La vendimia se desenvolvía en un tenso equilibrio ante el sobre-stock vínico que representaba un 34% de la producción. La crisis del sector estaba generada por un mercado nacional deprimido (caída en la demanda) sumado a una oferta creciente basada en años previos de buenas cosechas. Ante la dramática caída en los precios; la principal preocupación del Gobierno Provincial pasaba por sostener a los pequeños productores y trabajadores. Esta crónica, que se aproxima en muchos aspectos a la situación actual, hace referencia a la vendimia de 1919, ¡un siglo atrás!. En este contexto asumía el Gobernador electo Dr. José Néstor Lencinas.
Los paralelismos que ofrece la historia siguen…..y no dejan de ser sorprendentes. El Gobernador Lencinas y su Ministro de Industria y Obras Públicas (Ing. Leopoldo Suárez) ante la crisis enviaron a la Legislatura dos proyectos de Ley (promulgados luego en las Leyes N° 758 y N°759) solicitando, entre otros puntos, la habilitación al Poder Ejecutivo para realizar un operativo de compra de uvas para vinificar (o para otros destinos industriales) a fin de tonificar los precios pagados al productor.
En este contexto, se establecieron precios mínimos de compra ($ 8 de la época por quintal métrico) y las bodegas elaboraron por cuenta del Estado. A su vez, las leyes impulsaron el otorgamiento de financiamiento blando para ampliar la capacidad de elaboración. Una parte de estas políticas se financiaron con títulos emitidos por el Poder Ejecutivo (endeudamiento).
Las acciones emprendidas dieron sus frutos. El 30 de mayo de 1919, la "Unión Comercial e Industrial de Mendoza" en un comunicado publicado en Diario Los Andes destacaba el impacto positivo de las medidas adoptadas; las cuales contribuirían a incrementar el precio de la uva de $ 8 por qm a $12 por qm (hacia la vendimia de 1920).
Los tiempos cambian; y la historia, con matices, se repite. Las crisis vitivinícolas han sido recurrentes en Mendoza: con gobiernos conservadores o intervencionistas, en tiempos de alta o baja competitividad cambiaria, con una demanda interna creciente, estable o en retracción. Sucede que las intensidades de los ciclos agrícolas generan recurrentes sobre-stocks cuyos impactos se tornan muy complejos de revertir en el corto plazo.
Aún en economías con elevada estabilidad, donde el sector depende principalmente del mercado externo como Chile; los ciclos agrícolas generan desajustes en el mercado. El destacado enólogo y bodeguero chileno Pablo Morandé declaraba recientemente "desde los años 60´, el vino en Chile ha transitado muchas situaciones de inestabilidad y crisis, siendo las primeras luces rojas los altos stocks y las consecuentes caídas de precios".
Volviendo a nuestro presente, una crisis más está en puerta. Incluso con una merma estimada en la cosecha (recientemente anunciada por el INV) los expertos aseguran que existe un 20% de sobre stock vínico. El escenario macro agrava la crisis: recesión y consumo nacional que no encuentran piso; sumado a tasas de interés inviables para el financiamiento productivo.
En este contexto, el gobierno provincial busca (entre otras medidas) implementar un operativo de compra de uva para mosto mediante el cual se convocaría a las bodegas de distintos puntos de la Provincia (que funcionarán como agente comprador) a presentarse a la licitación en la que se fija un precio referencial de la uva. El fin es sostener los valores que se le paga al productor.
Este instrumento de política económica demostró no sólo ser oportuno desde su nacimiento hace ya un siglo; sino también en experiencias recientes. Hacia los años 2006 y 2007 la competitividad cambiaria era record, transitábamos un importante salto exportador, un crecimiento económico a tasas chinas, y un salario real (y consumo) en expansión. A pesar de ello, los sucesivos picos de cosecha deprimieron los precios. En este escenario, el Gobierno realizó operativos de compra de uva para producir mosto, los cuales contribuyeron a incrementar el precio de la uva de $ 22 centavos a $ 32 centavos (entre 2006 y 2007).
En definitiva, nuestra historia muestra que las intervenciones precisas y bien implementadas han demostrado ser eficientes para aminorar los impactos adversos sobre el sector, y en particular, sobre los productores. Esta crisis no será la última; y el debate por institucionalizar para los próximos años aquellas herramientas de intervención que han logrado ser efectivas es una gran oportunidad para reducir la volatilidad de nuestra vitivinicultura mediante políticas que podemos implementar desde Mendoza.