo de normalidad, o si estamos creando las condiciones para un nuevo Apocalipsis, que ya se vislumbra.
A fin de iniciar esta nueva táctica electoral, el sector opositor apocalíptico están intentando colgarse del drama del joven Sebastián Maldonado y su desaparición, para llevar agua hacia su propio molino. Muy por debajo de reclamar la justa e imperiosa aparición con vida del muchacho, lo que les preocupa es demostrar a como de lugar que Maldonado ha sido asesinado por el gobierno de Mauricio Macri, o más directamente, por instrucciones directas del propio Macri, dentro de un patrón que sigue estrictamente los parámetros de la desaparición forzada de personas seguidos durante la feroz dictadura militar impuesta en 1976. Literalmente eso buscan, sin subterfugios.
Dentro de esa perversa lógica, los portavoces del caos, adhieren a las palabras de quien mejor y más directamente siempre los expresa, en particular en lo que ellos no se animan a decir: Hebe de Bonafini, quien afirmó sueltísima de cuerpo que Macri mandó matar a Maldonado porque “para sostener el plan económico hay que meter miedo al pueblo”. Como si el veredicto de las elecciones no hubiera tenido lugar, o peor, como si no le importara en absoluto.
A ella, con apenas un poquito más de hipocresía, le sigue la expresidenta Cristina Fernández que ya no intenta crear las condiciones de ingobernabilidad diciendo que Macri es un pusilánime, sino sosteniendo, por el contrario, que su concentración de poder es inédita y absoluta, lo que le generó al presidente “un mareo de poder que tal vez sea la causa de la desaparición forzada de Santiago Maldonado”. En otras palabras, para ella también al joven lo mató Macri. No el viejo delarruista, sino el nuevo dictador.
Con esta creación de climas apocalípticos ficticios por meras necesidades electorales, asistimos a una terrible banalización de las tragedias vividas por los argentinos. Todo esto pudo haber empezado cuando la entonces presidenta Kirchner comparó frívolamente la supuesta “desaparición de goles” previo al fútbol para todos, con la desaparición de personas. Desde allí -en particular por culpa de los defensores de derechos humanos que se callaron frente a tan grotesca banalización y usufructo político partidario de lo que debiera ser sagrado- todo pudo ser posible. Por eso ahora marchan por el mundo comparando democracias con dictaduras, defendiendo dictaduras apenas disfrazadas de democracias y adoctrinando chicos porque estos no pueden defenderse.