El último sismo en los mercados de la deuda argentina operó como una profecía autocumplida: el temor al regreso de Cristina Fernández, acrecentó las expectativas de su retorno al poder. Con esa inesperada contribución a su campaña, la expresidenta volvió de Cuba a paso de vencedores.
No pudo sostener luego esa expectativa con la misma intensidad. Al menos tres errores de conducción política pusieron su triunfalismo en controversia.
El paro impulsado por los sindicatos que adhieren a su candidatura fue un fracaso. La profundidad de la crisis económica hacía presumir una adhesión elevada. No ocurrió. El impacto fue forzado con piquetes y el acatamiento sólo fue absoluto en el sector aeronáutico.
Los referentes del sindicalismo combativo le endosaron esa adhesión flaca a la postulación de Cristina. Una proyección negativa que, evidentemente, no fue conducida desde el Instituto Patria.
Un segundo traspié de magnitud le llegó por contagio desde Venezuela. La crisis de la dictadura chavista volvió a detonar el primero de mayo. El kirchnerismo salió a justificar la violenta represión del régimen. Algunos de sus voceros informales le agregaron a ese apoyo una preocupante dosis de xenofobia.
Cristina soslaya la gravedad electoral del tema. No es una cuestión distante de política externa. Impacta en el eje de su campaña.
“Macri es el caos”, afirma en su libro. Mas el orden alternativo que propone se mira en el espejo de Nicolás Maduro. Un dictador que observa acorralado el diálogo de Donald Trump y Vladimir Putin que sellará su destino.
El tercer error que ha comenzado a padecer la expresidenta es consecuencia de haber elegido la vía autobiográfica para romper el silencio en el que crecía. Ha conseguido instalar, sinceramente, que el futuro consiste en recuerdo del pasado. En los días por venir, se sabrá si insiste en esa versión de campaña. Una primera señal se verá en la presentación de su ópera prima en la Feria del Libro.
Hasta el momento, el formato anunciado es el de una nueva improvisación autorreferencial, con público de su electorado cautivo. Como en los tiempos de las cadenas eternas y los patios militantes, pero en la Sociedad Rural.
El gobierno de Mauricio Macri se solazó en estos tropiezos pero su margen de acción sigue siendo acotado.
La dupla Dujovne-Sandleris le arrancó a la ortodoxia del FMI una concesión inesperada al admitir la intervención discrecional del Banco Central en el mercado, para atajar la inestabilidad del dólar. Nada es perfecto: la liebre se le escapó al Gobierno por el lado de las naftas. El único andarivel significativo donde todavía Macri no cedió al nuevo pragmatismo de la intervención en los precios.
Urgido por los tiempos, Macri no sólo consiguió un nuevo guiño del Fondo. También alineó a su mesa chica para despejar las dudas de una declinación en favor de María Eugenia Vidal. Y sorprendió con una propuesta de acuerdo con la oposición para bajar los niveles de incertidumbre política.
El efecto inmediato fue favorable. Los activos argentinos se revalorizaron en el exterior y las cámaras empresarias apoyaron con énfasis la iniciativa de despejar dudas mediante un acuerdo del oficialismo y la oposición.
El articulo clave del borrador aleja el fantasma de una nueva cesación de pagos. Cristina mandó a su hijo a desdeñar la propuesta. Es lo que el Gobierno esperaba: ponerla en la vereda del desorden.
Consiguió además incomodar a los competidores que pescaban en el estanque de los descontentos con Macri.
Roberto Lavagna optó por quedarse en el lugar que ha elegido: ningún acuerdo será válido si en el vértice no está él. A Sergio Massa le fue peor. En medio de la crisis de deuda, llamó a un gran acuerdo entre Macri y Cristina. Sonó inviable y acrecentó las dudas sobre su cercanía con la expresidenta. El macrismo aprovechó el traspié y lo convocó a él.
Los actores más dinámicos de ese eventual acuerdo solo serían el senador Miguel Pichetto y los gobernadores del peronismo federal. La apuesta en favor de la gobernabilidad les dejó resultados políticos incuestionables. Juan Schiaretti se encamina a su reelección en Córdoba. Como contagio, las primarias en Santa Fe entusiasmaron a peronista Omar Perotti.
Donde el acuerdo propuesto por Macri ha comenzado a estragar es en el radicalismo. Desplazado del diálogo por la lentitud exasperante en resolver su crisis interna. El titular de la UCR, Alfredo Cornejo, intentó convertir la convocatoria al diálogo en un armado coalicional tan ambicioso cuanto improbable. Lo perfecto es enemigo de lo bueno.
Pichetto arriesgó una jugada más adecuada: incluir a los gobernadores, sindicatos y empresarios. En la tradición argentina, la estrategia de ampliar la mesa es tan vieja como la Junta Grande.
El acuerdo político propuesto por Macri tiene pronóstico reservado. Pero el país asiste a una paradoja. Cristina acertó con el eje de la campaña. En situación de crisis, se vota en favor del orden.
Se quedó en el enunciado. Sus adversarios han comenzado a explotar esa veta, con más velocidad y mejor discurso.