Crisis vitivinícola: cómo superarla

El autor asegura que sólo se saldrá con una política de Estado de largo plazo. Entre sus propuestas sugiere permitir la elaboración diferida de mosto concentrado.

Crisis vitivinícola: cómo superarla

Si observamos la evolución histórica de la producción, el consumo y las exportaciones de vinos de Argentina, podemos afirmar que nuestro país ha tenido un comportamiento tal que lo asemeja a un:

1. Productor tradicional, que al igual que la mayoría de los países productores de vinos del viejo mundo tienen una tendencia a expandir su producción por encima de los volúmenes consumidos en el mercado interno, acumulando excedentes en forma sostenida a través del tiempo, que han sido la causa principal de las recurrentes crisis de sobreoferta y que en su punto más crítico han ocasionado un deterioro en los precios del productor de tal magnitud que ponen en riesgo su permanencia en el sector. 

2. Consumidor tradicional, con una tendencia decreciente en el tiempo causada principalmente por una caída sistemática del consumo per cápita y del consumo total, que no hace más que agudizar la presión de la oferta y el impacto de la misma sobre el precio percibido y la rentabilidad del productor.

3. Exportador emergente, condición que marca una diferencia importante con nuestros competidores del viejo mundo ya que en nuestro caso, hasta fines de la década de los 80, la exportación solo fue visualizada como una válvula de escape que permitiera canalizar los excedentes, sin tener en cuenta que hasta entonces el país no tenía un producto de calidad exportable y competitivo internacionalmente.

¿Qué sabemos acerca de las principales causas determinantes de la crisis actual?

Bien podemos decir que se trata de una situación de arrastre de los últimos dos años cuyo origen y agudización puede asociarse con:

A. Un inusualmente alto error en el pronóstico de la cosecha 2014 que generó confusión y especulación en el mercado de uvas y una errónea decisión sobre el porcentaje destinado a mosto sulfitado para dar cumplimiento al Acuerdo Mendoza-San Juan. Otra consecuencia grave de dicho error es que tal desacierto provocó una pérdida generalizada de credibilidad en la metodología de  estimación desvirtuando así el empleo de una herramienta que correctamente utilizada puede ser de gran ayuda para despejar incertidumbres en el mecanismo de formación del precio de la uva.

B. Un muy bajo porcentaje (18%) del total de la cosecha 2014 destinado a mosto sulfitado, lo que se tradujo en la elaboración de tan solo 4,6 millones de litros de mosto sulfitado, volumen totalmente incompatible con las condiciones de producción y de mercado de ese momento. En cifras, el volumen de mosto sulfitado fue 10% inferior al promedio de los últimos 15 años y un 30% inferior al del año 2013.

C. Una injustificada anticipación en la fecha de liberación del vino nuevo (1/6/2014) sin intentar al menos realizar gestiones parlamentarias que podrían haberse previsto para lograr una solución que, dada la enorme brecha existente entre producción y consumo, permitiera compatibilizar la fecha de liberación con la evolución del precio del vino del mercado de traslado.

La magnitud y duración de la crisis de bajos precios y pérdida de rentabilidad del productor mas el hecho de que estamos en vísperas de una nueva cosecha, marcan la urgente necesidad de comenzar a vislumbrar acciones y realizar propuestas que permitan no solo superar los problemas de la coyuntura sino también construir una alternativa superadora de largo plazo.

Los resultados obtenidos recientemente en un estudio de la estructura del mercado de vinos de traslado son de gran utilidad al momento de discutir y formalizar una propuesta de política de Estado para el sector.

Resumo a continuación los principales resultados obtenidos que muestran el impacto de cada una de las variables que intervienen en el proceso de formación del precio del mercado de vinos de traslado.

La principal ventaja que tiene este modelo cuando las estimaciones son del tipo doble logarítmicas, es que los coeficientes calculados para cada variable explicativa representan sus respectivas elasticidades, concepto que hace referencia al cambio porcentual esperable en el precio del vino como consecuencia de un incremento porcentual unitario en el valor absoluto de cada una de ellas.

En la ecuación estimada, conocida también como la forma reducida del modelo, podemos observar que el precio del vino de traslado en un año dado aumentará 0,45% frente a 1% de aumento en el volumen destinado a mosto sulfitado; y disminuirá en 0,48% y 1,44% respectivamente, como consecuencia de un aumento del 1% en el volumen de los excedentes de arrastre del año anterior o en la elaboración de vino del año en curso.

Frente al hecho de que anualmente el total de uva cosechada es destinada alternativamente a la elaboración de vino o derivada a mosto sulfitado, sus respectivos impactos sobre el precio del vino se complementan lográndose así una importante sinergia entre ambas.

La elaboración de un mayor volumen de mosto implica elaborar menos vino, lo que contribuye a descomprimir el mercado de traslado y a reducir la presión a la baja del precio.

Con estos antecedentes planteamos ahora la siguiente pregunta: ¿es posible diseñar una política de Estado para la vitivinicultura nacional? De ser esto viable, ¿cuáles deberían ser los principales ejes para su elaboración?

Estimo que la única posibilidad de superar la crisis actual es mediante una política de Estado cuyos principios rectores deberían ser el consenso acerca de los objetivos de largo plazo, atendiendo a las necesidades de la vitivinicultura del futuro; la gradualidad en la aplicación de las políticas dirigidas a modificar el contexto macroeconómico que impacta directamente sobre la competitividad del sector; y la coherencia entre las medidas diseñadas para atender los problemas de la coyuntura y los objetivos de largo plazo.

Solo a título de ejemplo y sin pretender agotar la totalidad de los temas que deberían ser parte de la agenda de discusión de una política de Estado para el sector, enumeraré alguno de ellos y las principales áreas de intervención.

La política macroeconómica deberá propender a mejorar la competitividad del sector e incentivar la inversión intra predial para lograr un aumento de productividad y un incremento de la rentabilidad del productor en cada uno de los usos comerciales de la uva.

En lo inmediato la mejora del tipo de cambio no debería ser el resultado de una abrupta devaluación del peso sino la consecuencia de la aplicación de un paquete de medidas tales como la eliminación de las retenciones, la devolución del IVA de las exportaciones en tiempo y forma, la implementación de compensaciones por mayores fletes internos y gastos portuarios, hasta tanto el país cuente con nuevas obras de infraestructura (rutas de acceso a los puertos, ferrocarril de carga, telecomunicaciones, etc.). Este tipo de cambio más competitivo será anclado y se mantendrá en el tiempo a través de periódicos ajustes equiparados con la tasa de inflación.

A nivel parlamentario se propiciará la modificación de la actual Ley General de Vinos con el propósito de permitir la elaboración diferida de mosto concentrado y se buscará una mayor flexibilidad para la elaboración de vinos y otras bebidas de baja graduación alcohólica que puedan competir con otras bebidas sustitutas.

Almacenar mosto en lugar de vinos ocasionará una baja sustantiva en el costo de almacenamiento de los volúmenes excedentarios que serán utilizados para implementar un mecanismo de estabilización de la oferta anual de uvas y del precio al productor. Se enviará al Congreso un proyecto de ley que contemple el otorgamiento de incentivos económicos y/o fiscales para las empresas que utilicen mosto concentrado como edulcorante, en la elaboración de gaseosas, jugos naturales y aguas saborizadas.

La política internacional buscará una mayor integración regional rediscutiendo los objetivos fundacionales del Mercosur de forma tal de fortalecer el comercio con Brasil, principal socio comercial y mercado natural de cercanía para nuestros vinos.

Todo esto tendrá lugar en el marco de una viticultura adaptada al cambio climático global con menor disponibilidad de agua de riego, mayor riesgo climático por la ocurrencia de heladas y precipitación de granizo desmarcadas de sus patrones estacionales históricos, y mayores precipitaciones estivales en el llano que provocan niveles de humedad superiores a la media histórica, favoreciendo la proliferación en enfermedades criptogámicas.

La menor disponibilidad de mano de obra rural se ha convertido en una nueva amenaza para el cultivo de la vid, generando una mayor demanda por mecanización de las tareas culturales en general y de la cosecha en particular.

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