La crisis provocada por el coronavirus, si bien muy grave, se espera sea temporal, hasta tanto se disponga de una vacuna o de tratamientos efectivos para su cura, sin embargo, la crisis hídrica se mantendría por muchas décadas y requiere una acción urgente.
La organización Meteorológica Mundial (OMM) dependiente de la Naciones Unidas, en su documento sobre el estado del clima mundial 2019, alerta que el quinquenio 2015-2019 representa el período más cálido desde que se tienen registros, siendo el 2019 el segundo año más cálido de la historia.
En las provincias de Mendoza y San Juan, con un clima regional árido, continental y típicamente templado, con un promedio de precipitación anual en el llano de 200 mm en Mendoza y alrededor de 100 mm en San Juan, la actividad agropecuaria depende del sistema de riego captado de ríos y del agua subterránea, cuyos caudales son abastecidos de los deshielos de alta montaña. Las principales cuencas hidrográficas son las del Río San Juan; del Río Jáchal, del Río Mendoza; del Río Tunuyán, que se divide en dos subcuencas: aguas arriba del Dique Carrizal denominada subcuenca del Tunuyán Superior, y aguas abajo, subcuenca del Tunuyán Inferior; del Río Diamante, del Río Atuel, del Río Malargüe y la Cuenca de los Ríos Grande y Colorado. La infraestructura hidráulica está compuesta de diques de derivación y embalses, permitiendo el aprovechamiento de las aguas.
En el caso de Mendoza la superficie irrigada es de alrededor de 350.000 hectáreas que, si bien sólo representan 3,4% de la superficie total, concentran 91 % de la actividad económica y humana. En lo que respecta al agua disponible para realizar esas actividades el 89% es requerido por el sector agrícola. La superficie dedicada a la agricultura en San Juan es de alrededor de 102.000 ha de las cuales 89.000 ha son regadas con agua distribuida por la red de riego y las restantes con agua proveniente de perforaciones.
Durante los últimos 10 años, la región viene sufriendo una disminución paulatina del caudal de sus ríos, fruto del calentamiento global y la reducción nívea, llegando en el caso de Mendoza, según datos del Departamento General de Irrigación (DGI), a la peor situación hídrica de los últimos 33 años, con un 30% menos de agua que el promedio histórico. En el caso del Río San Juan se tienen datos desde 1909, en el año 1919 el derrame anual llegó a 7.000 Hm3, actualmente ronda los 800 Hm3 (datos de la Dirección de Hidráulica de San Juan). Las proyecciones a futuro no son alentadoras, según las autoridades hídricas de ambas provincias la situación podría ser peor este año, basados en pronósticos de agencias internacionales que indican que las precipitaciones níveas futuras se mantendrán por debajo de los promedios históricos.
Durante la temporada 2019-2020 en muchos cultivos se produjeron pérdidas de rendimiento, en algunos casos cercanas al 30%, debido a la imposibilidad de suministrar el agua necesaria en la época estival. Desde el punto de vista de manejo de cultivo muchas de las recomendaciones técnicas que se sugieren, dan por sentado que los cultivos no tienen restricciones hídricas, por lo que en la actual situación a veces no son las más apropiadas.
Recientemente, se realizó en Junín una reunión organizada por el DGI y el INTA para analizar la situación de regantes del Río Tunuyán inferior. Se tomó la decisión de no entregar agua a los regantes en otoño a fin de procurar el llenado del embalse el Carrizal y abastecer de agua durante la primavera. Esta decisión, si bien acertada, implica una disminución de los rendimientos potenciales de los cultivos y además no les permite a los productores que no disponen de pozos, diversificar su producción con cultivos otoño-invernales, como pasturas u hortalizas como ajo y cebolla.
El consenso acerca de que la región atraviesa la mayor crisis hídrica, desde que hay registros oficiales, nos interpela en nuestro rol institucional a abordar la problemática de manera holística e integrada. Es por ello que el INTA ha priorizado la temática en la región y se propone a través de proyectos, plataformas y redes con sus equipos de extensión e investigación; como así también, mediante la articulación y coordinación de esfuerzos, tanto con organismos nacionales, provinciales y municipales como con organizaciones civiles, abordar la problemática hídrica del sector agropecuario en forma integral, desarrollar acciones para hacer un uso eficiente del agua y facilitar el acceso a tecnologías que permitan a los actores del sector productivo adecuarse a la realidad hídrica de la región.
La crisis hídrica con caudales mínimos históricos y con perspectiva de no mejorar en los próximos años, agravada por una distribución ineficiente e inequitativa y una productividad del agua sub-óptima a nivel de finca, hacen que la instalación de sistemas de riego eficientes sea una prioridad para dar sostenibilidad a los sistemas productivos. Así como el mantenimiento y conservación de canales y la cooperación en el uso de perforaciones.
Considerar la preservación de las fuentes de agua en la cordillera, remediar la contaminación urbana, industrial y rural de los cauces es imprescindible.
Otro aspecto importante es la infiltración de agua que se produce principalmente en la zona de piedemonte y recarga los acuíferos. En el caso del acuífero del Valle del Tulum, en San Juan se estima existen 279.000 Hm3 de agua disponible, lo que constituye la mayor reserva hídrica de esa provincia al compararla con los 2.059 Hm3 que derrama el Río San Juan anualmente y los 1.500 Hm3 que pueden almacenar los embalses existentes (Caracoles, Punta Negra y Ullum). En el caso de Mendoza los acuíferos se extienden por debajo del 50 % de la superficie provincial y representan un volumen estimado de 700.000 Hm3, de los cuales, alrededor de 21.300 Hm3 son económicamente explotables. La importancia de estos acuíferos se ve claramente al tomar en cuenta el volumen total de agua almacenada en todos los embalses mendocinos, que llega a los 1.800 Hm3. Existen cerca de 22.000 pozos construidos para la extracción de agua subterránea, de los cuales cerca del 90% son destinados para uso agrícola. En los últimos años, el aumento de los costos de la energía eléctrica ha hecho que muchos de esos pozos dejen de ser económicamente viables, con lo cual empeora la situación crítica por el uso del recurso. Resulta crucial cuidar los acuíferos y preservar su calidad evitando su contaminación.
Por otro lado, en muchos puntos del secano de nuestra región, no existe red eléctrica para poder extraer agua, la posibilidad del uso de energías alternativas, como la fotovoltaica, permitiría avanzar en este sentido; lo cual resulta estratégico para el sector ganadero.
El agua es un recurso esencial y el más escaso para la vida en nuestra región. El tema debe abordarse con la misma prioridad que se ha dado al coronavirus. Implica la participación del sector público y privado, y la puesta en marcha de políticas de estado. En la región hay una gran institucionalidad alrededor del tema. La discusión sobre las medidas a adoptar debe involucrar: a los usuarios de agua para consumo, para uso agrícola e industrial; contemplar la situación de los acuíferos subterráneos, libres y confinados; un análisis del gasto energético y las alternativas sustentables para extraer agua de los mismos. Así como identificar posibles escenarios hídricos futuros para poder proponer alternativas tecnológicas y legales que permitan mantener la sostenibilidad de los sistemas productivos, entre otras acciones.
El tema no solo es prioritario, resulta imprescindible.