Crisis hídrica por falta de prevención

Hace tiempo Los Andes sostiene que la crisis hídrica no tuvo la toma de decisiones profundas que demuestren una acción estratégica y seria.

Crisis hídrica por falta de prevención
Crisis hídrica por falta de prevención

Los efectos del calentamiento global han disminuido las precipitaciones de nieve y eso afectó los reservorios de agua para sostener las actividades de la población.

Un comunicado del Departamento General de Irrigación dio cuenta esta semana de la necesidad de restringir el agua para el riego agrícola debido a que los caudales de los ríos son un 30% menores a los esperados y, reconoce, que fallaron en los pronósticos. No obstante, luego aclararon que no habrá restricciones.

En otra parte del comunicado, Irrigación reconoce que en el oasis Norte, servido básicamente por el Río Mendoza, el 40% de los caudales se está dedicando al consumo domiciliario, cuando la media provincial es del 12%.

Esta situación muestra las consecuencias del accionar irresponsable de quienes debieron tomar medidas hace mucho tiempo, de los que autorizaron el avance de la urbanización sobre zonas irrigadas para riesgo agrícola que, además, requirieron obras de saneamiento.

Hoy se deben tomar medidas de emergencia y la pregunta es si sería razonable restringir el riego a la zona productiva para que los sectores urbanos sigan consumiendo en forma irracional. No se puede sacrificar a la producción, justo en este momento del ciclo vegetativo de la mayoría de los cultivos, para satisfacer consumos suntuarios, como el llenado de piscinas con agua potable, así como el riego de superficies de recreación. Irrigación debería disponer una restricción al uso recreativo que, en estas condiciones, es innecesario.

Mientras algunos se dedican a atender la emergencia, que debe hacerse en forma equilibrada, deberían estar trabajando equipos para formular un plan de fondo serio que permita planificar el desarrollo futuro. Hay muchos interrogantes que nadie ha querido responder, pero es necesario plantearse los límites poblacionales de cada uno de los oasis para no afectar la calidad de vida de la población actual y futura.

En este sentido sería muy importante que cualquier obra que planifique el Instituto Provincial de la vivienda esté sometida a un serio análisis de disponibilidad de agua para consumo y colectores cloacales a efectos de que desde el Estado no se siga contribuyendo al descontrol actual. De la misma manera debería actuarse con los emprendimientos privados, que no tienen que quedar sólo a merced de los municipios, que no disponen de esta información.

Lamentablemente padecemos los efectos de la indolencia de las autoridades que, en su momento, no hicieron nada para prever esta situación. Por el contrario, se evitó avanzar en los medidores de consumo domiciliario y, en los que había, los legisladores de entonces no se animaron a fijar tarifas adecuadas.

A pesar de lo mucho que se habla de la cultura del agua en Mendoza, no es más que un relato mitológico, porque en la práctica no se verifican acciones responsables de la población ni de los productores agrícolas para cuidar este recurso tan escaso y tan preciado.

La provincia enfrenta un desafío vital para su futuro. La restricción hídrica llegó para quedarse y es hora de tomar medidas de fondo en las cuales debe comprometerse todo el arco político, involucrando al sector científico  tecnológico. Porque hay que sentar las bases para un nuevo sistema porque el que conocemos no tiene probabilidades de volver.

También debe quedar clara la responsabilidad que le corresponde a los usuarios, tanto del sector agrícola como del sector urbano e industrial. Hay que tener en cuenta que la restricción también afecta los ríos subterráneos, que tampoco pueden tener disponibilidad irrestricta.

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