na tensión creciente entre disponibilidad y demanda de agua y energía, con el consecuente incremento del valor económico del recurso, surgen como señales de alarma para la agricultura, particularmente en la zona árida del Oeste de Argentina.
El presente ya es preocupante, con Mendoza transitando cuatro años en emergencia hídrica, y el futuro no es alentador. Los especialistas prevén escenarios de escasez que deberán ser afrontados de una manera racional y estratégica, por lo que será necesario, junto con adecuaciones tecnológicas, prácticas de manejo, algunos ajustes en términos jurídicos y, fundamentalmente, un trabajo a todo nivel que permita recuperar la conciencia sobre el problema del agua.
Estos temas fueron abordados durante el 2° Congreso de los Grupos CREA de la región Valles Cordilleranos, que se realizó en Mendoza en coincidencia con el Congreso Tecnológico de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea) que se realizó también, en simultáneo, en Mar del Plata, Rosario y Santiago del Estero.
El tema central del encuentro de Mendoza fue “El agua, recurso natural, público y privado”, y para su abordaje, los organizadores convocaron a destacados especialistas de distintas disciplinas, que coincidieron en advertir que, junto con la menor disponibilidad del recurso -acentuada por los efectos del cambio climático- crecerá la presión que ejerce, sobre el riego agrícola, la demanda del recurso para otros usos, incluido el consumo humano.
“El panorama que vemos hacia adelante es de una tensión creciente entre la disponibilidad y la demanda del recurso hídrico y también de la energía, con el incremento de su valor económico para el conjunto de la sociedad”, advirtió, en diálogo con Fincas, el Ing. Armando Llop, investigador del instituto Nacional del Agua (INA).
En igual sentido se pronunció el Ing. Agr. Carlos Schilardi, quien reparte su actividad profesional como socio de una empresa mendocina especializada en servicios para la agricultura de precisión, y como docente en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo.
"Es que -precisó- la población crece de manera exponencial, mejora el estándar de vida, la industria tiene que dar respuestas a esta población creciente y por lo tanto las cuotas de agua para la agricultura están siendo cada vez más presionadas por los distintos usuarios".
Además, el mismo medio ambiente también ejerce una presión muy fuerte por su cuota parte de agua. Es “el caudal ecológico de los ríos -explicó Schilardi- que tiene que circular para mantener cierta flora y fauna, y todo el ecosistema, a lo cual hay que sumarle lo relacionado con el control y la preservación de la calidad del recurso”.
Y agregó: “A eso hay que sumarle el problema del cambio climático que, según nos indican los modelos, va a reflejarse en un menor caudal en los ríos en un futuro próximo. Todo eso nos marca un horizonte de períodos de escasez frecuentes para la agricultura -aseguró- que deberemos afrontar de una manera racional y estratégica, incluyendo inversiones para mejorar y modernizar la infraestructura y el manejo, tanto dentro como fuera de la propiedad, porque el riego agrícola tiene margen para hacerlo más eficiente”.
Según adelantó el secretario técnico del Departamento General de Irrigación, Mario Salomón, las cuencas de los ríos Mendoza y Tunuyán inician su 5° año, y las de los ríos Atuel, Diamante y Malargüe su 6° año hidrológico consecutivo en emergencia hídrica. El funcionario aclaró que días pasados sobrevolaron la montaña para validar, sobre el terreno, los datos que arroja la estación hidro-níveo-meteorológica de cada una de las cuencas, y “lo que hemos advertido es que va a persistir la situación de emergencia hídrica”, contrariamente a lo que se había proyectado desde otros organismos, que preveían un cambio de tendencia para este año hidrológico.
Salomón precisó que en el Norte y en el Valle de Uco, el caudal de los ríos va a estar “en un 40% de un año normal promedio” y en el Sur “la situación no va a ser tan extrema, y podríamos estar un 15% por debajo de un año normal, o próximo a un año normal promedio”, entendiendo que esa media surge de considerar una serie que abarca los últimos 70 años. Si bien aclaró que el pronóstico oficial será anunciado a fines de octubre, descuenta que, de la validación de las ecuaciones -que está prevista para estos días- no surgirán resultados que hagan variar la tendencia señalada.
Malgasto y escasez
Francisco Prat Gay es productor en Tres Porteñas, al Norte de San Martín. Es miembro del CREA Valle de Uyata, un grupo constituido hace veinte años que nuclea a diez productores de uvas y vino (varios de ellos tienen bodega) y algo de fruta.
En cuanto a su realidad como regante, el agricultor del Este se quejó: “A la mitad de los regantes del río Mendoza, alguna vez nos dijeron que somos eventuales y por ese solo hecho nos dan menos agua pero pagamos como si fuéramos de primera. Además, al estar aguas abajo, siempre recibo menos caudal. Mientras tanto, veo cómo en el Gran Mendoza se pierde agua por las acequias, lavan los autos, riegan los jardines y el pavimento con agua potable. Hay falta de conciencia en la sociedad mendocina, en general, sobre la importancia de cuidar el agua”.
Prat Gay complementa la dotación superficial con agua de pozo. “Hoy en día me he achicado, y todo lo que tengo es por goteo”, reveló; pero admitió que “no estamos haciendo las cosas bien, porque nos falta formación de recursos humanos para el seguimiento y control de los equipos de riego”.
Osvaldo Fernández es miembro del CREA San Rafael, un grupo de productores agrícola-ganaderos, con explotaciones en la zona irrigada del departamento sureño. “Para hacer ganadería bajo riego -explicó- primero tenemos que ser productores agrícolas de forrajeras como maíz, sorgo, alfalfa, para poder generar el insumo más importante en la producción de carne, que es el alimento para la hacienda. Por eso, en este esquema, ser un buen agricultor es tan importante como ser un buen ganadero y para la agricultura, la disponibilidad y el manejo del agua son decisivos”, señaló.
“El agua -continuó- generalmente se trata como algo urgente cuando, en realidad, aunque parezca una obviedad, es lo más importante que tiene cualquier sistema productivo bajo riego, y lo bueno es que ahora hemos hecho foco en lo importante del agua, más que en lo urgente”.
Mucho por hacer
Al margen de las acciones esperables para bajar el nivel de derroche en las zonas urbanas, el sector agrícola tiene tareas por delante para mejorar la performance de aplicación en los cultivos.
El productor de Tres Porteñas Francisco Prat Gay reconoció que “tenemos mucha tarea por hacer, desde el punto de vista agronómico, pero al mismo tiempo he buscado gente que nos preste el servicio de monitoreo del desempeño de los equipos de riego, y no es fácil conseguirla”.
Explicó que “necesitamos alguien que venga de afuera de la empresa y lo haga, porque nosotros no sabemos y no se trata sólo de comprar un equipo de riego presurizado”.
El sanrafaelino Osvaldo Fernández aseguró que “para mí, como usuario del agua, es una obsesión tratar de mejorar los sistemas de riego”. Aunque reconoció que a veces el retorno de la actividad económica no justifica la instalación de sistemas presurizados.
Rescató que en el Congreso CREA de Mendoza “se han escuchado cosas muy importantes, que están en el conocimiento de gente que se desempeña en el ámbito académico y de investigación”, pero “eso me ha hecho ver que no hay mucha comunicación entre los que saben y los que regamos”.
Reconoció que “uno riega de un modo muy distinto a como han estado planteando los especialistas, con lo cual la extensión es el camino para que se tome conocimiento”.
A todo esto, Carlos Schilardi admitió que el proceso de optimización del agua para riego agrícola tiene limitantes. Por un lado técnicas, pero también por la insuficiencia de incentivos concretos a los agricultores. Pero insiste en lo que denomina la “cascada de rendimiento del agua” (que va de la distribución del recurso a la cosecha de los frutos). En todo ese proceso, hay margen para mejorar. Por ejemplo, hasta un 48% en la distribución, 58% en conducción y 60% en la aplicación del agua. Esto, por mencionar sólo las 3 primeras de las 8 fases (incluye también el manejo agronómico de procesos fisiológicos de la planta) en las que se pueden hacer ajustes para mejorar la eficiencia del riego hasta llegar a la cosecha y “lograr, a muy bajo costo, grandes avances en el rendimiento final, que lo podríamos medir en kilos cosechados por m3 de agua derivado desde la fuente” proveedora del recurso hídrico.
Schilardi instó a trabajar sobre la “intensificación sostenible de la producción”, como nuevo paradigma de la agricultura. Planteó que, para crecer de manera sustentable, “hay que lograr incrementar los rendimientos, pero al mismo tiempo reducir no menos del 30% el consumo de agua (haciendo un manejo estratégico del recurso) y hasta un 60% el de energía; usar menos fertilizantes y aplicar menos insecticidas.
Acciones concretas
Desde Irrigación, Salomón plantea que más que tratar de predecir la oferta del recurso hídrico a largo plazo (lo que se dificulta por la variabilidad de los resultados que arrojan los distintos modelos de medición), ellos están empeñados en operar sobre la demanda, con tecnología y ajustes de manejo. Por eso, sin dejar de lado la investigación, avanzan en acciones concretas para afrontar la emergencia hídrica, que tienen que ver con captación y distribución del agua y la medición de caudales y mejora en la eficiencia intra e interparcelaria.
Adelantó, por ejemplo, que construirán, en distintos puntos de la provincia, 50 reservorios de uso común para pequeños y medianos productores.
En noviembre van a adjudicar la construcción de tres de ellos (para complementar la dotación del este de Lavalle y el norte de San Martín) que, sumados, tendrán una capacidad cien veces mayor que la del lago del Parque San Martín de Mendoza, y ya gestionan otro, de menores dimensiones, para un grupo de regantes de Kilómetro 11, en Guaymallén.
Por otra parte, junto con las inspecciones de cauce, han revestido 26 km de red terciaria y secundaria -por administración y usando materiales alternativos-, lo que les ha permitido ahorrar un 75% frente al costo de procedimientos y materiales convencionales.
En otro orden, habilitaron -desde julio hasta ahora- cien nuevos puntos de medición de caudales, en tiempo real, a través de sensores que fueron instalados en redes secundarias y primarias de distribución. Eso se suma a los 130 puntos que ya existían, y la meta es llegar a 1.000 puntos de medición en el año 2017.
El riego agrícola podría ser mucho más eficiente
El moderado nivel de eficiencia del riego por gravedad en Mendoza (y su escaso o nulo avance respecto de períodos previos) ha quedado evidenciado en estudios realizados por especialistas locales a lo largo -por lo menos- del último decenio.
El Ing. Agr. José Morábito registraba en el año 2003, en la cuenca de río Mendoza, un nivel de eficiencia del 59% (su colega Luis Chambouleyron medía, treinta años antes, un 57%). Morábito estimaba, en ese relevamiento de una década atrás, un margen de crecimiento potencial de al menos 10 puntos porcentuales.
En la cuenca del río Tunuyán Superior, en tanto, el Ing. Agr. Carlos Schilardi calculaba (en 2009), un guarismo de desempeño cercano al 43% (Santa Salatino había medido 36%, pero 17 años antes). Schilardi sitúa el desempeño potencial del riego por gravedad en esta cuenca, en torno al 68%.
En la cuenca del Tunuyán Inferior no se avanzó nada en los doce años que transcurrieron entre 1998 y 2010. Tanto un estudio de los especialistas Chambouleyron y Boss de finales de los ‘90, como el que hizo Tozzi en 2010, dan un nivel de desempeño del 60%. La diferencia estaba en los márgenes de avance potencial: hasta 80% y hasta 86%, respectivamente.
En las zonas irrigadas por los ríos del Sur, un estudio conjunto realizado en 2004 por las organizaciones de las Naciones unidas para el Desarrollo (PNUD) y para la Alimentación y la Agricultura (FAO), medía desempeños del 45% (Diamante), 50% (Atuel) y 55% (Malargüe) en explotaciones donde se regaba por gravedad.
Correcciones posibles
Los sistemas de riego gravitacionales sin desagüe presentan como problemas centrales una excesiva percolación y una inadecuada uniformidad en la aplicación del agua. El ing. Carlos Schilardi recomienda, para mejorar el desempeño, adecuar las láminas de riego, corregir la pendiente, y disminuir el tiempo de aplicación en otoño, invierno, primavera (mantenerlos en el verano), entre otras acciones.
La desventaja de los sistemas gravitacionales con desagüe, en tanto, radica esencialmente en que registran excesivas pérdidas por escurrimiento al pie. Sugiere, entonces, disminuir el volumen de agua escurrido al pie, reducir el caudal unitario (o usar dos caudales), duplicar o triplicar la longitud de los surcos (encadenando el riego), mejorar la velocidad de infiltración y reutilizar por bombeo del agua escurrida al pie, entre otros procedimientos. En ambos casos, recomienda la planificación y control del calendario de riego.
Pero también es mejorable el uso de los sistemas presurizados. Advierte que hay un subuso del potencial tecnológico del riego por goteo, pero también hay debilidades propias de los sistemas de entrega. En suma, han detectado problemas de diseño agronómico y diseño hidráulico, como también en la operación de los equipos y mantenimiento de las instalaciones.
Para lograr mejoras recomienda, entre otras acciones, optimizar los diseños (sobre todo los que permitan usar más racionalmente el agua y la energía), no descuidar la automatización del sistema de filtrado, planificar y controlar planes de operación y mantenimiento y contar con personal debidamente capacitado.