Por Carlos Sacchetto - csacchetto@losandes.com.ar - Corresponsalía Buenos Aires
Hay numerosos funcionarios, dirigentes y militantes kirchneristas que todavía no han asumido del todo que Cristina Fernández debe dejar la Presidencia dentro de nueve meses y que a partir de ese momento, cualquiera sea el reemplazante, sus realidades serán diferentes.
Saben que la Constitución les marca el final, pero a ellos les cuesta pensar que habiendo sido partícipes y beneficiarios de tanto poder tengan que dejar el paraíso en el que creen vivir junto a esa mujer a la que idolatran.
Si nadie les advirtiera que todo será distinto, es probable que al día siguiente de la despedida tomen conciencia del cambio de escenario y la desilusión los deprima. Para evitar que ese golpe con la realidad sea demasiado duro y tratándose de su tropa, la propia Presidenta ha comenzado a referirse en los discursos a su alejamiento de la jefatura del Estado.
El jueves pasado, hablando desde uno de los balcones internos de la Casa Rosada para la militancia juvenil, Cristina miró a las cámaras y le apuntó a la opinión pública: "Piensen bien el voto porque no se aceptan devoluciones", dijo, agregando que se aseguren "que al que voten les dé algo de lo que dimos en estos años".
El futuro
Como ella no podrá postularse y para que no se le escurra el poder de manera anticipada si nomina ahora a su candidato, se lanzó a la campaña para "la reelección del proyecto". Es una buena estrategia para mantener cohesionados a sus seguidores más fieles, porque muchos de los otros ya han comenzado a emigrar.
En algunos despachos de la Casa de Gobierno no dudaron en interpretar que "el proyecto es ella", y reavivaron la versión de que Cristina -como candidata a diputada o senadora- estará en la boleta del oficialismo.
Esa será la clave para seguir conduciendo al conglomerado kirchnerista desde la oposición, o como álter ego del presidente que eventualmente surja de esas filas. Esta notificación causa escozor entre los dirigentes cercanos a Daniel Scioli, quien parece dispuesto a seguir soportando humillaciones del cristinismo duro, aún después de ganar la Presidencia si la suerte y los votos lo acompañan.
"Los condicionamientos son mayúsculos, pero lo importante es llegar. Después Daniel se las arreglará", confesó un ladero del gobernador bonaerense, al rato de ver por televisión el acto de la Casa Rosada. Allí los militantes de La Cámpora acababan de inaugurar el estribillo "Borombombón…para el proyecto la reelección", convencidos de que el proyecto sólo es Cristina.
El otro que espera la bendición de su líder, Florencio Randazzo, tuvo que bajar durante la semana el tono de sus críticas a Scioli. En su afán por aparecer como más cristinista que nadie, había comenzado a interferir el juego de la jefa pasándose de la raya permitida. Hasta junio, mes en el que todas las fuerzas deben cerrar alianzas y candidaturas nacionales, ella seguirá repartiendo en público chirlos y palmadas para los dos, mientras termina de tejer la continuidad de su vigencia.
En esa construcción está haciendo su aporte de influencia Aníbal Fernández, quien se ha convertido en el principal defensor del peronismo no kirchnerista dentro del Gobierno. Fuentes de su entorno aseguran que su idea es convencer a la Presidenta para que llame a la unidad peronista, aunque eso signifique algunas concesiones.
El contexto
Dicen también esas fuentes que además del problema de las inundaciones en Córdoba, el de la reconciliación política fue otro tema de conversación en la reciente reunión que Aníbal mantuvo con el gobernador José Manuel De la Sota. Los resultados se verán más adelante.
Pero no sólo en el ámbito oficial la política se hace cada día más intensa. Para los radicales, las semanas previas a su Convención Nacional han sido poco menos que la representación del éxtasis. Las roscas para delinear las características de un partido rejuvenecido los mantuvo eufóricos y exultantes, pero también conscientes de la gravitación que sus definiciones tendrán en otras fuerzas.
Todos pretenden meterse de lleno en una campaña que será trascendente, pero el fantasma de Alberto Nisman, el fiscal que apareció muerto tras acusar a la Presidenta de encubrir a los terroristas que atentaron contra la AMIA, sobrevuela en busca de la verdad. En el Gobierno hay más ansiedad que en nadie para que la investigación avance y amortigüe los costos de no haber cuidado debidamente al funcionario.
Pero en los altos niveles de la Justicia es difícil encontrar a alguien que no crea que el esclarecimiento del caso es, para todos, nada más que una expresión de deseos.