La reunificación sindical no existe, pero de alguna forma existirá. Aunque parece un juego de palabras, responde a una realidad: sigilosamente, en los últimos días se han revitalizado los contactos entre dirigentes de la CGT Azopardo y de la CGT Balcarce.
¿Significa que terminarán nuevamente juntos? Por ahora, lo que significa es que, por fin, se dieron cuenta de que separados son más débiles frente al Gobierno y de que nadie logra ventajas desde el poder político: Cristina Kirchner margina a todos por igual.
En menos de una semana, el moyanista Juan Carlos Schmid llamó al kirchnerista Oscar Lescano, el kirchnerista Roberto Fernández habló con el moyanista Schmid y el moyanista Gerónimo "Momo" Venegas se comunicó con el kirchnerista Omar Maturano.
No fueron los únicos que descongelaron sus relaciones, pero casi todos imaginan que, antes que la unidad, esta distensión podría derivar en una instancia de coordinación para tratar de que la Casa Rosada rectifique medidas que afectan a todos.
No fue casual el clima de cordialidad en el cual Hugo Moyano y Lescano se cruzaron al aire por Radio 10. "Siempre la unidad está por encima de los hombres. Nos diferencia el sistema de conducción nada más, no puedo decir que (Moyano) es un mal dirigente", afirmó el jefe de Luz y Fuerza, mientras su rival camionero sostuvo: "Sería importante lograr juntarnos y decidir una política del movimiento obrero. Estamos predispuestos a discutir esos temas, a comprometernos y a llevarlos adelante". Casi de ciencia ficción.
Dentro del género fantástico podría enrolarse la jugada que a algunos dirigentes les gustaría poner en marcha: las renuncias de Moyano y Antonio Caló y el inmediato llamado a un congreso unificador de la CGT para elegir a un nuevo líder (otra vez se menciona el nombre de Schmid, un moyanista de buenas relaciones con casi todos).
Moyano está al tanto de los contactos reservados entre sus allegados y sus adversarios. Si sabe, e incluso los alienta, es porque así le causa un desgaste político a la Presidenta y, según intuyen algunos, porque estaría cada vez más cerca de elegir su proyecto político como prioridad. Y el titular de la UOM, ¿aprueba las charlas secretas? "Antonio no se opondrá a nada si garantiza la unidad sindical", asegura un cacique metalúrgico.
Esta semana se profundizarán los debates. Pasado mañana, luego de las vacaciones de Caló y del viaje de una comitiva para ver al Papa, se reunirá la mesa chica de la CGT Balcarce. El jueves hará lo mismo la CGT Azopardo. Y Luis Barrionuevo, el primero que pidió la renuncia de Moyano y Caló para permitir la reunificación, volverá mañana de Mar del Plata con la idea de armar una comisión en la que estén todos los sectores.
También puede ser que los contactos secretos no prosperen. Son más fluidos porque la tensión en la CGT kirchnerista crece en forma proporcional a lo poco que recibe del Gobierno a cambio de tanta fidelidad (incluso el Ministerio de Trabajo le sigue retaceando el certificado definitivo que oficializaría su reconocimiento) pero los dirigentes con mejor llegada al Gobierno apuran un encuentro con Cristina Kirchner para lograr señales firmes y evitar que el malestar interno los acerque a Moyano.
Moyano y Pablo Micheli, jefe de la CTA rebelde, harán una o dos marchas callejeras en marzo antes de llegar a un paro, pero así perderán a un socio: Barrionuevo, en plena construcción de un polo peronista alrededor de José Manuel de la Sota, cree que sólo una huelga podría llegar a impactar en la impenetrable piel gubernamental.
Las paritarias de este año probablemente sean las más politizadas desde la época del Rodrigazo, en 1975, y anticipan una creciente conflictividad. En el propio sindicalismo K hay dirigentes que, aunque reconocen que será difícil que su sector disponga un paro, propondrán que los gremios tengan "plena autonomía" para luchar por sus reclamos.
Algo de eso está sucediendo de manera inevitable: en un informe preliminar sobre conflictividad, el Observatorio del Derecho Social, que depende de la CTA opositora, afirmó que en 2012 se registraron 779 conflictos, un 3,3% más que el año anterior, de los cuales el 50% que se produjo en el sector formal involucró a trabajadores del sector privado y 47% del sector público.
En el sector privado bajó un 12% el total de conflictos respecto a 2011, pero se dio a la par de un fuerte incremento en los conflictos de actividad, que pasaron de 76 casos en 2011 a 105 en 2012 (un alza del 38%).
"El crecimiento de los conflictos de actividad debe vincularse a las mayores dificultades observadas en la negociación salarial, que mayoritariamente se realiza por rama de actividad", destaca Luis Campos, coordinador general del Observatorio.
Si fue así el año pasado, este 2013 en el que se desarrollarán las paritarias más condicionadas de los últimos diez años podría marcar un récord en materia de conflictividad. Y si, para colmo, el sindicalismo se une en contra de la Presidenta, se romperá una regla de hierro de las relaciones entre el poder político y el gremial: esa que afirma que un vaso de agua y una CGT amiga no se le niegan a nadie.