Cristina cree que Macri es De la Rúa

La ex presidenta se lanzó como líder de la oposición desafiando al PJ que hoy negocia con la Casa Rosada. El kirchnerisno agita el fantasma de 2001 para recuperar espacios.

Cristina cree que Macri es De la Rúa

Mario Fiore - mfiore@losandes.com.ar - Corresponsalía Buenos Aires

Cristina Fernández tuvo su debut como opositora. El escenario elegido, la explanada de los tribunales federales de Retiro, pintó como nada su difícil vuelta al llano. Ya no concentra el poder político y pasó a ser el trofeo preferido de una Justicia que esperó a que ella se fuera para caerle encima. Por eso, en su regreso al centro de la escena, buscó convertir su debilidad en fortaleza. Allí donde los jueces investigan delitos, ella denunció una conspiración del actual gobierno para meterla presa ilegalmente.

La ex presidenta está sospechada en causas de mayor magnitud que la que examina las operatorias del Banco Central con el dólar a futuro, por la que el miércoles se presentó en Comodoro Py.

Luego de negarse a responder preguntas y dejar un escrito, Cristina Fernández se victimizó ante un enjambre de seguidores que, extasiados, escucharon cómo comparó su salida del gobierno con los derrocamientos de Yrigoyen y de Perón, obviando que su sucesor, Mauricio Macri, fue elegido democráticamente. Tras cuatro meses de un autoimpuesto retiro de la política en el Sur, tuvo su plaza de bienvenida.

Así como sonó exagerada su comparación con la persecución política que sufrieron los padres del radicalismo y del justicialismo, también fue excesivo el intento del kirchnerismo de prefabricar su 17 de Octubre. Las inmediaciones de los tribunales porteños no desbordaban como los organizadores de la convocatoria esperaban.

El peronismo tradicional no movilizó con entusiasmo. Quizás por eso la ex presidenta terminó usando su discurso para tensionar más la relación traumatizada que tiene con los líderes territoriales de su partido, que pasaron de obedecerla ciegamente a negociar leyes y obras públicas con Macri.

La investigación judicial, en la que el juez Claudio Bonadío la imputó, no preocupa en absoluto a Cristina Fernández. Cree que su viejo rival (a quien recusó, hizo denunciar penalmente y pidió su destitución) injertó en un expediente un debate sobre política económica. Las causas más sensibles, como la de Hotesur y la ruta de dinero K, avanzan mucho más lento. Su intención es reconstruir poder político al calor de estas investigaciones, disparando hacia donde cree que proviene la orden de avanzar sobre ella: el actual gobierno.

El repentino despertar de los jueces federales, que durante años durmieron investigaciones, genera sospechas en toda la clase política, incluso en el macrismo pero para Cristina Fernández se trata de una confirmación de que los “poderes fácticos” buscan “destituirla” tardíamente, ya no despojándola del mandato popular que expiró el 9 de diciembre sino quitándole su libertad.

No lo dijo, pero no hizo falta: teme repetir la suerte de Carlos Menem, quien estuvo preso durante el gobierno de la Alianza. Cristina Fernández no cree en las coincidencias, por eso apuntó contra su sucesor. “Macri es De la Rúa”, ésa fue la consigna que la ex presidenta dejó servida en bandeja a sus seguidores. “Este gobierno defraudó la voluntad popular”, sentenció. El jueves, en una reunión con 71 diputados que le responden, fue más vehemente: les pidió salir a la calle, donde el malestar con las medidas económicas del macrismo está creciendo.

La intención de la ex presidenta es llegar a las bases del peronismo para confrontar con los gobernadores que hoy le dan la espalda urgidos por conseguir oxígeno para sus administraciones. Contra quienes canjean con el Ejecutivo nacional financiamiento y obras para sus distritos por gobernabilidad y leyes, ella propone un “frente ciudadano” que encarne el malestar social por “el ajuste” que Macri está ejecutando.

Su rival ideológico es el actual presidente, pero los adversarios reales para Cristina Fernández son los líderes del peronismo que dialogan con la Casa Rosada: Miguel Pichetto, Juan Manuel Urtubey y Diego Bossio. Mientras más difícil sea el parto de la economía post-kirchnerista, mientras más descontento popular genere el plan económico en marcha, más útil le será Macri a Cristina Fernández para tensionar con el PJ.

Es muy posible que hasta las elecciones de 2017 no haya liderazgos claros en el peronismo. En este punto, es Cristina quien le viene como anillo al dedo a Macri. La figura de la ex presidenta genera recelos entre los líderes territoriales que exigen un recambio generacional en el PJ y divide a la sociedad argentina entre quienes la aman y quienes la rechazan.

Pero para que el oficialismo pueda seguir sacando provecho de un peronismo desorganizado y en estado transicional, necesita con urgencia recuperar el control de la economía y conseguir que el desplome de la actividad productiva sea lo más leve posible. Los pronósticos de consultores privados y del FMI no son para nada positivos. Hablan de una detracción de entre 1,5 y 2,5% del PBI para 2016. Si Macri sólo tiene ajuste para ofrecer a los gobernadores, prenderá con facilidad la comparación con De la Rúa.

El fantasma de 2001 es funcional al peronismo en general, no sólo a Cristina Fernández. Incluso figuras hoy distanciadas de la ex presidenta, como Pichetto, cuestionan que los jueces federales sobreactúen y quieran recuperar el prestigio social perdido avanzando sobre la gestión del kirchnerismo. “Ojo con el mani pulite que permitió el arribo al poder de Berlusconi”, dicen en el PJ. Una cosa es que Ricardo Jaime o Lázaro Báez estén detenidos. Otra cosa es que caiga un pez realmente gordo.

Macri ha quedado en medio de un fuego cruzado. Si los jueces avanzan contra las fechorías del kirchnerismo antes de que la ansiada reactivación económica pregonada por su gobierno se haga realidad, podría perder la red de contención que hoy le brinda el peronismo tradicional. La caída de De la Rúa tuvo ingredientes explosivos: una asfixiante recesión económica, la pérdida de respaldo popular y el tiro de gracia del peronismo que olfateó la proximidad del poder antes de tiempo.

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